De la casi omnipresencia a la ausencia más clamorosa. Ya no adorna los telediarios de fin de semana con su verbo lacerante para los socialistas y su proverbial moreno sempiterno. Cejas arqueadas. Clases de telegenia bien aprovechas.

De recorrer, como él mismo se jactaba, dos provincia cada semana, ha pasado a una tranquila sevillanía trufada de un par de días madriles a la semana: Senado y calle Génova. Javier Arenas está desaparecido. No en combate. Precisamente por la falta de combate. Diversas fuentes apuntan a que su último tren pasa en pocas semanas: la posible marcha de Luis de Guindos a presidir el Eurogrupo podría conllevar cambios en el Gobierno y la entrada del de Olvera en liza de nuevo. Pero no falta quien apunta, recordando que Rajoy ha verbalizado su intención de no ejecutar cambios en el gabinete, que la etapa ministerial de Arenas ha pasado definitivamente.

¿Y el partido? Ya lo dirigió entre 1999 y 2003 y su enemiga Cospedal no va a dejar que se inmiscuya en la organización. Se podría dar la posibilidad de que Rajoy no supiera qué hacer con Javier Arenas, 25 años en política, concejal, diputado, ministro, senador y no presidente de la Junta de Andalucía por unos miles de votos y unos tijeretazos de Rajoy. Nunca una decisión (la de Griñán de retrasar unos meses las autonómicas andaluzas y no hacerlas coincidir con las generales) cambió tanto tantos destinos y vidas políticas. En toda España. El PSOE podría ser un partido testimonial y Arenas presidir la Comunidad más poblada de España. Rajoy no sabe qué hacer con él pero conoce de su estilo político, capacidades y buen hacer en las negociaciones más variopintas. Lo tiene ahí, reservado, que rima con postergado. ¿Le estará perjudicando su amistad con Bárcenas?

Arenas sabe hacer muy bien dos cosas: perder elecciones y resucitar. Ganó sólo una en su vida y eso le granjeó el ostracismo. Su influencia real en el PP andaluz es un enigma: si bien el nuevo presidente, Juanma Moreno Bonilla, exsecretario de Estado, acomete sin prisa pero sin piedad cambios radicales en el equipo heredado, es cierto que ha necesitado echar mano de pesos pesados de la plena confianza de Arenas. Ya se ha recuperado del mazazo de las autonómicas. Sigue en el núcleo, aunque no duro, del PP nacional y hasta podría ser un "embajador" útil ante Mas o Urkullu. Todo es posible conociéndolo. Es decir, dirá sí a la misión que se le encargue. Y luego palmeará la espalda de su interlocutor. Sonriente y bronceado.