Alberto Núñez Feijóo es un candidato tan apabullante, que solo el coronavirus podía cancelar una supremacía contratada ahora para quince años ininterrumpidos. Es probable que la pandemia desmaquille a Donald Trump, incluso que desaloje a Pedro Sánchez si se extrapolan los resultados de gallegas y vascas. Sin embargo, la covid ha dejado indemne al presidente de Galicia a perpetuidad, por la duración y la dureza del exilio interior de un político llamado a gobernar España.

Entre virus, robots electorales y partidos que esconden a sus mejores activos, los candidatos todavía son importantes. La valía indiscutible de Feijóo, que repite marcador en el test del coronavirus, se suma a la sobriedad elocuente de un Urkullu que también sigue creciendo y que gobernará con quien le dé la gana salvo un improbable pacto de los firmantes de la "derogación íntegra de la reforma laboral" que no alcanza la mayoría absoluta.

En el premio al mejor secundario, el PSOE se ve desplazado así en Galicia como en Euskadi por partidos de alto riesgo. El rebrote del BNG por triplicado es demasiado avasallador para atribuirlo únicamente al nacionalismo gallego y a la politóloga Ana Pontón. Debe interpretarse en clave del resurgimiento de una izquierda auténtica, que anula a Podemos desde las siglas fundadas por el auténtico inspirador del partido de Iglesias, un tal Xosé Manuel Beiras.

También la segunda fuerza vasca experimenta un avance espectacular vapuleando a Podemos. Es importante destacar que Bildu procede del entorno etarra. No para exorcizarlo como hace la derecha nacional, sino para admirarse de que sus 23 diputados casi igualen a la suma de sus seguidores, entre quienes se alinean denominaciones tan señeras como PSOE, PP, Ciudadanos, Vox o Podemos.

Sánchez acumula tres derrotas en una semana. Aunque la más dolorosa sea la eliminación de Calviño en la Champions europea, el presidente del Gobierno solo ha derrotado a La Zarzuela en estas jornadas aciagas. Ni siquiera ha demostrado que pueda con el coronavirus, a diferencia de Feijóo. La actuación del PSOE carece de lustre en las dos comunidades históricas, porque Caballero cambia mucho según responda por Abel o Gonzalo. El estancamiento, con un leve ascenso en ambas comunidades, implica que el inquilino de La Moncloa no aporta un suplemento vitamínico.

El PP triunfa sin Casado y fracasa con un presidente que se cancela a sí mismo, pero la débil comparecencia socialista en Galicia y Euskadi puede invitar al Gobierno a enarbolar la amenaza del coronavirus, para desviar la atención desde un nuevo confinamiento. Y para ocultar las nítidas victorias del nacionalismo de derechas (PP de Feijóo, PNV) y de izquierdas (BNG, Bildu). Por lo visto, entregarle la recentralización del país al Supremo de Marchena no ha acabado de funcionar. Insistir en que España no tiene un problema nacional equivale a sostener que la pandemia ha desaparecido.

Resulta difícil contener la magnitud del éxito de Feijóo, con porcentajes que envidiaría la mayoría de gobernantes europeos. Sobresale asimismo la tremenda concentración de fuerzas en la cámara gallega. Feijóo expulsa a Ciudadanos y a Vox, al que Casado franquea la entrada en Euskadi. El BNG hace lo propio con Podemos, un partido que ha de colocarse en la cola para solicitar el ingreso mínimo vital.