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Crisis del coronavirus

¿Ha aprendido a hornear pan?, por Martí Saballs

La transformación en los hábitos de consumo se están acelerando más rápido de lo que parece

Pan en proceso de elaboración.

Cocinar más en casa, aprender a hornear pan y pastelitos, comprarse una mascota, llenarla de flores y plantas, seleccionar con más detalle y atención la empresa de reparto de comida, redecorar las habitaciones con muebles de procedencia identificada, empezar a entusiasmarse preparando el próximo viaje de mochila y tienda de campaña para poder ver las estrellas, acercarse a una ONG para realizar colaboraciones temporales, cambiar el coche diésel o de gasolina por uno híbrido o eléctrico, usar más el transporte público, ir más a la biblioteca para coger libros prestados, practicar deporte sin necesidad de llevar el cuerpo al extremo de la extenuación, cambiar de colchón y de sábanas... La pandemia sigue originando toda una literatura, unido a múltiples estudios de márketing, sobre cómo los ciudadanos van cambiando sus hábitos de consumo. ¿Seremos más selectivos y sobrios a la hora de comprar? ¿Será verdad que finalmente decidiremos reducir la ropa de nuestros armarios para intentar vivir con menos? ¿Comeremos mejor, de forma más saludable? ¿Estamos saliendo a cenar fuera con la misma alegría que antes?

Es cierto que muchos de los viejos hábitos prepandemia han regresado, incluso de manera exponencial. Basta pasearse por las calles de moda de las ciudades españolas para atestiguar que hay ganas de fiesta y pasárselo bien. Las colas kilométricas en las salidas de las grandes ciudades antes del fin de semana demuestran que, por ahora, la subida de los precios de los carburantes no afectan lo que se podía esperar. Los restaurantes de moda necesitan reservarse con mucho tiempo de antelación. En muchos piden ya una paga y señal que no se devuelve en caso de que no se avise de la cancelación 24 horas antes. ¿Viajes? Han vuelto. Y cuanto más sea la aventura, mejor. Paradójicamente, las agencias más especializadas en viajes exóticos por montañas y selvas donde no llega el wifi, viven una nueva etapa dorada. Más Samarkanda, menos Nueva York.

La transformación en los hábitos de consumo se está acelerando más de lo que parece. Antiguamente, iban en paralelo a medida que las innovaciones tecnológicas mejoraban el estilo de vida y permitían entrar en la era del ocio. La economía colaborativa fue una de las grandes respuestas a la crisis financiera iniciada en 2008 que se ha consolidado. En ‘activos’ desarrollamos hace unos números el fenómeno del ‘couchsurfing’. Viajar por el mundo a través de una red de invitados que deja un sofá para que puedas dormir unos días a cambio de poder realizar ligeras labores en la casa. Las nuevas generaciones son expertas en surfear Internet para lograr los mejores chollos para volar, aunque tengan que realizar tres transbordos. Otro fenómeno: también se ha generalizado el mercadillo de segunda mano vía web independientemente del nivel económico de las personas. Casi todo se puede comprar o vender hoy de segunda mano a buenos precios. Un problema para las marcas de toda la vida en sectores muy diversos que se escurren el cerebro para intentar acercarse a nuevos clientes. La publicidad de hoy ya no tiene nada que ver con la de hace veinte años. 

A propósito de la crisis energética que, si se cumplen los peores augurios (Rusia cierra la distribución de gas y Alemania entra en una dura recesión invernal que arrastrará al resto de Europa) se recrudecerá, nuestros hábitos de consumo también cambiarán. No tanto para que tengamos que llenar nuestra casa de velas (por si acaso); pero, sin duda, preparémonos para acostumbrarnos a vivir en ellas con temperaturas inferiores a veinte grados en invierno. "No somos accionistas de... Apagad las luces" les digo a mis hijos cuando se despistan y dejan alguna luz encendida. Ya lo han comprendido. Aprenderemos a consumir menos energía a la espera de que la gran ilusión y esperanza de la presidenta y cofundadora de Holaluz, Carlota Pi, se cumpla cuanto antes: "Llenar de placas solares los tejados de las viviendas españolas" para que la energía del sol nos salve. Así afirmaba sus objetivos en un encuentro ‘afterwork’ organizado por El Periódico. Para Pi, la revolución de las placas solares equivaldrá a la que ha ocurrido con el desarrollo del teléfono móvil por todo el planeta.

Habrá nuevas disrupciones tecnológicas que seguirán afectando a cómo trabajaremos, consumiremos y viviremos en los próximos años. Seguro que seguirán aumentando las desigualdades y desequilibrios sociales por ingresos y nivel socioeconómico y por zonas geográficas. Aún, consumir ecológico y consumible es más caro que zamparse comida basura repleta de azúcares o sal. Los coches eléctricos no están al alcance de cualquier bolsillo. A comienzos del siglo XX los carros tirados por caballos aún convivían en ciudades como Londres al lado de los primeros vehículos. Las transiciones cuestan. No hemos visto aún nada sobre los efectos de las redes sociales en nuestra sociedad. Que las empresas estén ya generando productos y servicios en el metaverso indica hacia donde puede acabar dirigiéndose parte de una sociedad que escapará de la vida real para inventarse ficciones. Nada será igual. Aún nos seguiremos sorprendiendo.

Por Martí Saballs, director de Información Económica de Prensa Ibérica

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