Matas nombra director general de Deportes en 2003 a un regatista olímpico, sin experiencia alguna en la gestión y que ni siquiera militaba en el PP. Ahora bien, Felipe de Borbón y Cristina de Borbón habían sido testigos en la boda de su íntimo, José Luis Pepote Ballester. La relación, cimentada en el campo de regatas, desbordaba la mera amistad. El medalla de oro mallorquín jugó un papel decisivo en el matrimonio de los Urdangarín.

Con su sorprendente nombramiento, Matas se garantizaba un vínculo inmejorable con la Zarzuela. De inmediato, los millones empiezan a fluir sobre los engendros solidarios de Urdangarín. Quedan así claras las funciones de Pepote, mera correa de transmisión para los pagos. De hecho, las relaciones se tensan cuando el regatista se asusta de la dimensión adquirida por las transacciones. El propio ex president ha reconocido que no se le piden facturas a un miembro de la Familia Real.

El ala deportiva del Govern se había canalizado con objeto de que el tándem Pepote/Urdangarín efectuara el vaciado de fondos en condiciones óptimas. Para explicar la ruptura, Ballester se escuda en su negativa a tramitar pagos desmesurados a su amigo, y en una intervención tajante del Consolat recordándole las cláusulas de su nombramiento. Hasta el último euro acabó en las redes del duque.

Matas se comporta hoy como si no conociera a Urdangarín. Procede refrescar por tanto la conversación que mantuvieron en agosto de 2003 en la isla de Cabrera, con motivo de la suelta de tortugas. El president olvida este encuentro en sus recapitulaciones, pero fue allí donde Urdangarín le reprochó en tono afectuoso el nombramiento de su íntimo Pepote, porque «¡hemos perdido a un amigo! No le vemos, se pasa el día trabajando».

El tándem se convertía así en el triángulo Matas/Pepote/Urdangarín. Fue en Cabrera donde el entonces president se dirigió al yerno del Rey con un anhelante «si consiguiéramos ser la sede de la Copa América...». En efecto, Mallorca pujó para albergar la competición náutica, que iba a ser la guinda en el pastel multimillonario condimentado por el duque. Sus compañeros mallorquines de pádel en el Club de Hielo todavía lamentan la pérdida de la regata estelar y de sus suculentas repercusiones inmobiliarias.

Por fortuna para los contribuyentes de Baleares, el sueño compartido por Matas/Pepote/Urdangarín se vio frustrado por la candidatura de Valencia. Cabe hablar de una derrota del duque a domicilio, porque la intervención de la Zarzuela fue decisiva para que Mallorca se retirara y la Copa América cambiara de orilla. Y dado que la incesante actividad del yerno del Rey invita a labrarle una personalidad de titán de la intermediación, la brillantez intelectual no figura entre sus mejores dotaciones. Su esposa le aventaja, pero no supo evitar las tropelías que han colocado a la Corona en la tesitura más amarga desde la restauración.

Las andanzas del tridente Matas/Pepote/Urdangarín suenan mucho más vibrantes en labios de Ballester, que presume de conservar el apoyo de la mitad de sus regios avalistas nupciales. Después de su medalla de Atlanta en la clase Tornado, levantó un segundo ciclón de oro en el Govern, y ahora clausura su carrera política con un tercer huracán. Los arrepentidos han contribuido a aclarar el mapa de la corrupción. Han liquidado la ley del silencio para la eternidad, ya no hay escudos humanos ni para proteger a la Familia Real. Operan a cambio en defensa de sus intereses. ¿Y quién no? Se trata sólo de cotejar fechas y facturas, y de recordar el poder omnímodo de Matas en el cuatrienio de 2003 a 2007.

Pepote no merece oscurecer la declaración de Juan Carlos Alía, el gerente del Ibatur que jamás creyó que protagonizaría un escándalo de mayor enjundia que el Rasputín, en honor del prostíbulo moscovita visitado por una delegación del Govern. A continuación, se presentaron las cantidades abonadas en el burdel como gastos a sufragar con fondos públicos, con lo que convertían su empresa en la primera visita oficial a un complejo de alterne. Matas encabezaba la expedición a Rusia, pero Alía cargó con las culpas a cambio de ulteriores prebendas.

Los pagos en el prostíbulo moscovita se correspondían al menos con un gasto efectuado. La expedición del Govern visitó el local y disfrutó de las atenciones de las profesionales. En el actual escándalo ni siquiera se sabe a qué se destinaron los millones, y no hay nada más desolador que una fortuna huérfana.