Empezando por el final, ningún político contemporáneo está a la altura de Rubalcaba. Incluso quienes le odian legítimamente, porque su política de la acción incesante generaba enemigos, agachan la cabeza a la hora de apreciar su inteligencia superlativa. No es lo más importante que acabara con ETA, sino que tuviera perfectamente diseñado el proceso que conduciría inexorablemente al final de la banda. Sin dramatizar, una actitud que detestaba. Y en estrecha aunque subterránea colaboración con el PP, una alianza de Estado que resulta inverosímil en la actual coyuntura política.

La liquidación de ETA no es la mayor aportación de Rubalcaba a la calidad de vida de sus compatriotas. La oleada de medidas de tráfico sintetizada en el carné por puntos redujo en proporciones de vértigo la carnicería colectivamente asumida en la carretera. Y desde el ministerio vecino de su patrocinada Elena Salgado, impulsó las limitaciones al tabaquismo que por entonces generaron la racial protesta de ordenanza, pero que nadie discute tras observar los resultados.

Rubalcaba es el gran cardenal de la transición española, a la altura de Retz, Mazarino o Richelieu. Escribía mejor que todos los columnistas que le incensaban o incendiaban. Y sabía mejor que nadie que era un pésimo cabeza de cartel electoral. Sin embargo, le ganó la victoria a Zapatero en las vísperas sabatinas de las generales de 2004, al reprochar las mentiras del PP sobre los atentados de Atocha. Rajoy se quedó sin respuesta, y está claro que el ministro del Interior y vicepresidente vertebró los años del segundo socialismo. Su muerte vuelve a mediar en la campaña de las elecciones del 26M, por lo que solo fracasó como candidato, cuando en 2011 se sintió obligado a encabezar un PSOE al servicio de los mercados. Solo puedo añadir un detalle, fruto del trato personal que desarrollamos por iniciativa suya, Rubalcaba mejoraba en privado. España es hoy menos inteligente, probablemente menos inteligible. En todo caso, un problema que a este químico y catedrático de política le hubiera encantado resolver.