Para muchos asturianos, la insostenibilidad de las pensiones es una de las mayores preocupaciones. Es el caso del gijonés Ramón González, para quien el futuro del sistema de pensiones es muy incierto. "Tal y como están yendo las cosas, dudo que mis hijos y mis nietos puedan disfrutarlas", asegura este veterano, que durante años trabajó como tubero en el sector naval. Ahora, ya jubilado, reconoce que cobra una pensión digna, pero le preocupa que su cuantía se vea disminuida en unos años. "Hemos hecho cálculos y estimamos que de 2011 a 2017, desde que Zapatero las congelara y con los recortes del PP, las pensiones han perdido una media de 3.600 euros, con una pensión media de 1.000 euros al mes", señala González, que afirma que, de todo aquello, "el Gobierno nos pagó sólo con una media de 36 euros". "Nos engañan continuamente con el IPC, todos los Gobiernos de turno vienen engañando", asegura.

No obstante, lo que más le inquieta, dice, es la situación en la que quedará el país cuando sean sus dos hijos y sus tres nietos los que tengan que cobrarlas. "Mis hijos, gracias a Dios, trabajan, sí, pero en unos años no sé qué pensión van a recibir, desde luego no se parecerá a la nuestra", afirma el gijonés, que mira con desconfianza el plan de sostenibilidad que ha anunciado el Gobierno para después de las elecciones. "Ya se ha dicho que para asegurar las pensiones lo único que se puede hacer es reducir su cuantía o aumentar la edad de jubilación a los 67 años: ninguna de las dos es aceptable. Estoy temblando con lo que pasará", explica.

De opinión parecida es la jubilada Teresa Castro Fernández, también gijonesa, y extrabajadora de Obrerol, la empresa de confección textil para el sector industrial, de hostelería y sanitario. Allí trabajó durante más de treinta años, hasta que en 2009 un ERE la obligó, junto a muchos otros trabajadores, a prejubilarse con 55 años. Ella pudo cobrar una pensión digna, pero asegura que "a muchos de mis compañeros les pilló la ley del PP de 2013 y una vez que se les acabó el paro no pudieron cobrar nada después de 30 años cotizados". Castro no augura un futuro mucho más prometedor y, asegura: "Tengo miedo de que, con lo que están negociando los políticos ahora, haya un recorte en las pensiones venideras que afecte a mis hijos y, en un futuro, a mis nietos". Un problema al que hay que añadir, dice, la falta de seguridad laboral y el desempleo juvenil: "No quiero que mis hijos acaben en la calle. Yo cobro una pensión que me da para vivir pero trabajé muchísimos años y con una base sólida de trabajo, pero ellos, con empleos temporales y precarios, no tendrán cotización alguna".

La gijonesa Fabiola Quiroga también se suma a estas peticiones. Quiroga, que tiene 59 años y vive en el barrio de Gijón Sur, lleva toda su vida trabajando como empleada del hogar por horas. Ha estado alguna temporada desempleada pero reconoce que no le ha faltado trabajo. Eso sí, asegura, muy precario. "Las mujeres de más de 50 años que no tenemos estudios sufrimos mucha discriminación", señala la gijonesa, que afirma que "este perfil de mujer siempre acaba cayendo en el sector servicios, muchas veces limpiando casas". Un sector en el que, dice, "no se asegura al empleado ni hay estabilidad ni salarios dignos, y los convenios colectivos son mucho peores que los de otros colectivos". "Me gustaría que los partidos se fijaran en todos esos colectivos vulnerables, como los jóvenes y las mujeres, donde hay muchísima precariedad laboral", afirma.

Todos ellos participaron ayer en la manifestación convocada en Gijón por la Coordinadora Estatal en Defensa de las Pensiones, en las que un centenar de jubilados reclamaron pensiones dignas, blindadas en la Constitución y revalorizadas de acuerdo al IPC. "Luchamos por el futuro de los hijos y nietos", señalaron los presentes, que arrancaron la protesta en el paseo de Begoña.