Berlusconi se relamió al contemplar la toma de posesión de Carme Chacón como ministra de Defensa. El premier italiano esbozó su mueca de animador de crucero de la tercera edad y predecesor de Trump. A continuación, se embarcó en una letanía de chistes chocarreros sobre "il panzone" de la política española embarazada.

No sorprende la acreditada grosería de Berlusconi, sino su ceguera ante la revolución feminista que encabezó Zapatero, que dejó boquiabierto al planeta y que fue mejor apreciada en el mundo anglosajón. Chacón fue el ariete de esta conmoción, además de la heredera proclamada y después cancelada por el presidente del Gobierno.

Chacón muere del corazón, que presumía de haber domado para adentrarse en el mundo de alto voltaje de la política. Era cordial y tímida cuando no necesitaba imponer su autoridad. Saludaba con cortesía, había algo de dama de la camelias en la forma en que se desenvolvía, pero en esta valoración retrospectiva también influía la necesidad de revestir la jungla ministerial de literatura.

Participando con la entonces ministra de Defensa en tertulias televisivas, siempre daba la impresión de que lamentaba tenerse que ceñir a un guion esclavo. Por extraño que parezca, Chacón tuvo que demostrar su autonomía frente a pigmaliones tan deslumbrantes como su exesposo Miguel Barroso o Rubalcaba.

Antes incluso de derrotar a Berlusconi con su panzone, Chacón ya había sido investida por Zapatero. Solo era ministra de la Vivienda cuando el presidente del Gobierno montó dos atriles en La Moncloa. Con la excusa de presentar un plan que todos olvidaron en cuanto acabó la ceremonia, concedió a la debutante los honores de sucesora.

En tiempos en que nadie se proclamaría del PSOE sin añadir media docena de asteriscos, Chacón era una socialista pasional y congénita, por herencia paterna. Su entrega llegó al extremo de que consideraba que su hijo, de nuevo el panzone, debía inscribirse en el desarrollo programático del zapaterismo. Así lo declaró en una entrevista preelectoral. Ante la acumulación de signos, cabe preguntarse por el súbito arrinconamiento de la ministra, en un golpe machista del Zapatero noqueado por la crisis económica. Y aquí intervendrían los encuentros y desencuentros de Chacón con Rubalcaba, material de lujo para una novela inevitable.