Alejandro Luzón tiene fama de ser un hombre pausado, serio, sereno, al que no le tiembla el pulso a la hora de hacer frente a la corrupción. Esta imagen de "inquisidor" impasible e implacable, sumada al hecho de haber formado parte de la Fiscalía Anticorrupción desde sus mismos inicios, le posicionan sin lugar a dudas como uno de los mejores candidatos imaginables para sustituir a Manuel Moix y poner fin a su desastrosa etapa.

Qué mejor apuesta para restaurar la imagen de esta institución que el fiscal que logró condenar, entre otros, a Rodrigo Rato por el "caso Bankia" y el uso de las tarjetas black, o al exdirector de la Guardia Civil, Luis Roldán, por el caso de los fondos reservados, y que llevó el "caso Pujol" en sus inicios.

Pero Luzón no solo deberá restaurar la imagen y la confianza en una institución que, en los últimos meses, se ha situado en el epicentro del debate político (con todo el revuelo mediático que eso conlleva), sino que su elección se debe, en gran parte, a que es visto como el hombre adecuado para pacificar una fiscalía fracturada por los convulsos 87 días de su predecesor en el cargo. El nuevo jefe, "un hombre de la casa" como le han calificado las asociaciones fiscales, cuenta con el aprecio y el apoyo de sus compañeros, lo que le otorga la capacidad de devolver el orden a la fiscalía y centrarla en su labor.