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El día que la indisciplina rondó al PSOE asturiano

Ocho socialistas se ausentaron de la Junta en 2000 para no votar contra el criterio del partido en plena fractura por la ley de Cajas

"Desde luego, hoy no ha sido un gran día para los socialistas". La frase de Vicente Álvarez Areces colaría como de ayer, pero ha cumplido dieciséis años. El expresidente del Principado la pronunció el 23 de junio de 2000, el día que el PSOE escenificó su desgarro en Asturias y ocho diputados socialistas, con el entonces presidente al frente, se ausentaron de la Junta para evitar la obligación de votar como exigía la doctrina del partido, a favor de la primera ley de Cajas de Ahorros de Asturias, registrada en la cámara por el grupo socialista y denostada por una tercera parte de él. Aquel texto salió adelante, cosas del destino, gracias a la combinación de una parte de los votos del PSOE con los del PP, con esas ocho ausencias y mucha tensión en la bancada socialista. Se aprobó aquella norma, sin que lo de entonces en la Junta llegase a ser del todo como lo de ayer en el Congreso, a costa del sufrimiento de la disciplina de voto socialista, que se tensó, que estuvo a punto de saltar por los aires y se quedó en una abstención de protesta por incomparecencia. En una abstención muy distinta de la de ayer, una que era expresión de disgusto y que no patrocinaba la oficialidad.

Ocho de los 25 diputados del PSOE, los afines al entonces presidente Areces, aquellos llamados renovadores del socialismo del cambio de siglo, se oponían a la norma que retiraba al Gobierno el control de Cajastur y que apoyaba la Federación Socialista Asturiana (FSA). Llegados a la votación con la herida abierta, decidieron no acudir para no tener que romper la disciplina, pero escenificaron su oposición al resto del grupo parlamentario, a los quince escaños "guerristas", a los afines al entonces plenipotenciario líder del SOMA José Ángel Fernández Villa y al aparato de poder de la FSA.

Era la primera línea de llegada visible de un largo desencuentro que llevaba varios meses carcomiendo por dentro al PSOE asturiano a cuenta del control y la gestión de la entidad financiera. En la culminación de la brecha, ocho diputados se saltaron la sesión, entre ellos Areces y su vicepresidenta María José Ramos. Además, faltaron Álvaro Álvarez, Francisco Villaverde, Faustino Álvarez, Juana González de Cabo, Esperanza Gutiérrez y Aurora Rey. Isaac García Palacios, representante de Nueva Izquierda, se ausentó del hemiciclo durante la votación "para no participar", diría después, en una votación que puede deslegitimar al gobierno". Sus votos en contra, de haber asistido y haber votado en conciencia, no habrían cambiado el resultado -la ley salió con el respaldo de treinta diputados, quince socialistas y los quince del PP-, pero sí habrían puesto todavía más patas arriba un partido que aún mantendría unos meses la fractura abierta entre los afines al Gobierno del Principado y los apegados al aparato de la FSA.

Al otro lado de la trinchera, el bando oficialista contaba entre otros muchos a Fernández Villa, a María Luisa Carcedo y, sí, también a Javier Fernández seis meses antes de ser elegido secretario general de la FSA y de empezar a ganarse fama de costurero suturando la herida abierta por la normativa de gestión de Cajastur. El hoy presidente del Principado y de la gestora del PSOE se impondría en el noviembre siguiente en un tenso congreso al que el partido llegó todavía fracturado en dos, de alguna lejana manera, salvando distancias igual que este PSOE de ahora. Sin salir de aquel 23 de junio, los socialistas remarcaron sus desencuentros y su división por la mañana en la votación de la Junta y por la tarde las subrayaron en el inicio de un congreso extraordinario interpretado entonces como el inicio de la carrera entre las dos facciones por el control de la FSA. El proceso empezaría a culminar en noviembre con el acceso de Javier Fernández a la secretaría general, tras imponerse en una ajustada votación a Álvaro Álvarez, representante del sector más afín a Areces.

Heredó una organización dividida a cuenta de aquella ley frente a la que la abstención por incomparecencia fue utilizada en junio de 2000 como señal de protesta por un tercio del grupo parlamentario. De esta historia de 2016 todavía no se conoce el final; el desenlace de aquella de 2000 conoció un cierre intrincado en el que los socialistas aún ganarían otras dos elecciones autonómicas más, ambas con Fernández al frente del partido y Vicente Álvarez Areces como cabeza de cartel.

Comparando imágenes con la perspectiva que da el paso del tiempo, viendo quiénes estaban con quiénes en aquella compleja batalla socialista, llaman la atención algunas semejanzas y chirrían ciertas diferencias. Manuel Chaves, en aquel tiempo presidente de la comisión política estatal del PSOE, hacía entonces lo que ahora Javier Fernández y tampoco proponía sanciones para los diputados díscolos. Pero las fotografías de los alineados con los dos bandos, con los de entonces y con los de ahora, sirven para descubrir hasta qué punto tiene poder la política para hacer extraños, y distintos, compañeros de camino. En aquella vieja batalla estaban juntos algunos que se enfrentan a ésta separados, y viceversa. Álvarez Areces, hoy recién nombrado portavoz en el Senado y adalid de la postura oficialista junto a Javier Fernández, lideraba en 2000 el bando renovador, opuesto al aparato y a Fernández. María Luisa Carcedo, que destacaba entonces entre los afines a la dirección y a Javier Fernández, hoy se significa en contra de ambos y a favor del "no" a Rajoy. Villa, entonces con Fernández, con Carcedo y frente a Areces, hoy sí los tiene de espaldas a todos, pero por otras razones.

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