Legutiano (Álava), Efe

Félix, uno de los Bomberos que ha trabajado en las tareas de rescate en la casa cuartel de Legutiano, contó que tuvieron que trabajar «escarbando a mano», con mucho cuidado, para evitar que se les vinieran encima los escombros, pero se animaron al oír a uno de los heridos debajo de los cascotes. Este profesional declaró que tuvo la impresión de estar ante una imagen de «guerra y caos».

Tras recibir el aviso del atentado, los Bomberos iniciaron la búsqueda de dos personas atrapadas por los escombros. El hallazgo de ambos cuerpos fue simultáneo pero, ante el riesgo de hundimiento, apuntalaron el edificio antes de dejar entrar al médico.

Éste, al acceder al interior, comprobó entre los escombros que el guardia civil Juan Manuel Piñuel estaba muerto. La segunda persona que estaba atrapada gritó pidiendo ayuda, y le oyeron pese a que estaba a dos metros y medio de profundidad. Félix contó que vieron que estaba vivo y fue «un golpe fuerte de ánimo», por lo que los Bomberos volvieron «a escarbar a mano» al tiempo que conversaban con él para darle ánimos mientras el herido decía que se encontraba bien.

Las familias de los guardias civiles, sus mujeres e hijos, fueron desalojados bajo la lluvia y trasladados al cuartel de Araca. La casa cuartel de Legutiano, donde vivían hasta ayer 29 personas, presenta una imagen, después del atentado de ETA, de semirruina, con numerosas grietas y el tejado central derrumbado.

Un socavón junto a la fachada principal es la primera evidencia de la importancia del atentado. A continuación, el muro se encuentra derruido, después de haber servido de contención de la onda expansiva. Sin embargo, no ha podido evitar que la onda haya impactado de lleno en el tejado de la parte central de la casa, que se ha hundido y ha caído sobre los agentes que se encontraban en el puesto de guardia.

La pared principal, derruida parcialmente, no deja lugar a dudas sobre la potencia de la bomba. Los cristales de las numerosas ventanas han desaparecido hechos añicos y por los huecos de las ventanas se asoman los restos de lo que hasta ahora ha sido un hogar para 29 personas. Los pinos han quedado desprovistos de ramas y de hojas, y de algunos sólo ha quedado el tronco. Una vecina que vive cerca del cuartel dijo que la explosión fue algo «tremendo». «Creí que se me venía la casa encima». Otra, presa de los nervios, repetía «esto no puede ser, no puede ser».