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La fragmentación del voto de la derecha destroza al PP en la "España vacía"

Los populares pierden en favor de Cs y PSOE la mitad de su respaldo en las provincias pequeñas, donde Vox echa a perder 500.000 sufragios

La fragmentación del voto de la derecha destroza al PP en la "España vacía"

Cuando Pablo Casado recomendó a Vox renunciar a presentarse en las circunscripciones pequeñas, sabía que no colaría y por qué lo decía. En las provincias que reparten cinco escaños o menos, a las que súbitamente se había desplazado en estas elecciones el escenario más cruento de la batalla electoral, pasó finalmente más o menos lo que los finos analistas adelantaron que podía suceder. La fragmentación pasó singularmente aquí por encima del PP. En las 26 provincias donde se reparten 101 diputados, hasta el domingo feudos monolíticos del bipartidismo, abrumadoramente populares en 2016, el partido de Casado se dejó esta vez la mitad de lo que tenía. Pasó de 51 escaños a 26, dejó pasar a Ciudadanos, que convirtió sus tres en diecinueve, y efectivamente echó a perder la mayor parte de los votos de Vox: el más de medio millón de papeletas con el que el partido de Abascal irrumpió en la "España vacía" no le dieron más que dos escaños por Valladolid -el único en toda Castilla y León- y Ciudad Real. Así es el sistema electoral español.

Es cierto pues que la España despoblada, el castigado paisaje interior de las dos Castillas, Aragón o Extremadura, ha tomado serias decisiones en las urnas del pasado domingo. El resultado de la ecuación hizo pescar al PSOE en el río revuelto de la derecha: del voto poco concentrado entre las tres opciones del otro lado salen escaños socialistas, que dan un vuelco al tablero y pasan a ser hegemónicos en la "España vacía", llevándose 42 de los 101 asientos en juego -venían de 29- y extendiendo el castigo a Unidas Podemos, que en estas circunscripciones suma cuatro escaños donde en las anteriores había obtenido quince.

Al final, el bipartidismo tradicional saltó por los aires en la España interior. Había resistido hasta 2016, cuando PP y PSOE se repartieron ochenta de los 101 escaños en liza, pero sale seriamente tocado de este 28 de abril: en el recuento de las generales del domingo, la suma de los dos grandes partidos baja a 68 y abre un significativo hueco para Ciudadanos como tercera fuerza a siete escasos escaños del PP.

Esta cita electoral peculiar deja a la vista en el escenario de la "España vaciada" las singularidades de un sistema que eleva deliberadamente la representación que tendrían las provincias más pequeñas si sólo se tuviese en cuenta la población. Los populares echaron en falta la concentración del voto en un espacio en el que la incertidumbre del resultado era acaso más evidente que en ningún otro. Lamentarán sobremanera los más de 570.000 votos casi "estériles" de Vox y, cosas del sistema, incluso podrán llegar a maldecir los entresijos de un modelo electoral en el que últimamente siempre habían sido ellos los más beneficiados.

El banco de pruebas de la España vacía ha sido en estas elecciones un laboratorio singularmente atractivo para los estudiosos. El partido se ha jugado en las pequeñas partes del todo, las que están por debajo de la media nacional de 6,7 escaños por provincia, pero no sólo. En Asturias, con los siete que le ha dejado la crisis demográfica, también el gran castigo ha sido para el PP y su coalición con Foro: en el desplome, de los casi 210.000 votos de 2016 a los 111.016 que reubican el suelo histórico desde 1979, puede que hayan tenido mucho que ver las fugas a Vox y a Ciudadanos, dos fuerzas ascendentes. El partido de Abascal gana un escaño con 71.280 sufragios, el PP se quedó a cerca de 26.000 de amortiguar la caída conservando el segundo de los tres que obtuvo en 2016.

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