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JAVIER FERNÁNDEZ

Hacia la luz

La rigurosa seriedad del presidente del Principado

"Me he hecho a los focos". Javier Fernández se hizo un autorretrato público, revelador visto con la perspectiva del paso del tiempo, en su segunda toma de posesión como presidente del Principado. Era un sábado de julio de 2015 en la Junta General del Principado y en la tribuna hablaba el mismo político que tres años antes había aceptado la presidencia previa confesión abierta de "fotofobia". Aceptaba la luz, precisó de inmediato, un poco a regañadientes, sin demasiada convicción y aclarando también, cuidado, que "no quiero cambiar", o que "continúo sin creer que el abuso de la escenografía y el uso instrumental de un arsenal de consignas, simplificaciones y tópicos repetidos ad nauseam sean condiciones inexcusables de la buena política". Que el tratamiento de choque contra la fotofobia no tenía efectos secundarios. "No afirmo que todos los políticos sean mediópatas que se consumen por aparecer, simplemente reconozco que hay quien tiene un estilo popular sin populismo; yo no".

Es esa imagen de seriedad sin estridencia que Fernández cultiva de sí mismo -"no haré nunca un discurso más fácil de gritar que de aplicar"- la que ya llevaba algún tiempo convenciendo a muchos en el PSOE cuando el presidente asturiano, lanzado o empujado definitivamente hacia la luz, asumió la tarea de apaciguar al partido en medio de la más profunda grieta interna de su historia reciente. Su mano izquierda daba el perfil, pensaron los promotores de su candidatura, para suturar la herida de una organización donde sus dirigentes han pasado de coserse abiertamente a puñaladas a tener que obligarse a "coser" literalmente el partido, según la metáfora de Susana Díaz que los socialistas han repetido estos días hasta el hartazgo.

El casting de la ruptura socialista promociona a un político más de despacho que de sala de prensa, más cómodo en el discurso reflexivo y elaborado que en la improvisación, a un remendador que siempre se ha movido con cierta soltura en la cocina del partido -ya "cosió" y salió con ventaja de la ruptura cuando en 2000 el PSOE asturiano se abrió en canal a cuenta de las discrepancias sobre la aprobación de ley de Cajas de Ahorros- y que en estas dos semanas al frente de la gestora ha escuchado insólitos panegíricos incluso desde algún lugar de la parte contraria. "Muy de partido" es el elogio mínimo que se han permitido dentro del PSOE. Fuera, dirigentes del PP y analistas y periodistas de vocación conservadora no le han hecho la ola ni han llegado a la etiqueta de "referente moral" que le cuelgan algunos de sus más acérrimos acólitos socialistas, pero sí han dejado caer sus bendiciones. El presidente de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, cree que su elección "da un plus de confianza"; el delegado del Gobierno en Asturias, Gabino de Lorenzo, siempre le ha considerado "una persona seria y responsable"... Puede que simplemente el PP recuerde que Javier Fernández, amigo de las citas elocuentes y de las grandes metáforas, acuñó en julio aquello del "imposible medieval" para cerrar explícitamente las puertas a una candidatura socialista alternativa a Mariano Rajoy y que ahora vean más cerca la abstención y el gobierno, pero al menos dentro de la organización aún no se han hecho audibles las voces críticas.

En el exterior, la nada disimulada animadversión recíproca entre el Presidente y Podemos, otro de los ingredientes que acaso pueda aportar Fernández a la argamasa del nuevo PSOE, ha rebrotado en un vídeo y unas cuantas declaraciones públicas en las que la formación morada se ha apresurado a aprovechar el nombramiento de Fernández al frente de la gestora para reprocharle años de connivencia con el PP en Asturias.

Político "de andar pausado", dice él, y de floración tardía, afiliado a los 36, diputado a los 48, presidente a los 64 y líder nacional a los 68, su estilo poco popular acabó por emerger de las sombras a la vista de los propios. La luz se le hizo poco a poco, plenamente cuando ya era Fernández el único presidente autonómico que le quedaba al PSOE junto a la baronesa andaluza Susana Díaz. Pasó, para algunos ya definitivamente,en una Conferencia Política en 2013, con un emotivo discurso que enardeció a los asistentes con menciones a las esencias ideológicas del partido y que entonces pasó desapercibido en los grandes titulares acaso por lo que entonces argumentó un dirigente socialista, que Javier Fernández era -todavía- "un outsider para la prensa de Madrid". Por discreción, por aversión a los focos, por convicción, por alguna timidez, incluso por apetencia?

Pero a lo mejor no era del todo cierto. O no para todos, porque, para entonces, Fernández ya había rechazado la oferta del expresidente José Luis Rodríguez Zapatero de ser ministro de Industria en su segundo gobierno. Rehusó, según desveló Alfredo Pérez Rubalcaba en un acto del partido en Llanes en agosto de 2010, para optar por quedarse en la cocina y el liderazgo en la Federación Socialista Asturiana (FSA). Dentro del partido, su vocación de "cocinero" pronto empezó a desenvolverse con soltura y desahogo como coordinador del Comité Territorial del PSOE. Era el cargo que detentaba cuando se suscribió la "Declaración de Granada" que hoy sigue invocando cada vez que tiene ocasión -como guía para restañar tensiones territoriales optando por llevar a la Constitución la arquitectura federal del Estado-, pero también el que luego sobrevoló otro conato de crisis, éste en el congreso socialista de julio de 2014. Era el cónclavedonde había que elevar a Pedro Sánchez a secretario general tras unas primarias que en Asturias ganó su contrincante Eduardo Madina, y acabó siendo la evidencia de la primera fricción, luego públicamente aplacada, entre el presidente del Principado y el entonces nuevo líder de los socialistas. Fernández llegó a sonar para la presidencia del partido que luego terminaría ocupando la andaluza Micaela Navarro, pero se conformaba con mantener el liderazgo del Comité Territorial, el hoy renombrado Consejo de Política Federal. Sánchez se lo prometió en las vísperas hasta que la presidenta andaluza, Susana Díaz, le pidió lo mismo y el líder no pudo o no supo negarse, algo que fue interpretado como una seria afrenta por la delegación socialista asturiana, entre otros motivos porque dejaba al presidente asturiano sin sitio en la Ejecutiva socialista.

Una noche, otra, de tiras y aflojas, terminó cosiendo el amago de lucha de poder entregando a Javier Fernández la presidencia de un consejo de energía e industria creado "ad hoc" para salvar el puesto del líder asturiano en la cúpula nacional del PSOE. Aquello pasó, abrió y cerró una herida y ahora hasta divierte volver a leer lo que decía un dirigente socialista asturiano al final de aquel convulso congreso, hablando de Susana Díaz. "Que se cuide Pedro Sánchez, porque ella le puede crear una Ejecutiva en la sombra". Lo que seguramente no imaginaba era que en la alternativa a Sánchez iba a acabar estando Javier Fernández además de Susana Díaz.

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