"En el colegio de Meres se da una gran prioridad a una educación que enfatice los valores del esfuerzo, la tenacidad, el compromiso, el respeto, la seriedad y el orgullo de pertenencia. Nuestros alumnos crecen en estos valores". Son palabras de Antonio González García, director del Colegio Internacional Meres, centro donde no sólo se prepara de forma académica de una forma brillante, sino que su alumnado también recibe una excelente "preparación para la vida", en la que las normas de educación y urbanidad son prioritarias, y debería trabajarse tanto en las familias como en los centros educativos.

La buena educación, en el amplio sentido de la palabra, se está perdiendo. Normas de urbanidad, civismo y educación, cuya principal clave es no molestar y tratar al otro como a uno le gustaría que le tratasen. Hacer que el interlocutor o acompañante se sienta cómodo, mostrar respeto y cierta sensibilidad hacia sus sentimientos, creencias o formas de vida. Algunas normas se quedan obsoletas y otras varían dependiendo del país en el que uno se encuentre, sin embargo, devolver el saludo, estornudar con moderación, no hablar a gritos, no devorar la comida, dar las gracias o dejar salir antes de entrar son gestos universales que todo el mundo aprecia.

Para algunos, el secreto de los buenos modales reside en sentirse bien con uno mismo. Si no se está contento y se piensa que nuestros problemas son más importantes que los del resto, es complicado actuar bien de cara al exterior y al prójimo. Por ello, en el colegio de Meres se trabaja mucho para que sus alumnos no tengan problemas de autoestima. Sólo así, tratándose con corrección a ellos mismo, podrán comportarse así con su entorno.

Para que los niños y jóvenes se conviertan en personas sociables, autónomas y tolerantes y sepan desenvolverse de manera correcta en su entorno social, es fundamental que desde pequeños los padres y profesores establezcan una serie de límites y que ejerzan de guías en su comportamiento.

Para que éstos sean capaces de tener buenos modales, es importante que su entorno también los tenga. Los pequeños, sobre todo a edades tempranas, funcionan por imitación, por lo que, si sus padres y sus profesores son cívicos y correctos, ellos seguramente también lo sean. A partir de los 5 años se puede empezar a explicar a un pequeño lo que está bien y lo que no. Para ello ayudará mucho el indicarles cuando la conducta de una persona sea o no adecuada, ya sea por la calle, en el cine o en la televisión.

Otro punto a destacar es que, como ni los padres y los profesores van a poder estar toda la vida detrás de ellos para que actúen de manera adecuada, debe darse a estos menores las capacidades de autorregulación para que sepan desenvolverse según vayan cumpliendo años. Poner límites implica recalcar una serie de referencias durante el desarrollo de los niños que les ayudarán y orientarán en su crecimiento como personas. Para que esos límites no se sobrepasen, debe haber una autoridad guiando -en casa, los padres; en el colegio, los profesores-, marcando siempre las distancias, pero sin caer en el autoritarismo. Lo ideal es buscar el punto medio entre ser excesivamente autoritario o demasiado permisivo; siendo cariñoso cuando se puede serlo, y firme cuando se deba. Para llegar a este punto es importante que haya respeto entre ambas partes y tener bien establecidas las reglas de convivencia.

La importancia de las normas en los niños

Establecer normas proporciona sensación de seguridad a los niños. Saber lo que pueden o no pueden hacer y qué límites no pueden sobrepasar les da tranquilidad a la hora de actuar. Establecer unas rutinas en casa y en clase también les da la certeza de que van a ser atendidos cuando lo necesiten y de que sus necesidades van a ser cubiertas. Si desde pequeño se les dan unas pautas de comportamiento, a medida que vayan creciendo sabrán discernir entre lo que está bien y lo que está mal y será más fácil que se aleje de malas conductas. También les ayudará a crear su propia escala de valores en la que decidirán lo que es válido y lo que no el resto de su vida.

Establecer unas normas dentro de casa y en las aulas también hará que las cumpla fuera adaptándose así a la vida en sociedad. Unos límites claros ayudarán a los más pequeños a adaptarse a nuevas situaciones, así como a una convivencia basada en el respeto y la tolerancia hacia sí mismo y los demás, aprendiendo a portarse bien y a ser mejor personas. Asimismo, saber lo que no puede hacer y asumirlo propiciará que asimile el sentimiento de frustración cuando a lo largo de su vida no siempre le salgan las cosas como desearía. Estas normas deben seguir unas pautas como: ser coherentes y justas, estar adaptadas a los límites a la edad del pequeño y ser simples, concisas y sencillas; no imponer nada y dejar que, en ocasiones, elija; evitar contradicciones, mandar mensajes positivos, recompensar los logros y, sobre todo, jamás humillarle o ridiculizarle.

En el colegio de Meres son consciente de todo ello, y por eso trabajan a diario no sólo para ofrecer a sus alumnos una educación de garantías, sino también para que, ante todo, sean personas cívicas y educadas.