Si Pedro Sánchez o Pablo Iglesias no sufren antes un ataque de cordura, mañana, martes, una vez que Felipe VI culmine la séptima ronda de consultas de su reinado, la XIII Legislatura entrará en fase de acabamiento y se convocarán elecciones para el 10 de noviembre. Lo que, con ser malo (y hasta indignante: serían las cuartas desde diciembre de 2015), puede no serlo tanto como tener que hacer frente a las consecuencias de un "Brexit" a las bravas y a la agitación que seguirá a la sentencia del juicio del "procés" (con toda probabilidad condenatoria) en medio de los vientos tempestuosos de una campaña electoral y con un Gobierno en funciones.

La explícita animadversión que se profesan los líderes del PSOE y Unidas Podemos (condenados, pese a todo, a entenderse) y el ciego enroque en sus posiciones con que bloquean la legislatura puede poner de nuevo al Rey en la tesitura de certificar que ningún líder reúne apoyos suficientes para ser investido (o de que ninguno se presenta voluntario aun sin tenerlos), dando así por amortizado el corto recorrido legislativo que se inició el pasado 21 de mayo, tras la constitución de las Cortes surgidas de las elecciones del 28 de abril.

Ya ocurrió lo mismo el 26 de abril de 2016, cuando, después de tres rondas de consultas, una investidura fallida (la de Sánchez con apoyo de Ciudadanos) y una negativa a pedir la confianza del Congreso (la de Mariano Rajoy), Felipe VI hizo uso de una de las pocas prerrogativas que le concede la Constitución y puso al país rumbo a las elecciones del 26 de junio.

La densidad del bloqueo político (con partidos que llegaron para romper el bipartidismo y generar cultura de negociación, pero que, como los otros, solo predican con el ejemplo cuando les conviene) puede medirse fácilmente contrastando las diez rondas de consultas que Juan Carlos I protagonizó en sus casi 39 años de reinado y las siete que ya lleva, tras solo un lustro en el trono, su hijo Felipe VI. Quien, aparte, ha tenido que escuchar estos días cómo un republicano (Iglesias) le pedía que convenciera a Sánchez de las bondades del Gobierno de coalición que el partido del círculo tuvo al alcance de la mano en julio y rechazó.

Con los contactos rotos desde que el jueves Iglesias le propuso a Sánchez una coalición a prueba y el líder socialista la desdeñó, la repetición de las elecciones es ya más una certeza que un riesgo palpable. No hablaba a humo de pajas el PSOE cuando, tras la fallida investidura de julio, advirtió que no habría segunda oportunidad en septiembre. No la habría para la coalición porque los socialistas quedaron escamados; ahora se sabe que tampoco la hay para el Ejecutivo monocolor con apoyo parlamentario morado porque los de Iglesias tampoco ceden.

Felipe VI recibe a Sánchez mañana a las 18.00, después de citarse con otros seis portavoces o líderes ese día y ocho más la víspera. Después de consultar con Sánchez, y en función de lo que le haya transmitido Iglesias horas antes, el Rey comunicará a la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, si propone a un candidato a la investidura o se convocan nuevos comicios.

De haber encargo (y solo Sánchez está en condiciones de asumirlo), Batet tendría que montar a toda prisa una sesión se investidura, pues si antes de la medianoche del domingo 22, como muy tarde, ningún candidato obtiene la confianza del Congreso, el 10 de noviembre habrá que volver a votar.