¿Sucedió realmente?

Carlitos era el menor de los hijos de una familia numerosa bien situada, un niño con cara de travieso, nada corpulento, lucía una cabellera que asemejaba una peluca, siempre fue un niño consentido: juguetes, caprichos, malos modos, todo se le consentía. Su hermano mayor, Mariano, era más modosito, no sacaba la voz del cuerpo y cuando la sacaba no podía evitar los balbuceos y esa pronunciación sibilante.

La madre siempre les consintió, había vivido de todo, su primer marido era un dictador, falleció a los 82 años, le sucedió un vividor que se separó de ella hacía tres años, y ahora tenía uno mucho más joven, cuyo carácter no había salido a relucir hasta fechas recientes, cuando Carlitos continuó en la escalada de exigencias.

Carlitos, con el paso de los años, exigía más y más, entre sus exigencias una independencia de la que jamás había disfrutado ninguno de sus hermanos. Su hermano mayor, ante el cariz que tomaban los acontecimientos, decide recurrir a su tía Justa. A la tía Justa se la había reconocido siempre por una persona cabal, estricta y recta, pero con el paso de los años la gente percibía algún que otro desvarío, una leve cojera en la pierna derecha, comentaron incluso que podría padecer gangrena, pero a día de hoy ahí sigue, dando en ocasiones puntuales lecciones magistrales y en otras, como ya he apuntado, desvariando, se llegó incluso a especular con la demencia senil y el alzhéimer, pero contra viento y marea ahí sigue.

Mariano, muy partidario de doña Justa, sobre todo cuando le daba la razón y le acariciaba los cabellos, le contó todo lo sucedido, y ella, montando en cólera, llamó a la tía Pilar y al tío Santos, les pidió que le dieran una buena reprimenda, era intolerable el renacuajo. Decía literalmente:

-Ha pasado por encima de toda la familia, me lo contó todo Mariano, que sí, será el mayor de los hermanos, pero, claro, tiene muy poco espíritu, ¿no veis que cada vez que hay lío tiene que salir Sorayita a salvarle la cara?

Santos y Pilar acudieron al piso de estudiantes donde Carlitos pretendía instalarse a todo confort. Al entrar se encontraron con varios chicos-as, ante la petición de los tíos para que abandonase la actitud, se montó el lío padre, los tíos y los chicos se liaron a guantazos y al final se fueron del piso, cuyo dueño procedió a quitarles la llave.

El cruce de acusaciones entre Mariano y Carlitos hizo que el padrastro interviniera. Era hombre de pocas palabras, solían verle una vez al año, allá por Nochebuena, donde siguiendo la tradición familiar solía dirigir unas palabras a la familia. Se esperaba de él un mensaje conciliador, imparcial, el propio de la figura paterna a la que se respeta, pero contrariamente a lo esperado, el patriarca arremetió contra el díscolo Carlitos, a quien amenazó con cruzarle la cara como se le ocurriera volver a sobrepasarse.

Mariano respiró tranquilo, el padrastro se mostró como una persona desconocida para la mayoría de la familia, Carlitos... sigue con sus planes, mientras tanto el vecindario contempla atónito la decadencia de la unidad familiar. ¿Continuará?

Alejandro González Lada, Urbiés (Mieres)

La dejación

Lo peor que le puede pasar a un Gobierno es ir por detrás de los acontecimientos y después querer detener la realidad.

En España, “más papistas que el Papa”, hemos creado más autogobiernos que títulos dan en la Universidad. En España nos gusta “laisser faire, laisser passer”, “el tiempo lo dirá”. Los procedimientos administrativos son tan lentos que convierten las malas prácticas, las falsedades históricas y los abusos de lenguas vernáculas en capítulos de historia generacional con títulos como: “Ya te lo dije y tú ni caso”.

Cuarenta años de abusos en la enseñanza, cuarenta años de abusos en las lenguas, cuarenta años de abusos privilegiados, cuarenta años de insolvencia moral y económica, cuarenta años de realidades manipuladas. Sí, y los gobiernos de la nación fumándose un puro y mascullando “laisser faire, laisser passer”, “el tiempo lo dirá”.

Lo que estamos viviendo estos días en Cataluña es una realidad proyectada por todos.

Lo peor es que el Gobierno no escarmienta y sigue consintiendo que las historietas escritas por políticos demagogos arruinen moral y económicamente a toda España.

Los problemas derivados de la enseñanza y de las lenguas vernáculas, cultivo de las tragedias futuras, siguen apareciendo, siguen manteniéndose (léase Baleares). Sí, y el Gobierno de turno, igualmente, “laisser faire, laisser passer”.

Preocupa la dejación de responsabilidades, preocupa que las exigencias laborales no sean igual para todos, preocupa que, tras el “cierre de las empresas”, para rehacer o mejorar la vida laboral, se utilicen las lenguas vernáculas como ratio selectivo.

La igualdad de oportunidades para todos se ha eliminado. Sí, y el Gobierno “laisser faire, laisser passer”.

Decía un gran profesor e historiador: “Un país sin cultura libre y democrática está abocado a los conflictos sociales cada 70 o 80 años”. Qué razón tenía.

Ángel Alonso Pachón, Getafe (Madrid)

Karma y olé

Karma: según religiones dhármicas dícese de una suerte de ley cósmica de retribución o de causa y efecto. Aquí le diríamos castigo divino, o así.

Nunca como estos días se oyó a tantos invocar o esgrimir vocablos como libertad, derechos, democracia... y me refiero a ambos bandos, para que nadie se me confunda.

Vocablos que han quedado vacíos, cáscaras huecas en boca de múltiples bocazas. El epítome de tanta estupidez han sido las banderitas. Yo tengo una enfrente de más de cuatro metros, un vecino que ha perdido la timidez, se ve. Las banderas deben ser agitadas nada más que por la brisa serena, si no rugen. Aquí y allá, cada cual esgrimiendo la suya y todos diciendo lo mismo; la mía mola y la tuya es una caca. Viva la libertad de expresión, corporal.

Algunos demócratas de allá forzaban con amenazas a la participación de la performance, algunos demócratas de acá se van con los críos a insultar a un futbolista por que ha ejercido su supuesto derecho a expresarse.

Las redes se han ido llenando de datos históricos y anécdotas de antaño y hogaño que respaldan todas las opiniones, cada cual rebuscando quincalla para enaltecer sus diferencias nacionales, como dijo Herder, que añadió que si la historia se convierte en un inventario de ofensas de unos sobre otros vamos a un debate doctrinal sólo dirimible por la fuerza bruta, como los asnos; ¡ay!, si hubiéramos tenido tanto interés por la historia durante la vida ahora algunos no estaríamos con la cabeza bajo la almohada abochornados por tanta demostración de paletería fetén. Y de paso nos ahorraríamos esta murga que todo lo inunda.

Boinas contra barretinas, menudo ejemplo. Castellers frente al concurso de escupir huesos de aceituna, edificante. Pequeñas estrofas de cánticos fervorosos y el resto lololo porque nadie se toma la molestia de aprender ni eso. Y banderas, muchas banderas, para agosto de los chinos. Sin alcanzar a comprender que las carga el diablo. Ya no hay debate, y sí sectaria batalla, y me hago consciente de que la identidad acalla el entendimiento. Lo apaga. Las emociones bullen con futbolero forofismo y con el mismo fervor, ya de paso, marchas marciales o vetustos himnos que llenan de helio los corazones. Que se suben a las nubes, como impelidas por un opiáceo. En ese estado quizás no se superen las pruebas de control de estupefacientes. A saber.

Me da que aún queda por considerar a una tercera minoría, más silenciosa que ninguna. Esa patria no exaltada a la que algunos querríamos pertenecer.

Llegados a este punto vislumbro y hago mías las palabras de Ciorán, que no era un delantero centro, ni un concursante de toreros en la isla: “Vivo en la periferia de la especie, no sé con quién ni a qué afiliarme”.

Desde esta periferia, este extrarradio emocional, se me ocurre que el karma merecido sería para los unos obtener la independencia, y para los otros quedarse como ahora, para siempre. Jamás.

José Luis Peira, Oviedo

Inhabilitaciones o destituciones

Es evidente que, de forma reiterada, la Generalitat ha incumplido leyes españolas y sentencias.

Ante esto debe haber por parte del Gobierno una reacción contundente. Ante un golpe de Estado no valen las medias tintas ni los discursos, puesto que es necesario pasar a la acción, con la intervención del Ejército, si fuera imprescindible.

Las Fuerzas Armadas ya están ayudando en tareas logísticas y podrían colaborar con la Policía Nacional y la Guardia Civil en el mantenimiento del orden público en Cataluña.

En Francia, por causa del terrorismo yihadista, se ven soldados patrullando en París y en otras partes de Francia y Europa, y se ve como algo normal. De hecho, nadie se rasga las vestiduras por ello.

Porque si se declara unilateralmente la independencia en la sesión del Parlament catalán, el curso de la política puede ir, quizás, en una dirección irreversible hacia la existencia, de facto, de dos estados enfrentados.

Y si ocurre esto, me parece que se entrará en una etapa de diálogos y negociaciones que no llevarán a ninguna parte. Ya que las posiciones y los planteamientos políticos de unos y otros son irreconciliables.

El independentismo no acepta, de ninguna manera, el federalismo ni el plurinacionalismo, y el PSOE, o una parte del mismo, ofrece este tipo de soluciones políticas o de encaje territorial a los independentistas.

Las propuestas de Coscubiela y de Iceta de más diálogo y de la celebración más adelante de un referéndum pactado con el Gobierno español tampoco son algo que se pueda aceptar, ya que primero habría que reformar el texto constitucional.

Si no se logra primero, con las mayorías necesarias, esta reforma en algunos artículos de la Constitución, no se ve el sentido de empezar este tipo de diálogo o negociación política. Si se aplica una cierta lógica procedimental.

La inhabilitación o destitución de Puigdemont, Junqueras, Forcadell, etcétera, creo que sería algo plausible y coherente desde un punto de vista legal.

Ya el Fiscal General del Estado dijo hace ­días que existía la posibilidad de detener a Puigdemont y que la estaban estudiando y valorando con prudencia y con criterios de proporcionalidad. Lo que me parece magnífico.

Tal vez la simple inhabilitación o la destitución efectiva de las máximas autoridades de la Generalitat por parte del Gobierno de Rajoy podría ser suficiente para impedir la fractura de España en dos países. O igual empeora las cosas.

Pero ante la desobediencia reiterada del Govern catalán no creo que existan más alternativas eficaces para impedir la creación por la fuerza de una república catalana.

Se puede mantener la esperanza de que no actuando de un modo contundente no va a pasar nada, pero lo dudo mucho. No creo que sea un farol lo afirmado por la CUP acerca de la inminente declaración unilateral de independencia. Y tampoco me parece que sea un órdago al Gobierno español para ver cómo reacciona y lo que pueden conseguir los independentistas para Cataluña.

La carta de Fernando Savater y otros remitida a Juncker, que es el presidente de la Comisión Europea, expone nueve puntos esenciales que son la expresión más clara de lo que son los comportamientos políticos democráticos. Y es verdad que para aprobar una secesión territorial, si no fuera contra lo que dice la Constitución, requeriría para ser democrática y válida de la participación en la votación de todos los españoles.

Estamos asistiendo a momentos y días históricos para el presente y el futuro de España y de Europa. Puede que una parte de la ciudadanía no sea plenamente consciente de lo que nos estamos jugando desde una perspectiva económica, laboral y social, pero parece claro que si surge y se consolida una república catalana, puede ser el principio del fin para la unidad de España y de otros países europeos.

Porque en el País Vasco parece que pueden seguir una senda similar a la del independentismo catalán y luego puede haber una reacción en cadena en Galicia y en otras comunidades autónomas españolas. Esto debería tenerlo en cuenta el Ejecutivo presidido por Rajoy.

José Manuel López García, Gijón

Timorato y estafermo

Un Gobierno paralizado, comandado por un incompetente. Así se podría resumir la imagen que actualmente nos está transmitiendo el actual Ejecutivo, precisamente cuando España está atravesando un momento difícil y se necesita una mano firme para dirigir el timón de la nación. Una vez más, por desgracia para todos, aunque alguno puede que lo celebre, se está cumpliendo la ley de Murphy.

Cuando la incompetencia para ejercer un cargo, máxime cuando éste es tan relevante como la Presidencia de un Gobierno, alcanza el nivel que se enuncia en el principio de Peter, lo honrado, lo leal y lo lógico es presentar la dimisión e irse para casa. Desgraciadamente no es una solución que pueda revertir los errores ya cometidos, pero, al menos, evitará que se sigan cometiendo otros futuros, y, en este caso concreto, nos evitaría a todos los ciudadanos españoles el bochorno de tener un Presidente tan inepto, aranero e impresentable como el que actualmente padecemos.

Los indeseables y desagradables acontecimientos acaecidos en Cataluña el pasado domingo día 1 de octubre, con ocasión del esperpéntico referéndum convocado por la Generalitat, que han supuesto la culminación de un largo proceso llevado a cabo por los responsables del autogobierno catalán, son un claro ejemplo de la inanición política del Gobierno de turno, que no ha sabido parar a tiempo todo lo que se estaba gestando, actuando únicamente sobre los efectos y no sobre la causa. No es de recibo que se haya llegado a un estado de deterioro tan grave por la negligencia de un Gobierno timorato al mando de un Presidente estafermo que sólo reacciona en el momento en que recibe un golpe, cuando ya se han materializado los hechos y sólo queda el recurso de aplicar medidas paliativas, o, en el peor de los casos, traumáticas.

El delito de sedición que de facto ha supuesto la celebración del referéndum catalán, con total desprecio a la Constitución española, quiebra el Estado de derecho y pone en solfa al Gobierno de la nación, tanto en el aspecto interno como ante nuestros socios europeos y el resto del mundo. Si nuestra Constitución dispone de los mecanismos suficientes para haber desactivado todo este perverso entramado, ¿por qué no se han puesto en marcha, a tiempo, las medidas necesarias para ello? Si, de acuerdo con nuestro ordenamiento jurídico, la conspiración para la comisión de un delito es ya en sí mismo un delito, ¿qué hacían, y hacen aún, en la calle personajes tales como Puigdemont, Oriol Junqueras y Forcadell, sólo por citar a los más altos responsables, que venían desde largo tiempo preparando lo que se puede llamar, sin ambages, un golpe de Estado? ¿Por qué no están ya detenidos y a disposición de la justicia? ¿Acaso se está esperando a que se declare la independencia en Cataluña para que, consumada una secesión, no quede más remedio que, al igual que lo hizo el general Franco en febrero de 1939, mandar al Ejército a neutralizar el golpe? En fin, una cadena de desatinos de consecuencias imprevisibles para el país y, por ende, para todos los que en él habitamos.

La nefasta gestión de Rajoy, como máximo responsable del Ejecutivo, frente al desafío al Estado por parte de la Generalitat, negando hechos que todos habíamos escuchado y visionado a través de los diferentes medios de comunicación, es la gota que colma el vaso de los despropósitos y demuestra, una vez más, repitiendo su cobarde actuación del 9-N de hace dos años, una falta absoluta de respeto a la ciudadanía y total inepcia para seguir ocupando el palacio de la Moncloa.

Por el bien del país, y para no perder el prestigio y credibilidad que España tiene en todo nuestro entorno, debería producirse la inmediata dimisión del Gobierno en pleno, con su Presidente a la cabeza, dejando paso a otras personas que puedan representar con mayor dignidad a nuestra nación. Es de suponer que el PP tenga, entre sus muchos conmilitones, alguien que lo pueda hacer mucho mejor, cosa que, por otra parte, no es en absoluto difícil. La otra solución, aunque probablemente no sea el momento más oportuno para ello, sería la disolución de las Cortes y la convocatoria de nuevas elecciones generales.

Constantino Díaz Fernández, Oviedo

No entiendo la democracia

Por favor, que alguien me explique el verdadero significado de esta palabra, cómo se sustentan sus valores, cómo se defiende. A pesar de no ser un intelectual, ni haber tenido la posibilidad de profundizar mucho sobre este tema, siempre he pensado que el poder del pueblo emana de su fortaleza y la justeza de sus leyes, de la capacidad que tengan para defenderse de aquéllos que escondiéndose detrás del Estado de derecho y de la tan mal utilizada libertad de expresión utilizan a aquellas personas que fundamentalmente provienen de los sectores más vulnerables de la población, que desgraciadamente son bastantes numerosas, aunque no la mayoría, para crear el caos, provocar conflictos entre partidos (que aunque no compartan ideas esenciales, sí tienen el mismo objetivo, que es el desarrollo, bienestar y estabilidad de todos los ciudadanos), desestabilizar gobiernos y, lo que es más peligroso, fracturar al pueblo, enfrentándolo consigo mismo. De esos ejemplos está llena la historia. De buenas intenciones está lleno el camino del infierno.

No entiendo cómo un grupo de funcionarios que juran fidelidad a su pueblo y, por lo tanto, a sus leyes pueden no sólo desobedecerlas, sino enfrentarse a ellas de la forma más vil y descarada con absoluta impunidad.

No entiendo cómo representantes de algunas organizaciones políticas traicionan a sus votantes y los utilizan como carne de cañón para enfrentarlos al resto de sus compatriotas.

No entiendo cómo detrás de ese falso patriotismo lanzan a ancianos, mujeres y niños contra las fuerzas del orden mientras ellos se esconden en sus oficinas, contemplando con placer infinito los resultados ya calculados de antemano y luego salen a la luz, en lugares tranquilos y seguros, como si fueran héroes o mártires.

La democracia y el Estado de derecho no los regala nadie, llegar a ellos cuesta mucho sacrificio, y en la mayoría de los casos, mucha sangre; por tanto, tenemos la obligación de luchar con todos los medios que la misma nos faculta para preservarla.

He estado leyendo constantemente la posición de algunos sobre la responsabilidad absoluta del Gobierno por la situación creada en Cataluña, claro, eso es más fácil; sin embargo, esta situación ya está creada desde hace mucho tiempo como todos sabemos. La mecha estaba encendida, sólo era cuestión de tiempo.

A los partidos políticos que reconocen estar lejos de gobernar les conviene que explote la carga, así es el enemigo el que se destruye. A los partidos que tradicionalmente compartan el Gobierno sólo les preocupaba rezar, para que la carga le explotara al otro.

Al fin y al cabo, todos son responsables. De la misma manera que los partidos llamados de la oposición pactan entre ellos para evitar que el Gobierno pronuncie algunas leyes, se podría haber pactado para resolver un problema que llegará a provocar graves consecuencias al país. Si los políticos fallaron, que caiga sobre su conciencia, porque el pueblo que no es político se da cuenta de todo.

Ahora no queda otra que asumir las consecuencias, creo que nunca es tarde para dialogar, para buscar la solución adecuada, para realizar por la vía pacífica lo que los antisistemas quieren imponer por la fuerza. ¿Sería posible?

También he escuchado con preocupación cómo se critica y se ofende a nuestra Guardia Civil, a nuestra Policía Nacional. Creo que pocas veces en la historia un cuerpo de Policía habría de cumplir su deber en tan difíciles condiciones.

Cuando un agente policial se enfrenta o requiere a una persona que ha infringido la ley es fácil actuar y casi siempre se resuelve de forma pacífica y civilizada, pero cuando tiene que enfrentarse a una persona o a un grupo de personas que tratan de evitar a toda costa que se cumpla la ley, no queda otra alternativa que utilizar la fuerza, sólo que ésta será mayor o menor en la medida del grado de resistencia.

Cuando una persona se encuentra frente a una situación de riesgo elevado, en la que se pone en peligro su integridad personal, los conocimientos y entrenamientos que en la mayoría de los casos deben ser empleados como defensa personal se transforman inconscientemente en acciones ofensivas, por lo que siempre se trata de que la correlación de fuerzas sea lo más cerca posible, para lograr un control más eficiente con una menor violencia. Por otra parte, estoy seguro de que tanto la Policía como la Guardia Civil no fueron a Cataluña con la intención de reprimir ni de maltratar al pueblo, sino con la intención de mantener el orden y hacer cumplir las leyes. Realmente estoy convencido de que son dos fuerzas del orden muy profesionales y, por tanto, merecen nuestro respeto y nuestra admiración. Si alguien tiene que pedir perdón por la situación creada, somos nosotros, que no hemos sabido exigir a los responsables que se solucionara la situación en su momento, pero sí tenemos que exigir que ocurra lo que ocurra, todos los responsables tengan que asumir las consecuencias de sus actos.

Por favor, si estoy equivocado, que alguien me convenza de lo contrario.

Armando Juan Pérez Hidalgo, Oviedo