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Paralelismos entre dos atentados

11-M y la célula de Ripoll, un aire de familia

Como los terroristas de Madrid, los de Barcelona se financiaron con el delito y montaron su base en un chalé alejado

Hay un aire de familia entre los atentados de Cataluña y los perpetrados en Madrid el 11 de marzo de 2004, aunque solo sea por la evidente intención de provocar una masacre de horrendas dimensiones. La estrategia de los lobos solitarios, que pretendía burlar a las fuerzas de seguridad parece haber quedado atrás, y los yihadistas vuelven a las operaciones a lo grande, que requieren recursos humanos y de medios.

Aunque quizá no tantos. Tanto el 11-M como los atentados de Cataluña tuvieron un coste irrisorio, ridículo. Un informe de CNI de abril de 2005 cifraba en poco más de 40.000 euros los gastos de los terroristas de Madrid, incluida la compra de explosivos, por la que el exminero avilesino José Emilio Suárez Trashorras recibió una partida de hachís y 7.000 euros. Los terroristas del 11-M también tuvieron que pagar 2.250 euros por el alquiler de la casa de Morata de Tajuña donde se montaron las bombas. Además, desembolsaron 1.800 euros por el alquiler del piso de Leganés donde fueron sorprendidos por la Policía en la tarde del 3 de abril de 2004. En móviles gastaron 1.200 euros.

En Barcelona y Cambrils, el coste fue aún inferior, no llegó a los 2.000 euros, lo propio de un terrorismo que ya ha sido bautizado como "low cost". Esa cifra incluye los 60 euros de alquiler de la furgoneta usada para arrollar a las víctimas en las Ramblas. El otro gran gasto fueron las 120 bombonas de butano que iban a usar para magnificar el efecto de las bombas de triperóxido de triacetona (TATP) que tenían previsto hacer explotar en diferentes escenarios. A 14,88 euros cada bombona, salen un total de 1.785,6 euros, pero hay que tener en cuenta que alguna de ellas fue sustraída en gasolineras.

En cuanto a la financiación, los dos grupos recurrieron a vías subterráneas, delictivas. En el caso de la célula organizada por Jamal Ahmidan, "El Chino", obtenía el dinero de las drogas, en concreto hachís y cocaína, que vendía en el norte del país, así como del robo de vehículos. Los terroristas afincados en Cataluña recurrieron a la venta de oro y joyas sustraídas, según los Mossos d'Esquadra.

Las dos células buscaron un entorno apartado y tranquilo como base de operaciones. En el caso del 11-M, alquilaron un chalé en Morata de Tajuña, en medio de la nada. A él acudió Trashorras el 26 de febrero de 2004, de regreso de su luna de miel, para apalabrar con los yihadistas el robo de dinamita en Mina Conchita, en Belmonte.

En el caso catalán, los yihadistas ocuparon un chalé embargado por el Banco Popular en la localidad tarraconense de Alcanar, aunque antes se reunían en un piso abandonado de Ripoll, cerca de la pista de futbito en la que los miembros de la célula, muy jóvenes, pasaban el tiempo. Lo lógico es que hubiesen sido descubiertos. Quizá aprovecharon la permisividad que parece haberse instalado en Cataluña respecto del fenómeno de la ocupación.

Otra coincidencia es el alto número de implicados. Los condenados del 11-M ascendieron a 19, incluidos los avilesinos Suárez Trashorras, su excuñado Antonio Toro, el menor Gabriel Montoya Vidal, Ivan Reis y Sergio Álvarez. A éstos condenados hay que sumar los siete suicidas de Leganés: Serhane ben Abdelmajid Fakhet , "El Tunecino", Jamal Ahmidan, "El Chino", Allekema Lamari, Rachid y Mohamed Oulad Akcha, Asrih Rufaat Anouar y Abdennabi Kounjaa Abdallah.

En el caso de los últimos atentados, se habla también de un grupo grande, formado por al menos una docena de miembros: los seis abatidos, incluido el presunto autor material de los asesinatos de Barcelona, Younes Abauyaaqoub; los posiblemente tres fallecidos en el chalé de Alcanar -entre los que podría estar el imán Abdelbaki Es Satty, cerebro y reclutador del atentado-, así como los cuatro detenidos.

Las relaciones internacionales de los dos grupos también están claras. En el caso del 11-M, la orden de atentar llegó desde Pakistán, dictada por Amer Azizi, superviviente de la célula de Al-Qaeda que dirigía Abu Dahdah y fue desmantelada en 2001. Algunos de los implicados tenían además contactos en Bélgica, el centro del yihadismo europeo. También Abdelbaki Es Satty viajó el año pasado a ese país, donde pudo dar los últimos pasos en su radicalización. Los otros miembros de la célula realizaban frecuentes viajes a Marruecos.

Mas semejanzas. Los siete miembros de la célula del 11-M que fueron cazados en el piso de Leganés prefirieron hacerse estallar con cinturones de explosivos, antes que rendirse, causando su propia muerte y la de un agente. Cinco terroristas de Cataluña intentaron repetir la masacre en Cambrils, armados con cuchillos y falsos cinturones de explosivos e hicieron todo lo posible para caer abatidos. También Younes Abauyaaqoub prefirió morir antes que dejarse capturar, lo que, en su universo de creencias religiosas, equivale a alcanzar directamente el Paraíso, evitando así el horrible Día del Juicio Final.

Pero también hay diferencias entre ambas células, y no son baladíes. Los del 11-M cometieron sus atentados con dinamita Goma-2 ECO. Las bombas requirieron de un sofisticado montaje, que tuvo que ser realizado por un experto. Los catalanes optaron por la "madre de Satán", cuyos elementos principales son acetona, ácido sulfúrico y agua oxigenada, que se pueden obtener en cualquier droguería. Este explosivo casero es el preferido por el Estado Islámico, por su elaboración fácil y alto poder destructivo, aunque es muy inestable y en manos inexpertas puede causar destrozos como el de Alcanar.

Por otro lado, los terroristas de Ripoll estaba unidos por lazos de sangre, con cuatro parejas de hermanos. Esa relación familiar brilla por su ausencia en el caso del 11-M. Los únicos hermanos implicados fueron Rachid y Mohamed Oulad Akcha, fallecidos en Leganés. El resto estaba unido por relaciones jerárquicas en el contexto del tráfico de drogas o por compartir una determinada visión salafista de la vida.

En el caso del 11-M no se aprecia la presencia de un imán reconocido como en el caso de Abdelbaki Es Satty, que aparece como cerebro de los atentados y reclutador y radicalizador del grupo. "El Chino", Serhane "El Tunecino" o incluso Allekema Lamari pudieron tener algún papel religioso en el núcleo duro de la célula, aunque ninguno de ellos tenía la categoría de imán. No obstante, los tres pudieron contribuir a radicalizar a los integrantes del grupo. Acciones paralelas, trece años después.

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