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La próxima víctima de Mas

La próxima víctima de Mas

Uno, que es ingenuo y bárbaro del Norte, siempre había creído que la España "de charanga y pandereta" de la que nos habló Machado se radicaba, casi en exclusiva, al sur de Despeñaperros. Pero estos días parece que el sainete catalán, sin menoscabo de otros sainetes -como ese del presuntuoso Rivera apropiándose de la ampliación del pacto antiyihadista, en ausencia desdeñosa de Rajoy y Sánchez-, consume todas nuestras reservas de necedad y egolatría.

Las maniobras de Mas para continuar el frente del tinglado soberanista ya rozan el esperpento. Corrijo: son un esperpento. Y aunque me valga de la definición que el DRAE da del género literario creado por Valle-Inclán ("deforma sistemáticamente la realidad, recargando sus rasgos grotescos y absurdos"), me quedo corto. Mas no sólo deforma la realidad de las afrentas y las "agresiones" del Estado, o el peso real de los votos y los escaños que obtuvo el 27-S; también deforma las instituciones catalanas, ridiculizándolas (no siendo grotescas ellas, sino él).

El presidente en funciones de la Generalitat ya no sabe qué inventar para seducir a sus apocalípticos amigos de la CUP, y yo, lo confieso, me he perdido: ignoro si hablamos todavía de presidencias corales, rotatorias, o de un único presidente y tres grandes comisiones de gobierno, coordinándose en un supremo consejo de presidencia que remeda viejas superestructuras concebidas mucho más al Este.

Y todo se lo debemos a Baños y a su gente, "indepes" sin complejos ni sustrato identitario que nos han devuelto a los tiempos en que la escatología revolucionaria se incrustaba en el lenguaje. Lo que no quiere decir que se chupen el dedo: en el toma y daca de las negociaciones "discretas" para alcanzar un acuerdo de investidura, la CUP hizo su apuesta definitiva: sí a una cuádruple presidencia (Mas, Junqueras, Romeva, Munté), pero sólo a cambio de que el líder de la difunta CiU y la moribunda Convergència (CDC) renuncie a ser el único que pueda convocar elecciones anticipadas.

Lógicamente, no hubo acuerdo, pero Mas puede ir añadiendo a la CUP a su ya larga lista de destrozos. Los anticapitalistas se reúnen este domingo en asamblea -nada, sólo 1.600 militantes y simpatizantes- para pulsar la opinión de las bases sobre las concesiones que propone Junts pel Sí. Pero ahí no se tomará la decisión definitiva: habrá otra asamblea en la segunda quincena de diciembre. Y antes o después, Mas espera que la división cunda y fracture el partido. Al fin y al cabo, él sólo necesita que le voten dos de sus diez diputados. Lo demás no importa. Rompió CiU y, después, CDC, su propio cortijo. Pero antes ya había sembrado la semilla de la discordia en el PSC. Ahora le llega el turno a los de Baños. Por el camino se han quedado, hechas unos zorros, la convivencia y la noción de legitimidad, vinculada ahora no a la ley, que es la que la sustancia, sino al voto de 72 parlamentarios, para los que no hay más ley que la futura.

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