Ha surtido efecto el comentario en que la 'Tribune de Genève' se preguntaba estupefacta sobre la despreocupación de los españoles, ante la imagen de su entonces Jefe de Estado paseando por los impecables parques ginebrinos con un maletín que contenía millones de euros en árabe. El citado periódico avanzó los presuntos cobros de Juan Carlos I que ahora investigará el Supremo, con una particularidad. Las informaciones llegadas desde Suiza suprimían cualquier vaguedad. El entonces Rey cobró cien millones en comisiones, nada de supuestamente. Por lo que también procede preguntarse si la fiscalía ha querido adelantarse a unas conclusiones demoledoras de sus colegas helvéticos.

La justicia es igual para todos los que son iguales, una ley que excluye a los Jefes de Estado y a sus hijas. No se abre frívolamente una investigación por soborno contra un Rey. Existen pocas dudas de que Juan Carlos I , aunque los euros ya no llevaban su efigie a diferencia de las primitivas pesetas. El club de palmeros del monarca, que tanto daño le ha hecho, deberá revisar los comentarios entusiastas en que se resaltaba la deuda impagable que contraía el país entero con las excelentes relaciones de su monarca en Arabia Saudí. Por lo visto, la deuda era pagable, presuntamente aquí y sin duda en Suiza.

No es lo mismo condenar ni supuestamente a Urdangarin que a Juan Carlos I, aunque lo primero ha llevado a lo segundo. La declaración del Rey como imputado ante un fiscal, que nadie había previsto durante cuarenta años de reinado, supone la impugnación de la transición. Para millones de españoles que respetaron sin necesidad de adorarlo al Jefe del Estado, como artífice de un cambio imposible, se tambalea la época más boyante de la historia.

El primer afectado es Felipe VI, hijo y heredero en tanto que sucesor del investigado.