Las últimas cien horas de Younes Abouyaaqoub comienzan poco antes de que este marroquí de 22 años arrollase el jueves pasado a quienes paseaban por el centro de las Ramblas barcelonesas, dejando sobre el pavimento trece cadáveres y más de un centenar de heridos. Quien quiera ir más atrás puede retrotraerse a hace dos años, cuando, según algunas fuentes, la célula yihadista de Ripoll comenzó a gestarse en torno al imán Abdelkadi Es Satty. El comienzo del final de Abouyaaqoub -uno de cuyos hermanos, Houssaine, figura entre los terroristas abatidos en Cambrils- también puede situarse hace seis meses, cuando los integrantes del grupo ocupan el chalet de Alcanar, en Tarragona, la base operativa en la que preparaban tres furgonetas-bomba para hacerlas estallar en Barcelona y en la que una explosión propició que optaran por medios de ataque más rudimentarios.

A primera hora de la tarde del jueves, el que pronto se convertiría en el hombre más buscado, dejó su moto a escasos metros de la casa de Moussa Oukabir, otro de los terroristas muertos por disparos policiales en Cambrils y el inicial sospechoso de conducir la furgoneta de las Ramblas. El rastro de Younes Abouyaaqoub reaparece, a tenor de la investigación policial, poco antes de las cinco de la tarde al volante del vehículo que a lo largo de poco más de quinientos metros, en un recorrido en zigzag para causar al mayor número posible de víctimas, llevó por delante a todo aquel que estuvo a su alcance. Pese a que conducía sin guantes, las numerosas huellas halladas en la furgoneta y el hecho de que las suyas no estuvieran registradas por carecer de antecedentes, dilataron durante días la confirmación de que él iba al volante.

La furgoneta Fiat blanca, alquilada, con la que Abouyaaqoub barrió el corazón de Barcelona se detuvo a la altura del mosaico de Miró, cerca del Liceo, al saltar el airbag y bloquearse el sistema eléctrico del vehículo, como consecuencia de los sucesivos impactos. De no haber sido por ello podría haber continuado su recorrido mortal.

El terrorista abandonó la furgoneta dejando en ella documentación personal que contribuyó a su posterior identificación. Las cámaras del metro no corrobaron la primera hipótesis de que hubiera huido en el metro. Sí fue captado en el mercado de La Boquería, cuando iniciaba, caminando deprisa pero sin correr, una andadura de una hora en la que atravesó toda Barcelona, hasta llegar a la Diagonal.

En el aparcamiento de la zona universitaria, casi desierto por no ser época lectiva, se encontró con Pau Pérez, un ingeniero de 34 años, al que apuñaló para quedarse con su coche. Con Pérez malherido en los asientos traseros del Ford Focus, Abouyaaqoub, se encontró, al poco de retomar la huida, con uno de los 800 controles policiales que fueron desplegados en Cataluña en las horas posteriores al ataque de las Ramblas. El terrorista aceleró y se llevó por delante a una sargento de los mossos que formaba parte de la denominada "operación jaula", el sistema diseñado para bloquear las entradas y accesos a la ciudad tras un atentado. Los disparos de un compañero de la agente no consiguieron frenar el vehículo.

Abouyaaqoub logró llegar hasta Sant Just Desvernes, donde a las siete de la tarde abandonó el coche tras mantener una conversación telefónica, según relataron a la policía testigos presenciales.

Ahí su pista se pierde. La policía registró y mantuvo controlado incluso el edificio Walden, uno de los primeros diseñados por Ricardo Boffill, una construcción de quinientos pisos con múltiples lugares en los que puede ocultarse un fugitivo y que se encuentra a escasa distancia de donde fue localizado el coche utilizado en la huida. Abouyaaqoub era el hombre más buscado hasta ayer, la primera vez en que volvió a ser visto, que fue también la última.