Pablo Iglesias, descorbatado y con mucha moderación, hizo de la Constitución el preámbulo de todas sus intervenciones. Sacó pecho para reclamar la parte que le toca en los logros que intenta rentabilizar Sánchez, como el incremento del salario mínimo. El presidente le agradeció esas aportaciones, pero el tono de concordia entre ambos se rompió cuando Iglesias reprochó al PSOE su proximidad a la "cloaca".

Albert Rivera fue el más agresivo de los cuatro, un tono contundente, a ratos teatral, que le dio gran protagonismo. Su voz apostillaba por debajo las intervenciones de Sánchez y, en ocasiones, las de Iglesias. Se mostró combativo incluso con Casado, a quien insistió en ofrecer pactos, y fue el más prolífico en gráficos y carteles. Presentó a Iglesias como el futuro vicepresidente si Sánchez gana.