Pablo Iglesias se defendió ayer de los ataques del portavoz adjunto de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián, a cuenta de la visita que hoy le hará hoy al líder republicano, Oriol Junqueras, en la prisión de Lledoners. Iglesias llamó a Rufián a "relajar el tono" y alegó que fue Junqueras quien le pidió que le visitara.

"En lugar de ir a presionar a una celda de Lledoners para aprobar los presupuestos del PSOE, se puede ir a presionar a un despacho de Moncloa para liberar a nueve demócratas de una condena salvaje, injusta y vengativa", le espetó el miércoles Rufián.

Pero Iglesias le respondió ayer que la crisis catalana requiere "mucho diálogo, mucha mano izquierda y, a veces, trabajar en silencio algunas cosas poco a poco". A su juicio, la situación de "excepcionalidad política" requiere "normalizar el diálogo" y evitar los mensajes "agresivos".

Palabras que Iglesias hizo extensivas al ministro de Exteriores, Josep Borrell, quien pocas horas antes había dicho de los independentistas que, pese a las "bravatas, a la hora de la verdad votarán" los Presupuestos, "y no porque haya "un pacto secreto con ellos, sino por interés".

Iglesias alabó la "enorme" preparación intelectual de Borrell, pero criticó su "mal genio". Y añadió: "La gente está cansada de tonos un poco chulescos, de vamos a ver quién es más chulo, si Rufián o Borrell".

Rufián lamentó que Borrell, que "es más chulo que un ocho", siga ejerciendo de militante de Sociedad Civil Catalana, "una sociedad derechista". El portavoz del PDeCAT en el Congreso, Carles Campuzano, dijo que Borrell es un "problema" para Pedro Sánchez: "Juega a ser pirómano".

Por otra parte, Iglesias y su pareja, la diputada Irene Montero, dispondrán de escolta policial las 24 horas del día.