Los andaluces están convocados hoy para acudir a las urnas y elegir a los 109 parlamentarios regionales en las undécimas elecciones autonómicas. Con dos incertidumbres: quién va a quedar en segundo lugar y si por primera vez en la historia irrumpirá un partido de extrema derecha, Vox, en un parlamento regional. En la actual democracia, Andalucía ha sido gobernada siempre por el PSOE A veces en coalición, con el difunto Partido Andalucista o con Izquierda Unida. Pero no siempre ha ganado.

En 2012 se impuso el PP de Javier Arenas, aunque con mayoría simple. Todas las fuerzas contienen el aliento ante la irrupción posible de Vox, que estaría rozando el escaño en casi todas las provincias andaluzas. Los analistas afirman que araña sobre todo votos al PP, que al igual que Ciudadanos no ha dado una respuesta ni clara ni ambigua acerca de si pactarían los tres en caso de sumar mayoría para no dejar gobernar a la izquierda.

Respecto a la incógnita sobre qué fuerza quedaría en segundo lugar tras el PSOE, recordemos que los sondeos coinciden en dar a cada uno (PP, C's y AA) un porcentaje que ronda arriba o abajo el veinte por ciento, casi siempre con AA en tercer lugar. Los dirigentes de Ciudadanos, con indisimulada euforia, se muestran convencidos de adelantar al PP. Ha sido incluso recurrente en campaña el chascarrillo entre Moreno Bonilla, líder de los populares y Juan Marín, homólogo de ciudadanos, sobre quién sería el vicepresidente en un Gobierno que presidiera el otro.

Ciudadanos podría tener un gran crecimiento, ahora tiene nueve escaños frente a los 33 del PP, del que se nutriría. La mayoría absoluta está en 55. El PSOE dispone de 47 y Adelante Andalucía tiene 20 (quince de ellos elegidos como Podemos y cinco elegidos en las listas de IU). Susana Díaz podría inclinarse por Ciudadanos o por Adelante Andalucía para gobernar.

Lo interesante es que ambas fuerzas lo niegan. Cs trata de diferenciarse de los socialistas, a los que apoyaron en la investidura. Harán lo que diga Rivera, que habla de propiciar el cambio. Pero también lo trata, el diferenciarse, el no parecer ni por asomo como futuro socio del socialismo, Andalucía Adelante, cuya líder, Teresa Rodríguez, es una de las políticas que más ha fustigado a Díaz. Con denuedo. Sin descanso. Constantemente. Si en el campo de la derecha la batalla es por la hegemonía, o primer puesto, asilvestradamente, en el campo de la izquierda, la batalla es más ideológica.

En síntesis: durante la campaña PSOE y AA han pugnado por ver quién es más andalucista. No más nacionalista, pero sí quién apela y enarbola, articula un discurso sentimentalmente andalucista, alejado del folklorismo o por supuesto el independentismo y con marcado carácter social. Rodríguez no ha parado de hablar de salario mínimo, problemas del campo, educación o sanidad. En andaluz. Y reprochando de continuo que el asunto catalán se colara. En actos en pequeños recintos.

Díaz ha hecho una campaña no menos populista pero con menos concreciones. Alguna gran promesa (quince hospitales más para Andalucía) pero mucho baño de masas, visitas a pueblos, paseos callejeros, colegios, fábricas, etc. Algún gran mitin pero más presencia a pie de calle.

Periodistas y también politólogos, y hasta el simple aficionado a la cosa pública, se preguntan con frecuencia por el caso andaluz. O sea, por qué gobierna el PSOE, por qué no hay alternancia. La respuesta más clara sería que hay plena democracia y la gente vota lo que le viene en gana, pero también es posible que más que por méritos del PSOE (que ha logrado al menos hasta ahora ser identificado como el partido andaluz, andalucista y que mejor defiende a la Comunidad) habría que preguntarse por qué la derecha no ha sabido construir una alternativa atractiva y unos liderazgos fuertes o al menos no unipersonales. De hecho, no conviene olvidar que la última vez que los andaluces votaron (generales) ganó el PP. Hay en Andalucía una bolsa abstencionista de gente que mete en la urna la papeleta del PP en todas las elecciones salvo en las autonómicas.

Nada hace vaticinar que pueda ganar otra fuerza que sea el PSOE pero el fantasma del bloqueo (hace cuatro años, Díaz necesitó 80 días para ser investida) aparece. Ha aparecido en campaña. Se ha hablado incluso de repetir elecciones. El PSOE teme que las restantes fuerzas guarden estrategias y movimientos para después de las municipales o que utilicen como moneda de cambio el resultado de unas hipotéticas y cercanas (cosa poco posible) elecciones generales.

Un ligero viraje en Ciudadanos se ha producido en estos últimos días, cuando tras pasarse la campaña hablando de que hay que buscar el cambio, hablan ya de la necesaria gobernabilidad y el acuerdo. Su secretario general es Juan Marín, considerado con poco carisma, que ha militado ya en varios partidos y que exhibe un buen talante.

Teresa Rodríguez, profesora de instituto y compañera sentimental del alcalde de Cádiz, es bien valorada y ha ganado en aprecio popular durante esta campaña. Su naturalidad y desparpajo y el hecho de estar embarazada han ayudado a que se tenga con ella una mayor empatía. Su valoración e índice de conocimiento han subido. Rodríguez ha escindido en la práctica Andalucía Adelante de Podemos. Pablo Iglesiascasi no ha venido en campaña. Ella se esfuerza en decir que dirige una formación no sucursalista, que no es Podemos, que no obedece a Madrid y que no tiene más referencia que ella y otros dirigentes andaluces. Convive con Antonio Maíllo, líder de IU, con quien ha formado un buen tándem político. No pocos recelaban. En ambientes de izquierdas se consideraba que no formarían buen equipo. Parece que no estaban en lo cierto.

Moreno Bonilla ha hecho una campaña muy diferenciada de Pablo Casado. Cada uno con su propia caravana. Bonilla no apoyó a Casado en las primarias del PP y sí a Soraya Sáenz de Santamaría. Sin embargo, Casado, en lugar de desasistirlo y cortar luego su cabeza, ha optado por pensar que el resultado en Andalucía se lo van a imputar igualmente sea malo o bueno, que Andalucía es el primer test de las generales y que Bonilla a solas podría significar siniestro total para el Partido Popular. Las espadas no están en alto. Más bien los puñales. No es una lucha de altura pues la emoción de quién va a ganar no existe.