Eduardo Dávila | Profesor de la Universidad de Yale, premio «Sabadell» a la Investigación Económica

"El mercado financiero precisa regulación porque es imperfecto"

"Hay políticas públicas que pueden ser beneficiosas para unas generaciones, pero cuyo coste tendrán que afrontar otras"

Eduardo Dávila.

Eduardo Dávila. / Archivo

Oviedo

El economista Eduardo Dávila (Gra Canaria, 1986), profesor de Economía y Finanzas en la Universidad de Yale (EEvUU) e investigador del National Bureau of Economic Research (NBER), obtuvo ayer el XXIII premio a la Investigación Económica que otorga la Fundación Banco Sabadell y que se entregará el martes en la sede del Sabadell-Herrero en Oviedo. El galardón reconoce sus aportaciones en «la intersección de la economía financiera y las economías de la información y de las imperfecciones del mercado» y en el diseño de mecanismos para la mejora de la regulación del sector financiero. Dávila es licenciado en Economía por la Universidad Pompeu Fabra y doctor por Harvard. El jurado lo presidió la profesora Teresa García-Milà. El sector financiero es "extraordinariamente imperfecto" y por eso requiere "mucha regulación", señaló ayer el profesor Eduardo Dávila durante una conversación telefónica. Alertó a su vez sobre aquellas políticas que pueden beneficiar a unas generaciones y cuyo coste recaerá sobre otras.

–Regular o desregular es un viejo debate. Parece que usted se inclina por la regulación, pero según y cómo.

–No se trata de si es necesaria o no, sino de cuándo es eficiente o no lo es. Y determinar cuáles son los fallos de mercado que recomiendan que se regule. Fallos de mercado hay muchos en el sector financiero y por eso es una actividad en la que hay mucha regulación. Pero esto no puede ser una licencia para cualquier tipo de regulación.

–¿Cómo determinar qué tipo de regulación y con qué criterio?–

–Uno de mis últimos trabajos trata cómo recular cuando las entidades financieras y los deudores pueden tener percepciones incorrectas sobre lo que vaya a ocurrir. Cuando las percepciones son muy optimistas, pueden sobrevenir crisis como la de 2008 tras una etapa de exuberancia y de exceso de facilidad de crédito. Lo más importante son las percepciones de los bancos sobre el estado de la economía. Y el regulador tiene que tener en cuenta estas percepciones.

–¿En qué medida debe calibrarse la intensidad de regulación? ¿No es inconveniente el exceso?

–Por supuesto. Por eso hay que mirar caso por caso. En EE UU la regulación Dodd-Frank, de 2010, que fue la más importante tras la crisis financiera de 2008, ha sido muy onerosa, como se ha visto con la crisis del Silicon Valley Bank en marzo de 2023.

–¿Ha hecho estudios comparados de los modelos regulatorios de EE UU y UE y sus efectos?

–No lo estudié con detalle, pero las tendencias son bastante globales. Entre 1980 y 2008 hubo una tendencia desregulatoria general y desde la crisis financiera de 2008 la tendencia fue la contraria. Se está convergiendo hacia una mayor regulación.

–En su momento, el enunciado de las imperfecciones del mercado fue muy rupturista porque se había instaurado el principio de que todo el mundo toma las decisiones correctas en virtud de una información suficiente. ¿Es más acuciante en el sector financiero?

–Hay grandes virtudes en los mercados competitivos en los que la gente toma sus propias decisiones. Pero el mercado financiero es, por su propia estructura, extraordinariamente imperfecto. Por esto en el siglo XIX, sin regulación financiera, las crisis bancarias eran constantes. Pero se precisa una regulación adecuada.

–Ahora analiza las políticas públicas y ha diseñado un marco general para poder atribuir las ganancias o pérdidas de bienestar. ¿Es éste el baremo a seguir para evaluarlas?

–En los últimos dos años mi objetivo ha sido crear un marco para determinar cuándo una política pública es buena o mala. Está todo relacionado: la búsqueda de la eficiencia y del bienestar. Por ejemplo, una política tributaria de subida de impuestos con redistribución puede tener ganancias o pérdidas de bienestar: unos pagan más, pero en el futuro puede tener asegurada una mayor cobertura de sus riesgos. Hay diferentes motivos por los que se pueden producir esas pérdidas y ganancias según qué personas. Esas ganancias y pérdidas se pueden cuantificar y el método se puede aplicar a muchos tipos de políticas, sea impositivas, de inversión (por ejemplo, construcción de ferrocarriles), gasto público y otras.

–¿Ahora las decisiones son más intuitivas o a ciegas?

–Hay que hacerlo más sistemáticamente EN todos los niveles. Hay políticas en las que hay más tradición de evaluar. Yo no me pronuncio sobre políticas concretas porque ésa es una decisión de la ciudadanía y de los políticos. Yo actúo como un consultor de calidad. En EE UU, siempre que una ley afecta al presupuesto tiene que tener un proyecto. Pero esto solo mide el impacto recaudatorio –si es una decisión tributaria–, pero no su efecto en el bienestar.

–¿Siempre hay ganadores y perdedores?

–Siempre. Si hay más ganadores que perdedores, puede ser una buena política. Pero hay que identificarlo y determinar por qué ganan los ganadores.

–Esta metodología ¿sería aplicable al sector privado?

–Se podría, pero la premisa es que las empresas y los individuos siempre harán lo que resulte mejor para ellos. Por lo tanto, en este ámbito es más trivial: ya hacen lo que les interesa. Es más interesante aplicarlo en un contexto de un amplio número de empresas e individuos que interactúan en un mercado. La agregación es un problema importante en la economía

–Aborda con ello también cuando puede haber intereses divergentes entre generaciones, sea el modelo de pensiones, el cambio climático y otros.

–Va a ser problemático cómo va a ser el impacto de determinadas políticas que se adoptan hoy y cómo hacer políticas que mejoren el bienestar general y futuro. Son preguntas difíciles, pero se pueden contestar.

–¿Puede haber un conflicto intergeneracional por ello, como a veces se vaticina?

–Hay políticas –caso de la Seguridad Social– que tienen un fuerte componente intergeneracional, y en las que unas generaciones pueden resultar beneficiadas y otras –las presentes y futuras– que tendrán que afrontar el pago. Se pueden identificar quiénes serán beneficiados y quiénes perjudicados.

–Trabaja sobre los eurobonos justo cuando Mario Draghi demanda en su informe reciente que la UE acometa una enorme inversión de hasta 800.000 millones entre dinero público y privado para garantizar la competitividad del área con emisión de deuda conjunta.

–La pregunta es si tiene sentido el mecanismo conjunto y en qué condiciones. Los países más fuertes tienen tendencia a perder en estos casos porque participan con países con peor calificación crediticia. Estoy trabajando en qué condiciones los países estarían interesados en participar. Es un proyecto nuevo, aunque mi interés viene de 2016.

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