Después de que José María Figaredo, número uno en la lista de Vox resumiese que "Vox son sólo dos ideas sencillísimas, España y libertad", el presidente del partido se extendió en la defensa de la utilidad del patriotismo y en una llamada enardecida a "reconquistar para España su unidad nacional y para los españoles su libertad y la igualdad". Ante una multitud entregada que llenaba las más de 2.100 butacas del Palacio de Congresos de Oviedo y que dejó fuera a varios centenares más, Santiago Abascal pasó de "España y libertad" al discurso recentralizador que suprimiría los diecisiete parlamentos autonómicos, al alegato conocido a favor de la regulación de la inmigración y el control de fronteras o a la arenga nacionalista que no se resigna a "plegarse, agachar la cabeza y dar las gracias" entregando "toda la soberanía a los 'Estados Unidos de Europa'".

Los asistentes al acto de lanzamiento de la campaña de Vox en Asturias, una demostración de fuerza y poder de convocatoria, llenaban todo el espacio disponible algo menos de media hora antes de la hora fijada para el inicio del mitin. Los centenares que no pudieron entrar, y que también llenaban la explanada exterior, se tuvieron que conformar con la liturgia habitual del líder de Vox perorando subido sobre peana y megáfono en mano. Pidiéndoles disculpas por no poder acogerles dentro. "Da igual cuántos escaños saquemos el día 28", les dijo, lo que importa es que "serán escaños que representarán a españoles conscientes del momento de emergencia nacional que estamos viviendo". "La unidad nacional es sagrada para los españoles", remató. "No se discute, no se dialoga y no se negocia, se defiende hasta las últimas consecuencias". Escuchaba, dentro y fuera, un crisol heterogéneo de edades y extracciones sociales, de los previsibles jóvenes con chaleco y gomina a toda la gama de los jubilados, de las familias con sus niños a los inmigrantes latinoamericanos, algún "chapiri" o gorro de legionario con borla y una muestra casi completa del puzzle social con abundancia monocorde del rojigualda en la simbología.

Fuera, entretuvieron la espera entre vivas al Rey y a España; dentro, jalearon las intervenciones de Figaredo y Abascal, del presidente de Vox en Asturias, Rodolfo Espina, y José Antonio Ortega Lara, el exfuncionario de prisiones secuestrado por ETA que se cuenta entre los fundadores de Vox, con flamear de banderas de España y gritos de "presidente, presidente". En escena, detrás de la tribuna de los intervinientes, en la pantalla lo resumía todo un "Por España" con la bandera ondeando también en el interior de las nueve letras.

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"Bables" y reconquistas

Para que se hicieran cargo del tipo de mitin, proclamó que "quieren que los bables sean obligatorios para que os sintáis especiales, pero lo que hace especial a Asturias es que esto es España y lo demás, tierra conquistada". Abascal obsequió a la concurrencia, que sabía ganada de antemano, con un discurso de asimilación sencilla que llamó a "la rebelión de lo obvio". Sabía también, les dijo, "que no estáis aquí por nosotros, sino por España", por una España que tiene "más fuerza de la que pensamos", que "lleva mucho tiempo a merced de los separatistas y con sus libertades pisoteadas por los comunistas y los progres". Vox, añadió su presidente, "va a triunfar el día 28 porque dice cosas normales". Y se alargó en las referencias que quisieron justificar por qué "Vox defiende el sentido común y ha venido a decir la verdad". El sentido común "vale para todo", proclamó en su definición de "lo obvio". "Es de sentido común sentirse orgulloso de la patria de uno, no odiarla y querer romperla. Es de sentido común decir que nos basta un solo parlamento, no diecisiete que se dedican a hacernos desiguales. Es de sentido común", remató con la metáfora conocida, "dejar las puertas de casa cerradas" y que un país tenga medios "materiales y jurídicos para defender sus fronteras o para preguntar a qué viene al que llama a su puerta". Defendió así la obviedad de su proclama favorable a "regular la emigración en función de las necesidades de la economía nacional" y distinguió entre inmigrantes: "No se adaptan igual quienes llegan desde los países hermanos iberoamericanos que los que vienen de otros esquemas de religión..."

El voto útil y el "bumerán"

El resto de su alocución puso en la diana a sus competidores en la carrera electoral, a los que acusó de "mentir de manera sistemática" y de haber "perdido el control". No habló de las armas, pero la emprendió contra Albert Rivera, que "ha llegado a decir", ejemplificó, "que Vox propone tiroteos en los colegios". Adelantando una parte de la munición dialéctica que empleará en su estreno en el debate a cinco del martes 23, Abascal llamó "ilegítimo presidente de España" a Pedro Sánchez, recordó que el PSOE -"un problema" para el país- "ha pactado con ETA y los separatistas" y "ha cometido fechorías en esta provincia" y guardó para el PP la advertencia sobre su llamada al "voto útil" frente a Vox. "Igual el voto útil no es el suyo", aventuró el ex dirigente popular. "Esa estrategia es un bumerán que se va a volver en su contra".

Para cuando el líder de Vox llegó a ese punto, Ortega Lara ya había hecho bandera del "voto necesario o patriótico" frente al discurso del "voto útil" y había condensado la urgencia del respaldo a la formación ultraconservadora para la recentralización de competencias -citó la sanidad, la educación, la justicia y la seguridad interior- o la reforma del Estado autonómico. También había cuestionado la financiación pública de los partidos políticos, que "se han convertido en una estafa, en cajas de recaudación", y había defendido la agresiva política de rebaja fiscal de la que hace bandera Vox.

En esa zona del programa incidió en su turno José María Figaredo, que abanderó la libertad para "poder hacer con nuestra propiedad privada lo que nos dé la gana, sin que nos metan la mano en el bolsillo", y cargó contra la candidata del PSOE, Adriana Lastra: "Quieren que votemos a alguien que lo máximo que ha hecho ha sido afiliarse al partido con dieciséis años. ¿Queremos eso?" "No defraudaremos", le había acompañado Rodolfo Espina, que ve "muchas posibilidades" de hacer realidad su proclama muy de Semana Santa: "A Moncloa con Santiago". Todo acabó, cómo no, con el himno en pie.