En esta pandemia se ha hablado mucho del comportamiento ejemplar de los niños durante el encierro e incluso ha habido autoridades, como la Comunidad de Madrid, que han premiado con la Gran Cruz de la Orden del 2 de Mayo esa “conducta ejemplar al servicio de la sociedad durante la pandemia”. Y hace unos días, la ministra de Educación Isabel Celáa, al ser preguntada sobre si seguiría siendo necesario el uso de mascarillas en el aula el curso que viene, afirmó que “los niños se sienten como héroes llevándola”.

Una sociedad que no educa con la infancia

Como decía Mar Romera en una entrevista, “foros en los que se dignifique la infancia tendría que haber muchísimos más. Me encanta que en ocasiones no seáis políticamente correctos, os permitís entre líneas defender a los más pequeños que no siempre son los que más interesan”.

La gran experta aboga por “educar con la infancia y no para la infancia”. Y precisamente ese “con”, ese reconocer a la infancia como un colectivo con derecho a defender sus propias necesidades e intereses, parece estar ausente en los premios y las alabanzas al “comportamiento ejemplar” de los niños y niñas en la pandemia.

Al igual que no parece que sea escuchada su voz cuando, como nos decía Alberto Soler en una entrevista, “muchas veces decimos que los niños son muy resilientes, y es cierto, pero no debemos abusar de esa resiliencia”. Que los niños y niñas se adapten mejor a las situaciones no supone que no les afectan. Y esta afectación es lo que no se está reconociendo cuando se elogia su buen comportamiento o se llega a decir que se sienten héroes llevando mascarilla. Una afirmación que, como a nosotras, enfadó mucho a Alberto Soler en Twitter.

Medidas necesarias, pero que afectan de lleno al desarrollo de la infancia y la adolescencia

Porque en el fondo con declaraciones así, con apelaciones a su buen comportamiento, dejamos de hablar del impacto que el distanciamiento social, la limitación de la vida social o las mascarillas están teniendo en niños, niñas y adolescentes. Por muy necesarias que sean estas medidas, no podemos ignorar el impacto que tienen en la infancia. Y de él hemos hablado, por ejemplo, con Pepa Horno, que en una entrevista se mostraba preocupada por tres tramos de edad: la primera infancia, la adolescencia y los mayores.

En cuanto a la primera infancia, apuntaba que los niños de 0 a 6 sufren “el riesgo real de daño en su desarrollo sensorio motriz por la falta de movimiento y contacto físico. Y el desarrollo sensorio motriz sabemos que es la base del desarrollo, por lo que las consecuencias en el desarrollo de estos niños de la carencia de estimulación, de movimiento y de contacto físico son a día de hoy imposibles de medir”.

En cuanto a la adolescencia, Pepa Horno explica que “los chicos y chicas han perdido las dos condiciones que son necesidad en ese tramo de edad: la socialización, especialmente en grupo e incluyendo las primeras relaciones afectivo-sexuales y la gestión autónoma de su ocio”.

Más empatía, por favor

En este espacio, para resolver problemas o conflictos en casa con nuestros hijos (y no por nuestros hijos) siempre recomendamos primero mostrarse empático con los niños y niñas y luego buscar soluciones juntos. No parece descabellado reclamar esta empatía y esta disposición a resolver un problema en colaboración con el colectivo afectado. Y es justo lo que más echamos de menos en la gestión de esta pandemia: que se escuche la voz de la infancia y la adolescencia y se reconozcan sus necesidades, en lugar de limitarse a alabar su supuesta heroicidad.