El nombramiento de Pedro Duque (Madrid, 1963) como ministro de Ciencia, Innovación y Universidades generó ayer un enorme impacto no sólo en los ambientes científicos, sino en amplios sectores de la sociedad española. El primer astronauta de la historia de nuestro país es un rostro muy conocido y mayoritariamente respetado. No cabe duda de que, al menos a priori, puede ser muy poderosa su capacidad de interlocución con el colectivo de los científicos, siempre marcado por un cierto halo elitista. Difícil lograr una combinación más eficaz de glamour y rigor. Otra cosa es que su Departamento disponga de los recursos necesarios para desarrollar una política de I+D+i mínimamente decente. Desde el inicio de la crisis, los recortes presupuestarios que ha sufrido la ciencia española han sido muy sustanciales, y la recuperación en este último tramo ha sido más bien débil.

"Es un gran privilegio para mí poder transferir mi experiencia como astronauta, director de proyectos y director ejecutivo del sector espacial a mi nuevo cargo en el Gobierno", declaró ayer Duque en un comunicado difundido por la Agencia Espacial Europea (ESA).

Tratado de cerca, el nuevo ministro es afable, y muestra a la vez un carácter cerebral, casi impasible, sin duda esencial en situaciones máximamente comprometidas como las que pueden producirse en una nave espacial. Basta un breve intercambio de palabras para apreciar una inteligencia muy notable y una gran seguridad en lo que dice y hace. Puede presumirse, con poco riesgo de fallar, que cuando Pedro Sánchez le propuso ser ministro no dudó ni un segundo de su capacidad para desempeñar este cargo.

El 29 de octubre de 1998, Pedro Duque se convirtió en el primer ciudadano español en volar al espacio. Lo hizo a bordo del transbordador Discovery durante una misión de nueve días dedicada a la investigación en ausencia de gravedad y al estudio del Sol. Más tarde, completó su segundo vuelo espacial con la misión Cervantes, del 18 al 28 de octubre de 2003, en la que viajó hasta la Estación Espacial Internacional.

En 2006, obtuvo una excedencia de la Agencia Espacial Europea (ESA) para dirigir un proyecto de observación de la Tierra con una empresa privada dedicada a la explotación de imágenes terrestres obtenidas por satélite. En 2011 lideró, en Múnich, la Oficina de Operaciones de Vuelo de la ESA. Durante los últimos tres años, ha trabajado en el Cuerpo de Astronautas con responsabilidad en el control y revisión de futuros proyectos de la ESA. El director general del organismo europeo espacial, Jan Woerner, manifestó ayer su seguridad de que el nuevo ministro "abordará la política con la misma energía que la astronáutica y nunca olvidará a su familia de la ESA".

En 1999, Pedro Duque recibió el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional junto a los también astronautas Chiaki Mukai, John Glenn y Valery Polyakov. Desde entonces, ha asistido con regularidad a las ceremonias de entrega de los galardones en el teatro Campoamor, de Oviedo. Su nombramiento de ayer fue bien recibido ayer por los responsables de la Fundación Princesa y por los miembros del jurado que otorgó el Premio de Investigación. Cristina Garmendia, ministra de Ciencia e Innovación en el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, se manifestó "muy contenta" con que una "gran autoridad" en Ciencia como Duque sea ministro. "Impactará y dejará su huella en el Gobierno", añadió Garmendia. "De una persona brillante cabe esperar ideas brillantes". subrayó el científico y divulgador asturiano Amador Menéndez.

En marzo de 2017, Pedro Duque participó en la II Semana de la Ciencia organizada por LA NUEVA ESPAÑA. Su intervención tuvo como escenario el Auditorio Príncipe Felipe, de Oviedo, que registró un lleno total.

Se abren ahora muchas incógnitas y expectativas en torno a la gestión del flamante ministro de Ciencia. Una de ellas es si mantendrá al frente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) a la química asturiana Rosa Menéndez, en el cargo desde el pasado noviembre.