El Rey Felipe VI cumplirá el viernes su primer año al frente de la Corona, periodo que ha decidido culminar dando un golpe de autoridad ante su hermana, la Infanta Cristina, a la que ha retirado el título de duquesa de Palma, generando un enfrentamiento entre ambos que se ha escenificado públicamente con el cruce de desmentidos entre Zarzuela y los abogados de ella.

Seis meses después de que se confirmara que la Infanta se sentará en el banquillo acusada de haber actuado como cooperadora necesaria de dos delitos fiscales cometidos presuntamente por su marido, Iñaki Urdangarin, y cuando aún no hay fecha fijada para el inicio del juicio, el Rey, en una decisión largamente meditada, ha desposeído a su hermana, y por extensión, también a su marido, de la facultad de seguir usando el título de duques de Palma.

Y lo hace porque cree que no son merecedores de esa distinción, que les otorgó el Rey Juan Carlos en 1997 con motivo de su boda. Felipe VI quiere demostrar así que está cumpliendo con la hoja de ruta que se marcó en su discurso de proclamación aquella mañana del 19 de junio de 2014, cuando se comprometió a hacer más ejemplar la Monarquía, como demandan "con razón" los ciudadanos.

El próximo viernes no habrá celebraciones ni balances de ningún tipo por parte de la institución, que considera que corresponde a los ciudadanos poner nota a la labor del monarca. Ya lo han hecho. La mayoría de los españoles (57,4%) valora positivamente la labor desarrollada por Felipe VI, que ha hecho subir la nota de la monarquía en más de medio punto (0,62), según el Barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) correspondiente a abril.

Aun así, la institución, con un 4,34, no llega al aprobado y sigue por debajo del 4,89 que tenía en octubre de 2011. Claro que la encuesta es anterior al golpe de autoridad dado por Felipe VI ante su hermana.

¿Pero qué ha hecho Felipe VI a lo largo de este año para conseguir esa recuperación de la imagen de la monarquía, que obtuvo su peor puntuación (3,68) en abril de 2013, y que un año después apenas mejoraba esa valoración en 0,04 puntos?

La sucesión en sí misma provocó dos cambios de relevancia desde la misma madrugada del 19 de junio de 2014. En primer lugar, el propio cambio de Rey. Juan Carlos I, cuyo papel exitoso en la Transición apenas nadie cuestiona, sufrió una bajada notable de popularidad tras su desafortunado viaje a Botsuana en abril de 2012, del que los ciudadanos se enteraron solo porque se cayó, se rompió la cadera y tuvo que ser trasladado de urgencia a España para ser operado.

Aquel desplazamiento secreto a Botsuana para cazar elefantes en compañía de su amiga Corinna zu Sayn-Wittgenstein mientras España entera se mantenía en vilo temiendo un inminente rescate económico y estallaba una crisis diplomática con Argentina por la expropiación de YPF a Repsol escandalizó a la sociedad española y obligó al Rey, en un gesto inédito, a pedir perdón ante las cámaras de televisión y prometer que nunca más haría algo parecido.

A pesar de los esfuerzos que hizo posteriormente el Rey para explotar su activo como mejor embajador de los intereses de España con viajes internacionales de marcado acento económico, la imagen de Don Juan Carlos no consiguió recuperarse y era siempre superado por su hijo y la Reina Sofía.

Pero dentro de la Familia Real, había otro elemento que lastraba aún más la imagen de la Corona, la Infanta Cristina, cuyo marido, involucrado en un presunto caso de malversación de fondos públicos relacionados con los contratos millonarios que firmó con las Administraciones balear y valenciana del PP, se enfrenta a una petición de pena de cárcel por parte de la Fiscalía de 19 años y medio de cárcel.

La proclamación de Felipe VI supuso la salida automática de los duques de Palma de la Familia Real. Iñaki y Cristina --como la Infanta Elena-- son familiares del Rey, pero no forman parte de la Familia Real, que ha quedado limitada a los Reyes Felipe y Letizia, sus hijas la Princesa de Asturias y la Infanta Sofía, y Don Juan Carlos y Doña Sofía, quienes mantienen cierta actividad oficial pública, más numerosa en el caso de Doña Sofía que en el de Don Juan Carlos.

Medidas de renovación

Para evitar errores del pasado, una de las primeras medidas que adoptó el nuevo monarca fue imponer a los miembros de la Familia Real la obligación de dedicarse en exclusiva a la actividad institucional, y no como ocurrió con sus hermanas, que compatibilizaron funciones de representación de la Corona con trabajos en empresas privadas, un modelo de doble dependencia que el 'caso Nóos' puso en evidencia.

No fue ésa la única medida de renovación de la Monarquía decidida por Felipe VI. Bajo su mandato, la Casa del Rey ha elaborado una regulación que prohíbe a la Familia Real viajar gratis en vuelos comerciales, aceptar regalos excesivos o beneficiarse de favores o servicios ofrecidos en condiciones ventajosas por su condición de miembros de la realeza.

El nuevo monarca también ha impuesto un código de conducta para los empleados que trabajan para la Casa del Rey, que deberán abstenerse de comportamientos que "puedan afectar negativamente a la imagen y prestigio de la Casa", no podrán intervenir en operaciones financieras o negocios jurídicos cuando pueda suponer un conflicto de intereses y no podrán "prevalerse de su condición de miembro de la Casa para obtener alguna ventaja en beneficio propio o de terceros".

Calor ciudadano y pitos

En línea con la valoración de los Reyes actuales que desprende el CIS, Felipe y Letizia han tenido por regla general un buen recibimiento allí donde han ido, aunque también les han pitado y abucheado en provincias como A Coruña, Ourense, u Oviedo.

Más sonora fue la monumental pitada que Felipe VI y el himno nacional recibieron en el Camp Nou el pasado 30 de mayo en la final de la Copa del Rey de fútbol entre el Barça y el Athletic de Bilbao. Un tipo de protesta que es habitual cuando se enfrentan dos equipos de territorios nacionalistas. Pero en la gran mayoría de los actos en los que participan, los ciudadanos dispensan una acogida calurosa a los Reyes, con los que todo el mundo quiere fotografiarse.

Los pitidos y abucheos --aunque sean aislados-- a los Reyes en España contrasta con la admiración que despiertan fuera de nuestras fronteras, como se puso en evidencia en su visita de Estado a Francia o con el viaje de cooperación de la Reina a Honduras y El Salvador.

Seriedad frente a campechanía

Felipe VI también ha imprimido un estilo propio a la jefatura del Estado, acorde con su personalidad. Frente a la campechanía que caracterizaba y explotaba su padre, muy dado a bromear con la prensa, el nuevo Rey mantiene una actitud amable, pero más distante con los medios de comunicación.

Quizás por el error que cometió en el 12 de Octubre de 2012, cuando confesó a los periodistas que, en su opinión, Cataluña no era un problema --un año después el presidente Mas anunciaba su intención de convocar una consulta sobre la independencia-- el nuevo Rey ha evitado desde antes incluso de su proclamación los 'corrillos' con la prensa.

En cambio, los nuevos Reyes han acercado la institución a sectores de la sociedad a los que antes no se solía invitar a palacio, como los almuerzos o cenas de gala ofrecidos con motivo de la visita de algún dirigente extranjero.

Por poner algunos ejemplos, en una de sus primeras audiencias los Reyes invitaron por vez primera a representantes de asociaciones de gays y lesbianas a un acto con ONG en el Palacio de El Pardo. Y han tomado por costumbre invitar a los almuerzos o cenas en el Palacio Real a jóvenes promesas o profesionales que destacan en su campo, aunque no se trate de figuras consagradas y conocidas más allá de su ámbito de influencia.