Tras las elecciones de diciembre, quedó claro que ERC quería bajar el tono. Su independentismo no es oportunista (Mas) ni desesperado (Puigdemont) sino el resultado de un combate plurigeneracional basado en dar pasos hasta alcanzar la meta. Y sus análisis les dicen que la actual tentativa está agotada: toca replegarse, reagrupar fuerzas y recuperar una acción de Gobierno muy descuidada durante estos años y cuyas perspectivas se han vuelto más halagüeñas con el acceso del PSOE a Moncloa.

De ahí que, sin gritarlo, la letra pequeña de sus declaraciones de estos meses desvela su hartazgo de Puigdemont y su voluntad de hacer política desde el Govern y desde el Parlament. No quieren dejarlo tirado y ser tachados de traidores pero lo preferirían callado. Y por supuesto, de la Crida, que despachan como un intento de recomposición del centro-derecha, no quieren saber nada.

Sin embargo, la efectividad de las intromisiones del expresident es tal que, estos días, ERC ha vuelto a alzar la voz para no perder comba. A fines de julio, su diputado Tardá no sólo apoyó la idea del encarcelado Jordi Sánchez (JxC) de negociar con el Gobierno socialista un referéndum de autodeterminación sino que llamó a la desobediencia si no se logra.

La toma del PDeCAT y este renacer del encrespamiento de ERC salpican de plano a Madrid, donde Sánchez no puede prescindir de los 17 diputados secesionistas para sacar adelante sus iniciativas. Se ha visto en el rechazo al techo de gasto -ahí era fácil oponerse porque la batalla del Gobierno estaba perdida- y se volverá a ver. Aunque en realidad el choque frontal sólo beneficia a Puigdemont, que añora el clima de enfrentamiento con Rajoy. Quienes quieren hacer política en Cataluña saben, por el contrario, que jugarle con astucia a Sánchez permitirá blindar competencias, desbloquear leyes, mejorar la financiación y allanar el camino a una futura reforma constitucional.

Así las cosas, el último sondeo del CIS parece indicar que el posibilismo de ERC goza de mayor aceptación ciudadana que el belicismo de Puigdemont. Según una proyección difundida el viernes, del actual 9 a 8 favorable a ERC se pasaría a un rotundo 15 a 4. Demasiado contundente para ser un puro producto de cocina.