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Ministra en la reserva

María Luisa Carcedo es una de las más leales colaboradoras de Pedro Sanchez y hasta sus enemigos le reconocen gran capacidad de trabajo

Ministra en la reserva

Una conversación con Pedro Sánchez ayer fue el preámbulo de un nombramiento que muchos ya daban por previsible en junio pasado, cuando el presidente del Gobierno, vencedor de la moción de censura contra Mariano Rajoy, diseñaba su Consejo de Ministros. María Luisa Carcedo (Santa Bárbara, San Martín del Rey Aurelio, 1953) era hasta ayer la Alta Comisionada del Gobierno para la lucha contra la Pobreza Infantil, un puesto en el que estaba muy cerca de Sánchez, ya que su despacho estaba en la zona noble del palacio de la Moncloa. También estuvo junto a él en los momentos duros del comité federal del 1 de octubre de 2016. La dimisión de Carmen Montón, por las supuestas irregularidades con su máster en la Universidad Rey Juan Carlos, convierte a esta veterana socialista, médica, en la primera mujer ministra nacida en Asturias.

María Luisa Carcedo, fiel a su estilo, no quiso pronunciarse ayer sobre un nombramiento que no será oficial hasta que salga publicado en el Boletín Oficial del Estado (BOE) de hoy. La nueva ministra de Sanidad atesora una dilata trayectoria pública, más de tres décadas, primero en la política asturiana y luego en Madrid. Empezó a militar de joven en el PSOE, cuando estudiaba Medicina en la facultad del Cristo. La cartera no le resultará extraña. Es licenciada en Medicina y Cirugía, diplomada en Medicina del Trabajo y doctora de atención primaria. En el Gobierno de Pedro de Silva fue directora regional de Salud Pública, y en los de Juan Luis Rodríguez-Vigil y Antonio Trevín, consejera de Medio Ambiente y Urbanismo.

Durante trece años fue diputada en la Junta General del Principado hasta que en 2004 dio el salto a las candidaturas para las elecciones generales y presidió la Agencia Estatal de Evaluación de las Políticas Públicas en la segunda legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero al frente del Gobierno. El huracán de la crisis económica obligó a los socialistas a afrontar una travesía del desierto que María Luisa Carcedo pasó, desde 2011, en el Senado. Acostumbrada a los avatares de la política, con los ciclos altos y bajos marcados por victorias y derrotas electorales, para lo que no estaba curtida era para afrontar la mayor crisis interna en el PSOE, desatada tras las elecciones generales de 2016, cuando Sánchez acabó siendo desautorizado por el Comité Federal. Carcedo, al igual que Adriana Lastra, optó por permanecer al lado del secretario general en los momentos más bajos que siguieron a su renuncia, primero al frente del partido y luego de su acta de diputado.

Otra travesía del desierto pero esta vez interna acabó por alejarla del todo de Javier Fernández, en aquel momento secretario general de la Federación Socialista Asturiana (FSA) y presidente de la gestora que puso al PSOE rumbo a una abstención que allanó la investidura de Mariano Rajoy. "Quería ser ministra", dijo entonces otro veterano de la FSA para argumentar aquel giro en una relación que había sido de intensa colaboración y hasta de amistad. Todo aquella tensión le costó lágrimas, bastante más amargas que las de cualquier revés electoral.

Tocaba rearmarse y volver a empezar con el "no es no" como lema. En unos meses, el mensaje de "hacer un PSOE más de izquierdas" caló entre la militancia y la victoria de Pedro Sánchez en las primarias frente a la andaluza Susana Díaz devolvió a Carcedo el protagonismo orgánico perdido para ser uno de los tres asturianos en la nueva ejecutiva federal, junto a Adriana Lastra y Hugo Morán. En el verano de 2017 fue nombrada secretaria de Bienestar y un año después, cuando sonaba como ministrable, acabó como Alta Comisionada para la lucha contra la Pobreza Infantil. Un puesto en el que dependía únicamente de Pedro Sánchez. Acaso esa cercanía la ha convertido en la primera opción para asumir la cartera que deja vacante Carmen Montón cien días después. Su nombramiento a nadie extraña. Leal colaboradora de Sánchez, y sistemática en las formas y los métodos, hasta sus críticos le reconocen su capacidad de trabajo, demostrada en mil y una horas de negociaciones para que el PSOE pudiera gobernar en Asturias y en España. Sus detalladas notas, su labor de hormiguita, son reconocidas incluso por sus enemigos y contrincantes políticos.

En una entrevista concedida a LA NUEVA ESPAÑA el pasado mes de junio, cuando sonaba como candidata sólida para un Ministerio, declaraba que "combatir la desigualdad dependerá del tiempo que dure la legislatura", palabras que reflejan la que pasa por ser una de sus principales obsesiones en política, la consecución y blindaje de un auténtico Estado del bienestar en España.

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