Pedro Sánchez no ha ganado las elecciones generales, solo encabeza la lista más votada en medio de un panorama desolador. En este triunfo relativo fue decisivo su asalto, este sí triunfal, a La Moncloa. La condición presidencial que pavimenta la continuidad del PSOE en el Gobierno se logró gracias al voto explícito, afirmativo y sin contrapartidas de Esquerra Republicana de Catalunya. Ante los desvaríos socialistas de estos días, con la noble excepción de Miquel Iceta, conviene reiterar que sin ERC no hay Pedro Sánchez, con lo cual el párrafo termina en el personaje que lo abrió.

Al aclamar a Sánchez, Esquerra también votaba a Iceta. Basta repasar los resultados del PSC en las autonómicas catalanas con artículo 155 de 2017 y en las generales del mes pasado. En este análisis de la generosa contribución de los independentistas al renacer socialista, falta un dato digno de mención. El presidente, líder absoluto y candidato único de ERC está en la cárcel, sin ninguna sentencia en contra y por hechos ligados íntimamente a su gestión política. Ha permanecido en prisión durante el año que los socialistas han disfrutado en el poder, permanecía privado preventivamente de libertad en la noche de los balcones del jolgorio electoral. Se necesita una interpretación muy relajada de los compromisos ideológicos, para concluir que está obligado a apoyar la cuando menos anómala proclamación como presidente del Senado de un señor que no es senador. El mismo día en que la Fiscalía General del Estado, sometida en las últimas décadas a los caprichosos designios sucesivos de PP y PSOE, sustenta una querella por "organización criminal" contra otra treintena de altos cargos catalanes. A falta de juzgar directamente a los espectadores de TV3, líder de audiencia en su ámbito.

Si hasta aquí se abordan las presunciones socialistas, hay que detenerse ahora en la postura ubuesca de la derecha madrileña.

Al sobrepujar el papel de ERC, los conservadores están reconociendo que el independentismo marca la política española muy por encima de sus resultados en Cataluña. La cortesía parlamentaria no obliga a votar para senador a quien ordene la superioridad que desea meter en vereda a los díscolos, pero sí aconseja no castigar en demasía a políticos agónicos como Pablo Casado.

Sin embargo, no puede defenderse que la promoción de Iceta es un regalo a los independentistas, el mismo día en que los independentistas rechazan a Iceta. Claro que, bien pensado, este raciocinio disociativo ha llevado al PP a su naufragio actual.