Entrevista | Julio Ceballos Rodríguez Consultor de negocio especializado en China y escritor

"Trump es un genio o un mercachifle, no puede haber término medio"

Julio Ceballos Rodríguez (Reinosa, Cantabria, 1979) es un consultor de negocio especializado en relaciones comerciales internacionales y en China. Acumula 19 años de experiencia en el gigante asiático haciendo negocios y ha plasmado parte de su aprendizaje en el libro "El calibrador de estrellas", que presentó hace unos días en el Club LA NUEVA ESPAÑA

Julio Ceballos, en Oviedo.

Julio Ceballos, en Oviedo. / FERNANDO RODRÍGUEZ

Pablo Álvarez

Pablo Álvarez

¿Qué papel desempeña China en toda la política económica de Donald Trump?

El papel de China es decisivo porque no se puede entender la globalización sin ella y los aranceles precisamente lo que hacen es entorpecer la globalización. China sigue siendo la fábrica del mundo, es el eje de todas las cadenas de suministros globales, aparte de un elemento logístico clave porque siete de los diez puertos con más actividad del mundo son chinos.

Trump piensa en China de manera prioritaria…

Sin duda. Los aranceles empezaron hace ocho años, con el primer mandato de Donald Trump. La primera guerra arancelaria era una manera de reducir la dependencia que tiene la economía estadounidense de la economía China. Trataba de reducir esa dependencia, de contener el ascenso económico de China y de frenar el desarrollo tecnológico de China.

¿Resultados?

Han pasado años y los flujos comerciales entre Estados Unidos y China han descendido un 16 por ciento, pero siguen siendo los dos países con una mayor interconexión comercial. No hay dos países que comercien tanto entre sí como Estados Unidos y China. Tanto es así que la cantidad de dólares que tiene China en sus manos es mayor que la que tiene la Reserva Federal Americana, y eso es casi una cantidad equivalente al déficit comercial que tiene Estados Unidos con China.

¿Y ahora?

China y Estados Unidos siguen siendo las dos naciones más trabadas comercialmente, y los otros dos objetivos que tenía Trump no se han cumplido. China es hoy más poderosa y más rica. No es sólo que Estados Unidos no haya logrado frenar el desarrollo tecnológico de China, sino que China, como en otras muchas ocasiones a lo largo de su historia, ha hecho de la necesidad de virtud y hoy es más autosuficiente tecnológicamente de lo que era hace ocho años.

¿A dónde nos van a conducir estos aranceles espasmódicos?

Hay teorías para todos los gustos. Hay analistas que dicen que esto no deja de ser una muestra exagerada de potencia y de agresividad, para luego poder negociar mejores términos con cada país de manera bilateral, pero con un interlocutor ya debilitado por el primer golpe. Prueba de ello es que uno de los países al que Trump ha aplicado aranceles más altos es Vietnam, y el presidente ha llamado a Donald Trump. No deja de ser paradójico que el líder de una nación comunista le pida a la supuestamente economía más abierta y libre del mundo que por favor restablezca las relaciones. Ésa es una idea: que todo esto obedece a una táctica de negociación, y tantos cambios por parte de Trump parece que la avalan.

¿Y la otra?

Que esto lo que va a hacer es desacelerar la globalización y regionalizar los intercambios, de manera que se establezcan una suerte de bloques de países que comercien entre sí.

¿Los planes de Trump son geniales o descabellados?

Soy incapaz de entender su estrategia. Quizá es un genio y utiliza una serie de esquemas mentales de psicología inversa que se me escapan, y está mirando a 15, 25, 30 años vista, cosa que dudo mucho. O quizá es sencillamente un absoluto torpe, un mercachifle. No puede haber término medio por el tipo de personaje que es. Como no estoy en condiciones de comprender la primera hipótesis, tengo que inclinarme más por la segunda.

Y además de neutralizar a China, ¿qué interesa a Trump?

Trump quiere responder de manera contundente a unas reglas del juego que ya no marca sólo Estados Unidos. La primera premisa es intentar recuperar la voz cantante a nivel internacional y demostrar que Estados Unidos, y eso es cierto, sigue siendo primera potencia económica mundial con una capacidad de negociación muy por encima de la media. En esta línea, está buscando varias cosas..

Que son…

Un nuevo esquema de alianzas en el que sus aliados contribuyan más de lo que venían contribuyendo en cuestiones de, por ejemplo, seguridad y defensa.

Ahí algo de razón tiene…

Sí, además los propios afectados lo han reconocido. Otros países no han tenido que gastar excesiva parte de sus presupuestos en defensa y seguridad porque ya les concedía ese paraguas Estados Unidos. Y Donald Trump lo que viene a recordarles es que el paraguas es suyo y puede cerrarlo cuando le apetezca. Segundo objetivo de Trump, equilibrar los déficits comerciales. Y el tercero, concentrarse en la región Asia-Pacífico.

¿Y sobre Rusia?

Intenta atraer a Rusia de vuelta a la órbita occidental, de manera que no represente un peligro tan grande para Europa. Trump está buscando una fractura entre China y Rusia, está poniendo a prueba lo que es una amistad sin límites para poder concentrarse en Asia-Pacífico.

Pretende restar preponderancia al eje Rusia-China…

Exacto. El problema es que el mundo ha cambiado, y que hoy día los BRICS (asociación de países conformada inicialmente por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) como grupo geopolítico acumulan una riqueza equivalente a la del G7. Si al BRICS le añades la nueva ampliación, que incluye a Indonesia y Arabia Saudí, ya no te digo nada. Y suenan como candidatos a engrosar ese grupo Turquía o México. Trump se arriesga a que ex socios de Estados Unidos se alíen entre sí y el declive de Estados Unidos se acelere. Todo ello es una jugada muy arriesgada que puede resultar contraproducente.

En el peor de los casos, ¿qué puede pasar?

Los aranceles son paraguas que pueden resultar muy útiles. Te pilla un chaparrón en mitad de la calle y, si tienes un paraguas, lo abres y te puedes quedarte debajo unos minutos o, si arrecia, incluso una hora. Pero no puedes quedarte a vivir debajo del paraguas. Los aranceles permiten a un país defenderse de manera temporal de productos que estén generados con una lógica de dumping, por debajo de coste; o proteger productos nacionales. Pero, pasado un tiempo, lo que consigues es lo contrario: esos mismos aranceles generan una suerte de mercado artificial en el que, por no competir o por competir de forma falseada, las compañías nacionales atrofian su músculo innovador.

¿Y qué es lo mejor que puede pasar?

Que logre poner las pilas al tejido industrial americano para que esté en condiciones, una vez eliminados los aranceles, de competir en mejores condiciones que ahora. O sea, un estímulo para los productores interiores. Ésa es la primera lógica ventajosa, junto con la capacidad recaudatoria, que venga a aliviar de alguna manera la inflación que van a tener que pagar los estadounidenses. Pero, aun así, Trump enfrenta un problema del que entiendo que está muy bien asesorado, y es que buena parte de la componentística y de los accesorios, incluso si se empiezan a producir muchos de los productos que se subcontrataron a China, van a seguir viniendo de China. No se puede sacar a China de la ecuación.

Y menos de un día para otro…

China está totalmente integrada en las cadenas de suministro, especialmente en los nodos críticos. Además, Estados Unidos no dispone de la mano de obra cualificada para poder asumir la reintegración o la recuperación de esas cadenas de suministro. Es verdad que eso es una cuestión de formación, pero formar exige tiempo. No se resuelve en un par de años, no se resuelve en algunos perfiles, ni siquiera en cinco años o en una década. Otra posibilidad positiva sería que aquellos que quieran comerciar en Estados Unidos y vender sus productos en Estados Unidos, que sigue siendo el principal mercado de consumo de muchos productos, tengan que implantarse en Estados Unidos. Y un riesgo es que estos movimientos inflaccionen de tal manera la lista de la compra de múltiples productos y la propia cadena industrial ya establecida en Estados Unidos, que la economía americana entre en recesión, con todo lo que eso supone.

Pedro Sánchez busca lazos más estrechos con China y al Gobierno de Trump no le gusta.

La estrategia de estrechar lazos con China en el siglo XXI es siempre una buena estrategia. Vivimos en un mundo cada vez más multipolar en el que ya no hay un solo gendarme, ya no hay solo un hegemón, ya no hay un único foco de toma de decisión. Y tener relaciones buenas, cordiales, frecuentes y estrechas con la segunda potencia mundial es siempre una buena estrategia. Eso va a redundar en captar o facilitar la captación de más inversiones chinas para que se establezcan aquí y no tengamos que importar tanto de China. Ayudará en pequeña medida, no hay que esperar grandes milagros, a reducir el déficit comercial con China, que es brutal: por cada euro que vendemos a China importamos productos por valor de seis euros. Y luego hay una capa adicional: en la actual situación de hostilidad comercial entre la UE y China, la UE ha establecido aranceles a los vehículos eléctricos chinos. Pedro Sánchez intenta obtener ventaja y colocar a España como interlocutor cualificado de China ante la UE, lo cual es un movimiento muy inteligente. Y probablemente él, por sus particulares atributos políticos, pueda estar en condiciones de negociar con los chinos teniendo muy en cuenta dos cosas, dos grandes líneas rojas: una, que formamos parte de la UE y que la UE tiene que ganar en una política exterior común sin fragmentaciones, sin salidas de la línea prepactada en Bruselas. Y dos, que decir en Pekín una cosa y luego hacer otra distinta en Bruselas es algo que los chinos lo penalizan mucho. China está buscando socios predecibles y colaboradores. También busca gente dispuesta a conciliar y ayudar a resolver los problemas actuales, pero lo que quieren es predecibilidad. Es decir, que se cumpla lo que se ha dicho y que se haga lo que se ha dicho en uno y otro foro. Bandazos y volantazos son cosas que los chinos no digieren en absoluto.

¿Qué recomienda a una región como Asturias en su relación con China?

China no es para todo el mundo, no todo el mundo está en condiciones de desarrollar mercado en China. Pero las principales empresas asturianas con capacidad de desarrollo de mercado en China ya han estado en China o ya tienen negocios en China, y la mejor prueba quizás sea una de las empresas emblemáticas de esta región, Alsa, que fue pionera en ese país y fue antes que ningún otro. Los asturianos tienen fama, con motivo, de pioneros y de gente emprendedora. Lo que sí recomiendo es que quienes están en China evalúen posibilidades de desarrollar mejor, de potenciar su presencia allí, porque es una tarta que no deja de crecer. Es muy competitiva, muy contradictoria, muy exigente, pero no deja de crecer.

¿Si fracasas hay segunda oportunidad?

A quienes estuvieron en China o lo intentaron hace 1, 15 o 20 años, y no les salió, les aconsejo volver a intentarlo, porque China cambia cada cinco años, es un mercado completamente distinto. Y a aquellos que no lo han intentado y que tengan ya un perfil internacional, que ya estén en otros mercados, que valoren qué tienen hoy que puedan ofrecer a los chinos y que los chinos necesiten y que no les estén ofreciendo otros. Hoy China es un país mucho más abierto a la inversión y esto es clave. Precisamente las tensiones que empiezan a llegar del Atlántico obligan a la UE a renegociar y a recalibrar los términos en los que se relaciona con China.

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