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El abanderado asturiano del 8-O: "Don Pelayo no pudo ir, pero ya fui yo por él"

Pablo Carbajal, avilesino residente en Barcelona, explica que desplegó la enseña regional "por todos los que hubieran querido ir a la manifestación"

Pablo Carbajal Vivas, ayer, con el mástil y las dos banderas que portó el día 8 de octubre por las calles de Barcelona en defensa de la unidad de España.

El azul de una solitaria bandera asturiana izada en un mástil de casi tres metros de altura destacaba como la luz de un faro en la noche en el mar de banderas rojigualdas (de España la mayoría y de Cataluña) que cubrió el pasado domingo durante dos horas la vía Laietana de Barcelona con motivo de la multitudinaria manifestación celebrada bajo el lema "¡Basta! Recuperemos la sensatez" en respuesta al desafío soberanista catalán. El portador de la bandera ha resultado ser Pablo Carbajal Vivas, un hombre de 51 años nacido en La Carriona (Avilés) y vecino de Barcelona desde 1976, que ayer explicó a este diario los motivos que le impulsaron a manifestarse y confesó el orgullo que sintió al sentirse representante de "todos los asturianos que quieren la unidad de España y no pudieron estar en Barcelona el domingo".

La bandera asturiana que tanto llamó la atención en la marcha por las calles de la Ciudad Condal fue un regalo que le hizo hace tres años su tía Gloria a Pablo Carbajal para que se fotografiase con ella en las montañas que corona cuando practica montañismo. "La guardo con tremendo orgullo en mi casa y ese día decidí unirla a la de España en un mástil bien alto que construí con un tubo de PVC. Otros manifestantes iban con las banderas de España y de Cataluña como señal de su apego a ambas tierras, y eso mismo quise simbolizar yo: soy asturiano por los cuatro costados y español porque España es mi país; llevo a honra lo primero sin necesidad de renegar de lo segundo", relata el abanderado.

Carbajal Vivas asegura que se emocionó por la repercusión mediática de su gesto, y en especial por haber salido en las páginas de LA NUEVA ESPAÑA: "A mí cuando hablo de Asturias se me ponen los pelos de punta. Llevo 41 años en Barcelona, tengo aquí mi vida y mi familia, hasta a mi hija le pusimos de nombre Mireia... Pero a mí no me han catalanizado estos fanáticos del independentismo. Mi sueño es poder volver algún día a mi tierra y el domingo me sentí muy orgulloso de poder llevarla por bandera; la gente gritaba '¡Puxa Asturias!' a mi paso y me pedían hacerse fotos". En respuesta a tantas muestras de exaltación patriótica y asturianista, Pablo Carbajal acuñó una frase que hizo fortuna: "Don Pelayo no ha podido venir, pero ya vengo yo por él".

Según relata el protagonista de la anécdota asturiana del 8-O, "jamás había ido a una manifestación, pero lo que está pasando aquí es una barbaridad y decidí salir a la calle porque estoy cansado de callar, fue algo visceral". Carbajal asegura que de un tiempo a esta parte ha renunciado al contacto con muchas personas de su círculo de amistades "porque es imposible hablar serenamente con ellos de la independencia y antes que discutir o tener que resignarte a ser un apestado preferí meter distancia; tan grave es el grado de fractura social que ha causado todo este proceso alentado por cuatro fanáticos y, para colmo, desde la ilegalidad. Ésta no es la Cataluña a la que yo vine a vivir hace 41 años".

Expectante como la gente de toda España por ver en qué acaba el pulso soberanista, Carbajal ha telefoneado a cuarteles catalanes de la Guardia Civil para dar ánimos a los agentes y en una de esas llamadas dio con otro avilesino como él: "Ya le he dicho que mi casa es la suya. Son días difíciles", concluye.

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