“Consigue un trabajo en el que te paguen bien y aguanta con lo que te echen”. Más de uno habrá recibido este consejo a lo largo de su carrera profesional. Si no de sus padres, de sus abuelos o de su entorno más cercano. Probablemente, aún habrá muchos con este pensamiento, pero las nuevas tendencias laborales hacen pensar que el ‘vivir para trabajar’ ya es cosa del pasado. En los últimos años, y más aún acentuado por la COVID, la búsqueda de un equilibrio entre vida personal y profesión se ha priorizado. Ante este panorama, cada vez se hace más fuerte el conocido como salario emocional.

“El salario emocional representa los beneficios no económicos que obtenemos del trabajo, cambian nuestra percepción y nos ayudan a conectar con nuestra organización”, describe Manel Fernández, profesor de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), coach de empresas y especialista en trabajo. Es decir, se podría considerar salario emocional medidas como ofrecer seguros de salud a los empleados, cheques restaurante, e inclusos descuentos para el gimnasio. No obstante, para Fernández quedarse tan solo en beneficios materiales sería superfluo e incorrecto. El verdadero salario emocional va mucho más allá. “Cuando la empresa me da autonomía y potencia mi creatividad, me ofrece formaciones que me hacen crecer profesionalmente, me ayuda en mi crecimiento personal y profesional. La suma intangible de estas cosas es lo que forma el salario emocional”, explica.

Diferenciar salario emocional de derechos del trabajador

En este sentido, Fernández apuesta por el salario emocional inmaterial, ya que a su juicio, éste da mayores resultados a la larga. “El salario material físico es un estímulo al cual la gente se acostumbra y con el tiempo no lo ve como un beneficio y lo asocia con un derecho. El inmaterial es un estímulo diario”. Esta visión también la comparte Eduardo Martín, CEO de Alares, que recuerda que no hay que confundir el salario emocional con los derechos fundamentales de los trabajadores. “El salario emocional va mucho más allá de lo que marca la ley. Son emociones que van unidas al orgullo y sentimiento de pertenencia de una empresa, su ADN, su cultura corporativa”. 

Pero seamos sinceros, el dinero sigue siendo un factor clave a la hora de buscar trabajo. Según el estudio ‘Randstad Employer Brand Research 2021’ el sueldo se posiciona un año más como el factor más importante para elegir una empresa en la que trabajar. En este punto, Fernández señala que el salario emocional jamás se debe plantear como un sustituto del sueldo. “A la gente hay que pagarle de forma justa (...) las empresas que utilizan estas prácticas para completar sueldos bajos están realizando una mala praxis, que no tendrá mucho recorrido”, sentencia.

Múltiples beneficios para la empresa

El concepto de salario emocional a priori parece estar concebido para aumentar la satisfacción laboral de los trabajadores. No obstante, son muchos los beneficios de los que puede disfrutar una empresa si decide implantarlo en su plantilla. Así, estas políticas de bienestar pueden reducir hasta un 18% el absentismo y un 13% las bajas por estrés, según refleja un estudio de Alares. “Hemos comprobado que aumenta la competitividad de la empresa, ofrece un entorno saludable y mejora la gestión de conflictos hasta en un 64%”, explica Martín. 

Además, el salario emocional también resulta clave a la hora de retener el talento. Según datos del mismo informe, la retención de talento mejora hasta un 19% y la captación de personal asciende hasta un 21%. En este sentido, Fernández aclara que se debería hablar de “enamorar” al usuario interno, en vez de retener el talento. “No se trata de retener, sino de enamorar. Si existe una empresa de la que sus trabajadores hablan bien (Employing Branding) es una organización donde la gente quiere trabajar y es más fácil cubrir los puestos claves”, comenta.

Sin embargo, aunque parezca que los beneficios tanto para el trabajador como para la empresa están claros, muchas empresas aún se resistían a implantar estar prácticas. O por lo menos así era hasta la llegada de la pandemia, que ha supuesto un cambio de paradigma en las relaciones laborales. “Esta pandemia ha provocado que nos cuestionemos ciertas cosas y muchas empresas han entendido que hay que poner a las personas en el centro. (...) Se han dado cuenta de que existe el usuario interno que es el que hace que las cosa salgan adelante y es el trabajador”, explica Fernández. 

Para aquellas empresas que se quieran iniciar en el salario emocional, Martín aconseja realizar una escucha activa de la plantilla para detectar cuáles son sus necesidades de forma individual. “Tras la escucha, hay que encontrar fórmulas que sean capaces de aglutinar esos servicios personalizados. (...) Y Nunca debemos olvidar que todos queremos que nos quieran y se preocupen por nosotros”, finaliza Martín.