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La apuesta que ganó Adriana Lastra

La nueva portavoz del PSOE en el Congreso se la jugó al todo o nada con Pedro Sánchez, a quien fue leal en su caída y auge

La apuesta que ganó Adriana Lastra

Adriana Lastra (Ribadesella, 1979), la recién nombrada portavoz del PSOE en el Congreso, se jugó su futuro político al todo o nada el 1 de octubre de 2016. La apuesta no podía ser más fuerte, pero fue un acierto. Cuando nadie daba un céntimo por un Pedro Sánchez desbancado y hundido, Lastra se convirtió en uno de sus principales apoyos. Cuentan los suyos que de no haber sido por el coraje que ella (entre unos pocos que apenas se cuentan con los dedos de una mano) insufló al hoy presidente del Gobierno, Pedro Sánchez sería un mero recuerdo de un episodio amargo en el PSOE.

Aquella apuesta arriesgada le supuso muchas tardes de lágrimas y confesiones sintiéndose maltratada por quienes habían sido sus compañeros de partido. Pero entre las virtudes de Adriana Lastra se cuentan la tenacidad y la perseverancia. Y entre sus defectos, que jamás olvida. Ahora se convertirá en el pilar parlamentario del gobierno de Pedro Sánchez. En definitiva, en la guardiana de su estabilidad. Deberá combinar su vehemencia con la cintura suficiente para buscar acuerdos políticos que sostengan un gobierno en la situación más minoritaria de la democracia española. El reto: saber dar palo y zanahoria a un Podemos que no se aventura amigable pero que será necesario para el PSOE.

Entre los veteranos del partido se desliza el comentario de que las Juventudes Socialistas son una escuela de conspiración política. Los llamados a ser futuros cuadros socialistas se fajan en las alianzas y traiciones, y se forjan amores y odios. Adriana Lastra inició su formación política en esa escuela, con 18 años, y asumió la secretaría general de la agrupación de Juventudes en Ribadesella entre 2008 y 2012. En aquella organización coincidió con buena parte de los actores políticos actuales en el PSOE asturiano: desde Adrián Barbón a Guillermo Martínez, pasando por José María Pérez.

Aquella chica de discurso firme y ortodoxo, con un punto de rebeldía, rockera en la intimidad, logró saltar a la dirección regional de la FSA como secretaria de Movimientos Sociales y ONG's, un cargo menor que pronto se le quedó pequeño. Logró el escaño de diputada en la Junta General en el año 2007. Al año siguiente desempeñó el puesto de secretaria de Política Municipal del PSOE asturiano, que le permitió un conocimiento profundo del partido en todos sus territorios y en el que aprendió la tarea de apagar fuegos o provocarlos, según tocase, de la mano de Jesús Gutiérrez, entonces secretario de Organización. Cuando Ana Rosa Migoya quedó aparcada por la explosión del "caso Marea", Adriana Lastra ocupó en los comicios de 2012 su lugar como cabeza de lista por la circunscripción del Oriente.

Para entonces la carrera de la riosellana ya apuntaba alto. El hecho de que no haya terminado sus estudios universitarios de Antropología Social ha sido siempre un arma con el que la han atacado sus contrarios, un argumento que sacan a relucir cuando se trastabilla en alguna declaración. Con todo, se fue ganando la posición en el PSOE asturiano en la época en la que fue javierista hasta la médula: tanto que el partido no dudó en elegirla para ser la candidata al Congreso en el año 2015. Cuentan en los mentideros que su nombre fue propuesto por Jesús Gutiérrez, aunque ambos terminaron en antagonismo cuando la crisis con Pedro Sánchez partió en dos al PSOE. Hubo un tiempo en el que las únicas palabras incuestionables de la FSA salían de la boca de Javier Fernández, Jesús Gutiérrez o Adriana Lastra.

Tenacidad y perseverancia, recuerden, son sus virtudes. Pero no olvida. Y es leal hasta que siente que ha sido traicionada.

La siguiente escena ocurre tras la caída de Pedro Sánchez, en la votación en el Congreso en la que el PSOE que regía temporalmente Javier Fernández se abstuvo para permitir la investidura de Mariano Rajoy. Para entonces, aquella relación que algunos veían como casi paterno-filial entre el presidente asturiano y la impulsiva promesa socialista, se había quebrado por completo. Adriana Lastra se plegó a regañadientes a la abstención: "Por imperativo", recalcó al votar. Eso no evitó el castigo, ya que la gestora la retiró de la portavocía de Administraciones Públicas y de la diputación permanente del Congreso. Los que la conocen saben que las lágrimas derramadas se transformaron en coraje. No olvida.

Logró resucitar el cadáver de Pedro Sánchez, coordinó su campaña a las primarias (Asturias estuvo entre los primeros destinos del hoy presidente, en un acto en El Entrego que ella misma y Adrián Barbón organizaron) y fue labrándose aliados en las redes sociales hasta ir minando lo que los partidarios de Susana Díaz en aquella batalla daban por seguro. Pedro Sánchez recuperó el poder en el PSOE y nadie pudo parar la ola.

La hoja de ruta de Adriana Lastra pasó luego por dar el impulso a Adrián Barbón (con quien le une una estrecha amistad desde los años de juventud) para ser candidato sanchista en la conquista de la Federación Socialista Asturiana. Y desde entonces es la mano firme detrás de cuanto acontece en el PSOE asturiano.

Hija de taxista, lo daría todo por sus hermanas. Casada, sin hijos, es vecina del barrio ovetense de Villafría aunque ahora pasa la mayor parte de la semana en Madrid. Para los más próximos sigue siendo la mujer cercana y cálida que no pierde ocasión de seguir viéndose con sus más fieles compañeras de partido. Se la quiere o se la odia: no deja a nadie indiferente. En su propio partido hay quienes están con ella o contra ella. Pero ahora, gracias a esa apuesta arriesgada que logró ganar completamente, se ha granjeado la simpatía de la militancia como uno de los pilares del nuevo PSOE. Su vida ha sido la política: fuera no ha tenido otra ocupación.

En la época en que aquella cercana relación con Javier Fernández estaba rota y existía un enfrentamiento velado, había apuestas por saber qué metáfora psicológica triunfaba: la de "matar al padre" o la de "Saturno devorando a sus hijos". El mito freudiano sigue vigente.

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