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LA MIRADA CÓMPLICE ADRIANA LASTRA | Cabeza de lista al congreso por el PSOE

Adriana y sus hermanas

Retrato de familia de la candidata socialista a través de la "fuerza" y el "carácter" de la hija del medio, "la que siempre lo tiene más difícil"

Adriana Lastra, en primer término, con sus cuatro hermanas en la playa de San Lorenzo de Gijón. Por la izquierda, Arancha, Guiomar, Tatiana y Amanda Lastra. ÁNGEL GONZÁLEZ

Adriana Lastra, de dieciséis años, pidió dinero para el autobús. Aquello era Ribadesella algún día de la mitad de los años noventa, y el caso es que un amigo, eso contó, había sufrido un accidente y estaba ingresado en el hospital de Arriondas. La nobleza de la finalidad del préstamo convenció a la hermana mayor, que concedió el permiso y las pesetas. Adriana cogió el autobús. El problema fue el periódico del día siguiente, o más concretamente la fotografía de una manifestación de Juventudes Socialistas con un primer plano inoportuno y comprometedor. "No había amigo, no había accidente", era la constatación temprana de que los Lastra tenían en casa un proyecto de pequeña parlamentaria adolescente. Arancha Lastra, por edad la segunda de las cuatro hermanas de la candidata del PSOE, se acuerda mejor de la bronca que se llevó Adriana que del motivo de aquella protesta a la que asistió y que hoy, al cabo de 20 años y con Lastra en los carteles electorales del PSOE, viene bien para ilustrar el retrato de una afición, de una aptitud, de la pasión de floración temprana de la joven comprometida que se escabullía de casa para hacer política.

A vista de hermana mayor, aquella vocación y sus secuelas ya llevaban un buen rato a la luz cuando tiraron de Adriana hasta Arriondas. "Desde pequeña era la delegada de clase", desde muy temprano "se la veía venir". Había en algún lado una semilla de un ardor político poco común que Arancha sigue sin saber a ciencia cierta de dónde venía. En la familia "no había nadie metido en política" hasta que las dos hermanas pequeñas siguieron a Adriana a las Juventudes Socialistas y sí, "nos sorprendió que se involucrara tan pronto". Pudo ser causa o consecuencia que "desde muy joven hablara mucho con mi abuela. No es que le inculcara nada, creo yo, pero es verdad que a ella le gustaba saber cosas de la Guerra Civil, del abuelo que la perdió y que estuvo cuatro años en la cárcel, de la dictadura. La abuela era socialista sin ser militante? No sé, será que sintió la llamada", conjetura Arancha Lastra, que regenta una confitería en el barrio del Llano de Gijón.

Lo que sí es un hecho objetivo es que la hermana del medio "siempre lo tiene mucho más difícil". Y que la hermana del medio de cinco mujeres con catorce años de diferencia entre la mayor y la menor necesita un carácter para hacerse valer. En la casa familiar de la infancia, el padre taxista, la madre peluquera, la tercera hija vivía en esa clase de indefinición tan característica de quien "no era ni lo bastante mayor para tener toda la libertad que querría ni suficientemente joven como para ser el eje de todas las atenciones". Algo tenía que hacer. Y algo tiene que ver con eso, tal vez, el perfil que la segunda de las cinco, que le lleva seis años, que la ha visto crecer, dibuja alrededor de la candidata del PSOE.

Mirada con los ojos de Arancha Lastra, la hermana diputada y secretaria de Política Municipal del PSOE tiene "mucha fuerza, un carácter tremendo y un gran corazón. Se desvive siempre que puede ayudar y es una persona muy honesta, casi excesivamente responsable y capaz de llegar hasta el final cuando cree en algo". De niña se llevó aquella riña por la manifestación de Arriondas y "bastantes más", recuerda Arancha, porque al otro lado hay, además de todo lo mencionado, "mucho genio". La niña que "siempre se salía con la suya" también "pasa muy rápido de cero a cien cuando se le cruza el cable".

Pero la han templado los años, enlaza, y ahora que discute a menudo en televisión se la ve "más comedida", más serena y mesurada, pero nunca hay duda de que esa también es ella. Sin distorsiones demasiado evidentes, la imagen de la distancia corta y la que dan en la lejanía los medios de comunicación coinciden a los ojos de la hermana. Arancha reconoce sin problemas a la Adriana que "gesticula muchísimo con las manos, que al hablar abre mucho los ojos, que se expresa" con todo lo que tiene a mano y sigue defendiendo lo suyo con uñas y dientes, hasta el final. Será difícil, eso sí, que se traiga a casa la refriega política, porque allí "no se suele hablar de ello, no le gusta demasiado y lo respetamos". Este retrato empezará a estar completo en cuanto la hermana mayor mencione la curiosidad. La de las conversaciones con la abuela que a lo mejor enraizaron unas convicciones políticas y la de la "lectora empedernida" que creció después. "Tardó en aprender a leer, pero desde que empezó no ha parado, sobre todo historia y novela fantástica".

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