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Los Fernández-Miranda, al servicio de la Corona

El periodista José Antonio Zarzalejos señala a los políticos asturianos Torcuato y su hijo Enrique como figuras clave de las que se han rodeado Juan Carlos I y Felipe VI para afianzar sus reinados

Visita de la Familia Real a Asiegu: los Reyes Felipe y Letizia, la Princesa Leonor y la Infanta Sofía saludan a los vecinos desde el balcón de la casa del Cuetu de las Abellotas, en 2019. Miki López

Asturias está irremediablemente ligada a la historia de la monarquía en España, empezando por el título que lleva el heredero de la Corona (con origen en 1388, en base a los condados de Noreña y Gijón y, más remotamente, en el antiguo Reino de Asturias) y acabando por que quien lo lleva hoy en día, la joven Princesa de Asturias, Leonor, es medio asturiana por vía materna, pues su madre, la Reina Letizia, nació en la misma capital del Principado, Oviedo, hace 48 años. Por eso, al hablar de los Borbones, de la Familia Real y más concretamente de Felipe VI es obligado citar al Principado de Asturias, una tierra que ha marcado la trayectoria vital (tanto profesional como personal, si es que ambas se pueden separar) del Rey de España hasta el punto de que se estrenó en su cometido real en ella, con su primer discurso durante los premios “Príncipe de Asturias”, en Oviedo, en 1981, y ha acabado casado con una asturiana, madre de la heredera y de la segunda en la línea de sucesión (la Infanta Sofía), y hoy Reina consorte.

Torcuato Fernández-Miranda saluda a Juan Carlos I

Así las cosas, no es raro que por las páginas de “Felipe VI. Un rey en la adversidad” (Planeta) desfilen algunos asturianos y referencias a una tierra que siempre será refugio y bálsamo, tanto institucional como personal por razones obvias, para sus Majestades. Su autor, el periodista José Antonio Zarzalejos (Bilbao, 1954), trata en el libro (306 páginas completadas con legislación referente al funcionamiento de la Casa Real) de marcar una línea bien gruesa entre el reinado de Juan Carlos I y el de su hijo: “El peor adversario del rey ha sido y sigue siendo su padre, Juan Carlos I”. Que el segundo sepa administrar convenientemente la herencia del primero, tanto en lo bueno como en lo malo, es fundamental, viene a decir Zarzalejos, para que España siga por la senda de la democracia, bien asentada gracias a una Monarquía Constitucional hoy por hoy ejemplo en todo el mundo pero chocantemente cuestionada dentro de las fronteras.

Una labor, la de llevar su reinado por buen camino, que se antoja difícil y dolorosa para Felipe VI en lo personal y titánica en lo institucional. En esto último cuenta últimamente con los envites un día sí y otro también desde el gobierno de una izquierda populista (Unidas Podemos) y la indiferencia o falta de compromiso de la otra izquierda moderada, la del PSOE, un partido que “se está fisurando” a propósito del debate (más bien ficticio “de momento”) entre monarquía y república. En esa división del PSOE habla Zarzalejos de los “históricos”, sin dudas respecto a la Corona, que estarían “dolidos” con la “falta de compromiso” de Pedro Sánchez con la Monarquía, algo que “quiebra el proyecto histórico” del partido. Es una asturiana, Adriana Lastra, mano derecha de Sánchez, quien representa para el periodista, quizás, un buen ejemplo del desafecto de las nuevas generaciones socialistas hacia sus veteranos, “esos a los que la vicesecretaria general denomina con cierta displicencia ‘nuestros mayores’”.

Enrique Fernández-Miranda, con doña Letizia.

En la tarea de reconducir una institución “traicionada” por Juan Carlos I (José Antonio Zarzalejos es de los partidarios de una reforma ambiciosa de la Monarquía y algunos puntos de la Constitución) el Rey se ha rodeado y puesto en sitios clave a destacadas personalidades. Una de ellas es el asturiano Enrique Fernández-Miranda (Gijón, 1949), hijo del jurista y estratega de la Transición Torcuato Fernández-Miranda. El primero ocupa desde 2018 “por sugerencia del rey” el título de decano de la diputación permanente y del Consejo de la Grandeza de España.

El segundo Duque de Fernández-Miranda “es un hombre estrechamente vinculado al rey, con una visión contemporánea de las posibles aportaciones de la nobleza a la nación tanto desde el punto de vista histórico como simbólico”, en palabras de Zarzalejos. “Un aristócrata imbuido de la significación última del honor que ostenta: el recordatorio permanente de la excelencia al servicio del Estado y de la Corona que justificó la concesión a su padre del ducado que conlleva la condición de grande de España”.

Es el cuerpo de la nobleza, pese a parecer lo contrario, una pieza importante en el sustento de la Corona, y Felipe VI espera que sus miembros poco a poco cambien de parecer en ciertas cuestiones más propias de los monárquicos más tradicionalistas y que no se lo han puesto fácil a su esposa la Reina Letizia por su origen plebeyo. Para la asturiana tiene José Antonio Zarzalejos grandes elogios por su estoicidad, fuerza y haberse sabido adaptar a los rigores de un cargo para el que no fue preparada como su marido: “Sobre ella recae un abusivo escrutinio mediático que ella soporta con una entereza que la profesionaliza sin necesidad de pertenecer a ningún linaje aristocrático”. Aporta una prueba el periodista, hasta ahora desconocida o intencionadamente poco difundida: como novia del entonces Príncipe de Asturias se ganó la confianza y el cariño del entonces Arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela (este reconoció haberle tomado “afecto”), quien la preparó religiosamente para su matrimonio en 2004.

Un matrimonio morganático que, sin ser el primero en la familia real de este siglo, pesó como una losa al principio sobre Felipe VI y Letizia. Las hermanas de él, las infantas Elena y Cristina, así los tuvieron sin renunciar a sus derechos dinásticos, algo –tal y como señala Zarzalejos– que es lo que hubiera querido una parte de la nobleza española cuando se casó el Príncipe con la periodista en atención a la Pragmática Sanción, hoy metida en un cajón.

Adriana Lastra mantiene posiciones más distantes, desde el PSOE.

Una norma, por cierto, que no tuvo más remedio que cumplir un antepasado de Felipe VI, Alfonso de Borbón y Battenberg, primogénito de Alfonso XIII, quien renunció al trono para casarse con Edelmira Sampedro. Alfonso de Borbón ha sido de momento el único Conde de Covadonga de la historia, un título en honor al santuario asturiano que el monarca concedió en 1933 a su hijo, quien no tuvo descendencia.

Con todo, los principales desvelos de los hoy Reyes de España son para sus hijas Leonor y Sofía, para darles una correcta y completa educación acorde con los tiempos. Especialmente a la primera, llamada un día a reinar si su padre logra “terminar con ese estigma de la provisionalidad histórica de las instituciones españolas” y vence “ese síndrome de inacabamiento nacional”.

Si es así, la Princesa de Asturias –de la que no hay que olvidar que su debut institucional fue, al igual que el de su padre, en Oviedo– será el día de mañana (su mayoría de edad coincidirá con el fin de esta convulsa legislatura actual) Reina de España. “El siglo XXI es el de las mujeres y nuestro país contará en la más alta magistratura con una que estará habilitada de manera extraordinaria para desempeñar sus responsabilidades”, remata José Antonio Zarzalejos.

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