El alcalde socialista de Barcelona, Jordi Hereu, ha pegado un resbalón catastrófico. Su empecinamiento en someter a consulta popular la remodelación de la avenida Diagonal, que atraviesa la ciudad de un extremo al otro, ha acabo en gran fiasco: con una participación de sólo el 12%, cuatro de cada cinco votantes han elegido la opción de no hacer nada de nada, justo la que desaconsejaba el Alcalde, empeñado en que la gente eligiera entre rambla (8%) y bulevar (12%). Además, la votación, de tipo electrónico, ha estado plagada de fallos: el jefe de la oposición no consiguió votar hasta el séptimo intento, y el propio alcalde cayó en el ridículo cuando intentó inútilmente ocultar que tampoco él lo había conseguido. Con la oposición exigiendo a gritos su cabeza, el Alcalde les ha dado como carnaza la de su mano derecha, el teniente de alcalde Carles Martí, que es a la vez el jefe local del PSC, abriendo así una crisis de gobierno. El prestigio de Hereu y su partido como rectores de la ciudad ha bajado varios puntos de golpe, y ello hace aun más verosímil la hipótesis de un revés electoral. Si ello ocurre, el PSC tendrá un grave problema, porque todas las encuestas afirman que también va a perder el control de la Generalitat, que va a volver a las manos de los sucesores de Jordi Pujol.

Las dos décadas y pico de gobiernos de Pujol en la Generalitat tuvieron siempre el contrapunto del dominio socialista del Ayuntamiento de Barcelona, y tras él, de los principales consistorios catalanes. Además, entre 1982 y 1996, y de nuevo a partir de 2004, los socialistas catalanes han ocupado un cierto número de cargos políticos y de confianza en la Administración central del estado. Con su gente en todas partes -Madrid, Generalitat, ayuntamientos- el PSC hacia el pleno. Pero ahora, en poco tiempo, puede pasar del todo a la nada. O casi. Dentro de medio año, el PSC va a ser (probablemente) desalojado del Govern de la Generalitat; dentro de un año, puede perder el Ayuntamiento de Barcelona tras 32 años de sucederse a sí mismo (Serra, Maragall, Clos, Hereu), y dentro de dos años, o antes -si se cumplen los augurios de adelanto-, puede perder su cuota de participación en el Gobierno español y en los organismos, empresas, institutos y pesebres afines. Demasiadas pérdidas en demasiado poco tiempo. Será imposible recolocar a todos los cesantes, y las finanzas del partido sufrirán un revés que asusta.