Pedro Sánchez fue investido ayer presidente del Gobierno y formará con Unidas Podemos el primer Ejecutivo de coalición desde la II República. En la segunda y definitiva votación, necesitando solo más "síes" que "noes", el candidato del PSOE obtuvo 167 votos a favor y 165 en contra, además de las 18 abstenciones de ERC y EH Bildu sin las cuales no habría logrado su objetivo. La ronda de voto fue seguida con gran expectación por si algún diputado del bloque que se había comprometido a apoyar al líder socialista se echaba atrás, víctima de la campaña de coacciones que el PSOE ha anunciado que llevará a los tribunales.

La designación de Sánchez -que hoy prometerá el cargo que ostentaba en funciones desde febrero, y al que había accedido no venciendo en las urnas, sino al ganar la moción de censura que destituyó a Mariano Rajoy (PP) en junio de 2018- acaba con diez meses de interinidad en el Gobierno durante los cuales ha sido necesario celebrar dos elecciones generales para que hubiera un nuevo jefe del Ejecutivo y un nuevo gabinete, y en los que la extrema derecha de Vox ha irrumpido con tal fuerza en la política nacional que ha escorado hacia sus modos y posiciones a todo el centro-derecha.

Pese a las presiones ejercidas sobre algunos diputados socialistas y sobre el parlamentario de Teruel Existe (TE), Tomás Guitarte, para que pasaran del "sí" al "no" (el segundo llegó a sumar más de 8.000 mensajes de correo electrónico exigiéndole la defección), ayer no se registraron sobresaltos en el hemiciclo del Congreso y los 167 diputados del bloque de Sánchez ("valientes", según el PSOE; "traidores", al decir de Vox) votaron a favor de la investidura. En el bloque del "no" tampoco hubo cambios, porque Ana Oramas, de Coalición Canaria (CC), persistió en su rechazo al candidato, a pesar de que su partido le había pedido que reconsiderase su postura.

En medio de un respetuoso silencio, Oramas pidió disculpas a CC por votar "no" (la ejecutiva había decidido por unanimidad que se abstuviera), pero explicó que por encima de sus "intereses personales" y los de su partido, "están los de Canarias y los de este país". Con todo y con eso, no se fue sin repartir algún mandoble. "Los que me dicen que soy una valiente y una 'Juana de Arco' eran los que antes me llamaban de todo, vendida y corrupta; y ni soy una facha ni esta gente del PSOE ni los que votan de Podemos están con los terroristas", aseguró, en alusión a las acusaciones de PP, Vox y Cs. "Yo soy una diputada sencilla que toma una decisión en conciencia", se definió Oramas, que ahora se expone a una sanción disciplinaria de su formación por haber contravenido sus órdenes.

Votaron a favor de Pedro Sánchez los diputados del PSOE (120), Unidas Podemos (35), PNV (6), Más País (2), Compromís (1), NC (1), TE (1) y BNG (1), y en contra el PP (88), Vox (52), Cs (10), Junts per Catalunya (8), UPN (2), CUP (2), PRC (1), Foro (1) y CC (1), mientras que ERC (13) y EH Bildu (5) se abstuvieron.

El único cambio respecto a la primera votación, cuando el candidato necesitaba sacar mayoría absoluta (176 votos), fue que el bloque del "sí" sumó un diputado más gracias a la presencia en el hemiciclo de la parlamentaria de En Comú Podem Aina Vidal, que, enferma de un cáncer agresivo que le provoca fuertes dolores, no pudo asistir a la sesión del domingo, víspera de Reyes.

Vidal protagonizó uno de los momentos más emotivos del Pleno, una vez que Pablo Iglesias decidió comenzar su intervención dándole las gracias desde la tribuna. "Gracias, Aina, por estar aquí", le dijo el líder de Unidas Podemos (UP) y próximo vicepresidente "social" del Gobierno, tras lo que las bancadas del PSOE y UP y de otros partidos la premiaron con un largo aplauso, con los diputados (incluido Sánchez) puestos en pie y la ovacionada sin opción de seguir sentada en su escaño.

No menos emotiva fue la llantina que le entró al líder morado cuando, finalizada ya la votación y habiendo saludado y abrazado efusivamente a Sánchez (más hierático el líder del PSOE), corrió hasta su compañero de Podemos Pablo Echenique (negociador jefe en las fracasadas conversaciones de julio para formar un Gobierno de coalición) y ambos rompieron llorar.

Esas lágrimas y el gran ramo de flores que Iglesias le entregó a Vidal, más los "Sí, se puede" que entonaban felices los representantes de UP, contrastaron vivamente con la retórica incendiaria que volvieron a gastarse Pablo Casado y Santiago Abascal -augurando, de nuevo, una legislatura de máxima crispación- y la durísima intervención de Montse Bassa, hermana de Dolors Bassa -condenada por el Supremo a 12 años de cárcel por sedición y malversación- y ayer en funciones de portavoz de ERC. Su frase lapidaria ("personalmente me importa un comino la gobernabilidad de España") quedará para la historia; sobre todo, por haber sido proferida por una diputada de un partido que respalda la investidura.

En su intervención de ayer, la primera antes de la votación, el candidato lamentó el bloqueo en que ha vivido el país durante casi diez meses y, sin aclarar cuáles, apostó por encontrar "fórmulas para facilitar en el futuro la formación de mayorías de Gobierno frente a las mayorías de bloqueo".

Acusó entonces a las tres fuerzas de la derecha de "haber tensionado y tensionado" en los últimos días "para ver si por algún lado aparecía una nueva oportunidad" de impedir su investidura, en alusión a las presiones recibidas por algunos diputados socialistas o afines al PSOE. "Pues no ha funcionado", les espetó, ufano. Y les dio a elegir entre dos opciones: o "seguir en el berrinche o aceptar el resultado" de las elecciones. "Les recomiendo que acepten lo segundo", porque "esta Cámara no es suya" y la meta es "despejar este clima tóxico".

Mucho más directo fue Pablo Iglesias, que ve en los líderes del PP y Vox "la mayor amenaza contra la monarquía". Y explicó por qué: "Si algo sabía Juan Carlos I, que venía de donde venía y que fue rey por lo que fue rey, es que solamente alejándose de la derecha la institución podría pervivir".

A su socio en el Gobierno le pidió que tenga "el mejor tono y la mayor firmeza democrática". Pero le avisó: "Pedro, no nos van a atacar por lo que hagamos, nos van a atacar por lo que somos".

Antes del líder morado habían intervenido Casado y Abascal, y el primero no lo dudó: acusó a Sánchez de "cambiar el régimen" construido sobre la base de la Constitución de 1978 con tal de mantenerse en el poder y sin importarle haber dejado el futuro de España en manos de sus dos "grandes enemigos: los golpistas y los independentistas".

"Su única patria es usted", espetó Casado a Sánchez, al que incluso llamó "ultra". "Ultra es usted y todos los que le apoyan y su disfraz de moderado se le ha caído con todas sus mentiras". Y vaticinó: "Ahora el problema lo tiene usted. Si cumple con sus socios antisistema, romperá España. Si no, le echarán a la calle".

Abascal repitió uno de sus habituales leit-motiv: que el Gobierno que va a presidir Sánchez es "ilegítimo". Pero antes, al inicio de su intervención, abundó en su discurso contra las políticas de violencia de género, y durante unos minutos, el Pleno de investidura pareció uno monográfico sobre la violencia machista. "Señorías, en Vox nos preocupan todas las víctimas. Para otros, las víctimas solo son importantes cuando el autor es hombre y español", dijo a cuenta del último crimen machista.

Inés Arrimadas, de Cs, llamó desde la tribuna a los diputados socialistas a romper la disciplina de voto. "Sáltensela una vez para garantizar la convivencia", pidió la portavoz naranja. "¿No hay en esta bancada un voto valiente como el de la señora Oramas?", se preguntó. Joan Baldoví (Compromís) recetó "educación" a las derechas y el canario Pedro Quevedo que se tomen "un válium".