Análisis
El PSOE se juega su presente
La campaña de las primarias ha pasado del elegante ninguneo a la descarnada grosería

Díaz, Sánchez y López en el debate del pasado lunes. / EFE
Jose María de Loma
No es que el PSOE esté jugándose su futuro. Es que el reto urgente del ganador de las primarias de hoy es detener el presente en el que está la formación: quebrado en varios cuerpos, cada uno de ellos quemado y con tendencia a convertirse en ceniza. No son pocos los analistas, como Santos Juliá, que han pronosticado para el partido, como designio insoslayable, la irrelevancia o el atrincheramiento como formación residual, en el Sur. Gane quien gane.
La campaña de las primarias ha pasado del elegante ninguneo a la descarnada grosería. El resultado de la cosecha de avales desató los nervios. La celebración del debate propició el corte de bridas de los más enloquecidos caballos, sobre todo, de los que por las redes sociales cabalgan.
Uno detecta, con el riesgo de hacer pronósticos, una subida en el aprecio general del militante hacia Patxi López, que representa la templanza y los valores de la integración. No es descartable empero una poralización (y un sentimiento de que el voto ha de ser útil) que lleve hacia el sumidero de la irrelevancia esa suerte de tercera vía. Pero López va a ser el único ganador. Va a ser seguramente el único al que tanto Sánchez como Díaz integren. Ya sea dándole un puesto en la ejecutiva, ya sea premiándolo con el número uno en las futuras elecciones europeas o ya sea dándole luz verde para una importante tarea orgánica o institucional.
De hecho, Patxi puede ser la coartada que permita al vencedor decir que ha hecho gestos a un antagonista. Sea cual sea el resultado, viene una limpieza étnica en los congresos regionales y provinciales. Si gana Pedro Sánchez (aunque siempre serán masivos los cambios de chaqueta y la rápida la actuación de los que siempre están dispuestos a ir en auxilio del vencedor) va a tener que cortar las carreras y cabezas de más de treinta secretarios provinciales, un descabezamiento del que saldría un partido, evidentemente capitidisminuido, pero tal vez saludablemente renovado, tal vez innecesariamente amputado. Las estructuras orgánicas, grosso modo, permanecerían más con Susana Díaz, al menos en los próximos tiempos, lo que de hecho lleva implícito que el PSOE siga con sus tradicionales vicios y virtudes organizativas. No es ni halago ni invectiva: quién quiera saber cómo puede ser el PSOE de Díaz que estudie como funciona el PSOE andaluz, por lo demás, hasta ahora, una eficaz maquina de, ya, más que ganar, no perder elecciones.
La reciente experiencia en Europa nos dice que las primarias las ganan los más radicales. Hay están Corbyn y Hamon en Reino Unido y Francia. Laminaron a los más tibios, moderados o templados. Pero nadie duda del acendrado sentido práctico del militante español de un partido convencional y que reparte cargos. O sea, que bien puedan plantearse quién es mejor para ganar elecciones. Lo cual, por cierto, tampoco descarta a Sánchez. Al fondo está también la relación con Podemos. De cómo ve un militante del PSOE a ese partido va a depender en buena medida de cómo vote. Los hay que quieren la relación, promiscua inclusive con los de Iglesias. Los hay que detestan a ese líder y a su partido. Luego está el modelo de Estado. Patxi insta a obviar ese debate; Susana Díaz sale por la tangente con ingenio: hay dos estados, España y el del bienestar y Sánchez coquetea con el plurinacionalismo en una suerte de decir o desdecir según donde esté. Lo más pernicioso para el PSOE no es la postura que adopte sobre cómo organizar España, si no que esa postura no sea la misma en Valladolid que en Ceuta o Sabadell.
Pero para aumentar el lío y que nada esté claro, los más jacobinos apoyan sin embargo a Sánchez. Como Borrell, que ha dado a imprenta, escrito en un tiempo récord de diez días, un librito muy nutritivo sobre el partido y sobre la socialdemocracia. Es también un ajuste de cuentas. Si todo sale mal para todos, podrá decirse al menos que el proceso ha producido literatura.
Mariano Rajoy cruza los dedos. No los ha movido nunca ni por su propio partido pero ahora los cruza. Para que el sanchismo no le complique la vida y no meta al país en un escenario de elecciones anticipadas. Es una jornada de emociones fuertes.
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