Cangas de Onís, J. M. CARBAJAL

El 7 de agosto de 1936, 20 días después de iniciarse la Guerra Civil, milicianos republicanos asesinaban, en algún lugar del oriente de Asturias, a Francisco Beceña González, destacado jurista que había sido presidente del Tribunal de Cuentas, vocal del Tribunal de Garantías Constitucionales y catedrático de Derecho Constitucional en las Universidades de Oviedo, La Laguna, Valencia y Madrid. Sus restos nunca han sido localizados, pero su recuerdo pervive. Francisco Beceña había nacido el 30 de octubre de 1889 en Cangas de Onís, donde le sorprende el inicio de la contienda civil. Le aconsejan que abandone la localidad y se sabe con certeza que tomó rumbo hacia el concejo de Ponga, ya que quienes trataban de escapar del acecho de las checas republicanas lo intentaban a través de Sobrefoz y Ventaniella con el objetivo de cruzar a la provincia de León, zona nacional.

«¿Qué me van hacer a mí?», aseguran algunos testimonios que dijo Beceña a sus captores en tierras ponguetas. Circulan dos versiones sobre el fatídico desenlace: una apunta a que fue asesinado por un grupo de mineros que procedían de las Cuencas; y otra va en la dirección de que, una vez capturado en la Ponga, lo trasladaron a la cárcel de Cangas -ubicada en el edificio que ahora ocupa el centro de salud y la Casa de Cultura- para, seguidamente, sacarlo junto a otros presos políticos para terminar asesinándolos en un lugar desconocido.

Su hermana, Camila Beceña, fallecida en 1981, instituyó en 1940 en recuerdo de su hermano una beca en el Seminario de Oviedo, y legó parte de sus bienes a la Facultad de Derecho de Oviedo. El Ayuntamiento de Oviedo le dedicó una calle, Catedrático Francisco Beceña González, en Buenavista.

La enorme vinculación de la familia Beceña con su ciudad natal queda reflejada con la puesta en marcha de la Fundación Beceña González, en octubre de 1952. Así comienza lo que con el paso de los años llegó a consolidarse como Hogar-Residencia Beceña-González, en la otrora posesión conocida como «Palación» o «Palacio de la Prida», que había sido adquirido por Camila Beceña y su esposo, Ramón González de Soto, a los herederos del Conde de la Vega del Sella, entre otros. Asimismo, la familia Beceña González sufragó la construcción de la sección femenina del Instituto Rey Pelayo de Cangas de Onís, con el objetivo de cubrir y resolver el problema del Bachillerato en la comarca suroriental. Incluso costea la edificación de lo que se llamó Internado Femenino, localizado al lado de los antiguos jardines del Ayuntamiento, hoy en día reconvertido en un inmueble de servicios múltiples. Además, legaron, en recuerdo de Francisco Beceña, una importante partida económica para costear los estudios de aquellos alumnos y alumnas, menos pudientes.