Dijo Quino a través de su universal Mafalda que molesta mucho que le prohíban hacer lo que ya sabe que no puede hacer. La viñeta nos mostraba a Mafalda delante de un cartel en el parque que prohibía pisar el césped. Mafalda miraba con el semblante serio el cartel y la hierba, para acabar pisándola a conciencia, marchándose pensando me molesta que me prohíban hacer lo que ya sé que no tengo que hacer, o algo así. Pues bien, así ocurrió con la pitada al himno de España, que no español, en la final de la Copa del Rey. Yo, que reniego de los nacionalismos como un reducto de canallesca y de adocenados, que rechazo su exclusivismo como una patria de ignorantes y sus tácticas separatistas como gregüescos de los convergentes y peneuvistas, no puedo más que dar la razón al arribista que es Artur Mas: lo que hizo el Gobierno es ridículo. Sembró cizaña y la recogió.

Pitar el himno no deja de ser anecdótico. Los símbolos sólo son eso. Y quien tiene la razón no debe abusar de ella.

Ya se confirmó en las elecciones autonómicas (Navarra) y municipales de Euskadi y Cataluña, qué conciencia de independentismo hay en nuestro país. Ninguna. Hay rechazo a la política uniforme y de engañabobos. A someternos por sistema a la corrupción tanto de políticos estatales, léase PP y PSOE, como autonómicos, léase PNV y CiU.

Pero las declaraciones sin motivo previas a la celebración de la final demuestran que o bien se pretende la uniformidad de pensamiento, lo cual es mucho más grave de lo que se piensa, o bien se sigue temiendo a los nacionalistas como a la bruja del tren. En fin, excusatio non petita.