Hay niñas y niños de 10 años que nos darían toda una lección de cómo airear una mezcla de restos de comida y hojas secas, de cuándo hay que abonar el huerto para que crezcan fuertes las fresas y los tomates, o de qué tipo de microorganismos hacen que, por arte de magia, la basura orgánica se transforme en una tierra marrón fértil que apenas huele, que mejora las condiciones del suelo de cultivo y que se llama compost. Son los alumnos y alumnas de la Red de Escuelas por el Reciclaje de Cogersa, el programa educativo que integra este curso 2018-2019 a 241 centros educativos de todos los niveles de la enseñanza no universitaria y de toda la geografía asturiana. En total, unos 64.500 estudiantes.

Desde que se creó el programa, que ya cumple su duodécima edición, Cogersa ha repartido en esta red de centros comprometidos con la reducción, la reutilización y el reciclaje, cerca de 300 compostadoras de las de menor tamaño y una media docena de las de gran capacidad -800 litros-, para proyectos de compostaje comunitario en los que además, participan los padres y madres aportando los biorresiduos de los hogares de las familias implicadas, generalmente a través de la AMPA.

En este curso, son al menos 86 los centros educativos que, además de separar y "autogestionar" los restos orgánicos, cuentan con un pequeño huerto escolar en el que los alumnos y las alumnas experimentan los primeros pasos de las técnicas de cultivo básicas. El huerto escolar es un ámbito de enseñanza que permite, además, abordar otras temáticas del proyecto curricular como la alimentación saludable, el consumo responsable, de productos de proximidad y de temporada -con menor impacto ambiental-, o los cultivos ecológicos -sin fertilizantes químicos-.

La coordinadora técnica de la Red, María José Callejo, de la empresa Mendroyada, explica el valor pedagógico de este recurso. "Poner en marcha una experiencia de compostaje", asegura, "puede ser una oportunidad para incorporar novedades al currículo escolar de materias como Conocimiento del Medio o Ciencias Naturales, Biología, Geología, e incluso para una metodología de proyectos y el desarrollo de competencias básicas como aprender a mirar la complejidad o a gestionar la información..., en definitiva, aprender a aprender y aprender en valores".

El departamento de Educación Ambiental de Cogersa anima a los profesores y profesoras a adaptar los contenidos a cada etapa escolar, con ideas como elaborar tablas dicotómicas para identificar macroinvertebrados del compost, como experimentar con el proceso de descomposición de la materia orgánica, o como elaborar gráficas, glosarios de términos científicos o cálculo de volúmenes. Y todo ello mientras se audita la generación de residuos en el centro educativo -se pesa y se establecen objetivos de reducción- o se debate sobre mejoras en la gestión de residuos a nivel local o global y el papel particular de la ciudadanía.

Por su parte, la directora de los programas de educación ambiental de Cogersa, Elena Fernández, apunta que el tema del reciclaje de la materia orgánica y su separación en origen es un elemento común a todas las campañas del consorcio, ya que se trata de un objetivo estratégico esencial en el Plan de Residuos 2017-2024 de Asturias. "Aún tenemos un 35% de biorresiduos que van directamente al vertedero central de Asturias, por eso compostar y usar el contenedor marrón es la única manera de avanzar en la reducción y el reciclaje de esta fracción", incide.

La AMPA que composta unida

En otro plano está el compostaje en equipo, una práctica que requiere de una habilidad que no todas las comunidades educativas poseen en igual grado: la capacidad para organizar equipos de trabajo formados por familiares, docentes, alumnado, personal de apoyo de servicios -bedeles, cocineras, etc.- e incluso el mismo Ayuntamiento, con su servicio de Basura o de Medio Ambiente. Hay que actuar juntos y coordinar el reparto de tareas básicas como la aportación adecuada de restos orgánicos y de madera triturada, el volteado de la mezcla, la vigilancia de la humedad o el propio manejo del compost obtenido.

"Muchos colegios e institutos empiezan en el compostaje comunitario, pero con el tiempo llegan a cansarse o a tener pequeños problemas relacionados con esta distribución de labores", explican desde la coordinación de la Red de Escuelas. En Cogersa aseguran que las experiencias que sobreviven al paso de los meses llegan a ser muy gratificantes para todos los implicados y que sirven para integrar la comunidad educativa y para dar una dimensión ambiental a su convivencia.

En este momento practican el compostaje comunitario los colegios Jesús Álvarez Valdés, de La Caridad (El Franco), y el de Infiesto (Piloña), que se incorporaron el curso pasado uniéndose a veteranos como el Pedro Penzol, de Puerto de Vega (Navia), y El Parque, de Blimea (San Martín del Rey Aurelio). También tienen una compostadora grande, para aportar los restos orgánicos del comedor escolar en El Villar, de Trubia (Oviedo), en La Vallina (Luanco), en Belmonte de Miranda y en el Santo Domingo de Pravia. También lo practicaron en su día con éxito en el C. P. Lorenzo Novo Mier de Oviedo y en el Honesto Batalón de Gijón.

Precisamente este mes de febrero, Cogersa lanza, en coordinación con los ayuntamientos que decidan apuntarse, una nueva edición de la campaña de compostaje doméstico. Hasta el año pasado, el consorcio llevaba repartidos desde 2009 más de 11.000 recipientes que habrían llegado a otras tantas viviendas de zonas periurbanas o rurales de toda Asturias, casas donde hay una pequeña zona verde o jardín donde colocar la compostadora. Se calcula que una familia media de unos tres miembros puede llegar a separar y autogestionar al año una media de 300 kilos de este tipo de desechos.