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Memoria histórica

El nieto de un argentino que luchó por la República pide la nacionalidad española

Primer caso documentado que se presenta al Ejecutivo mientras espera trámite parlamentario la nueva Ley de Memoria Democrática

El brigadista republicano Luis Casas y su ficha de alistamiento en la Guerra Civil. El Periódico de Cataluña

“Que soy nieto de español, combatiente en la quinta brigada mixta, e hijo de francés, nacido en la Francia ocupada”. Esta breve exposición es la base con que el argentino José Antonio Casas Binimelis ha registrado a las ocho de la mañana de este lunes una solicitud al Ministerio de la Presidencia para que se le conceda la nacionalidad española.

Es la primera petición que trasciende desde que el Gobierno aprobó en Consejo de Ministros la remisión al Congreso de la nueva Ley de Memoria Democrática. Ochenta y cinco años después del inicio de la Guerra Civil, el nieto de un brigadista que combatió para la República a 10.000 kilómetros de su lugar de nacimiento, que salió por Port Bou de un país en llamas que consideraba suyo, que sufrió cautiverio y que militó en la Resistencia antinazi pide la nacionalidad por carta de naturaleza.

Por esa vía, el Gobierno puede examinar los méritos del peticionario y acceder a medida de gracia. Pero hay ahora un nuevo contexto: la nueva ley de Memoria Democrática propone dar la nacionalidad a “los nacidos fuera de España de padre o madre, abuelo o abuela que originariamente hubieran sido españoles, y que, como consecuencia de haber sufrido exilio por razones políticas, ideológicas o de creencia, hubieran perdido o renunciado a la nacionalidad española”.

Un extranjero muy español

Bajo el formulario legal discurre la historia de Luis Casas Ramos, abuelo del peticionario, argentino de nacimiento, hijo de españoles pobres emigrados a Buenos Aires, nacido porteño el 19 de octubre de 1913. Hasta 83 años después no le admitió el Estado como español.

La familia de Luis Casas se volvió a España, concretamente a Bilbao, al poco de nacer éste, y se afincó después en el Madrid de Alfonso XIII. Y en esa ciudad se afilió al Sindicato de la Construcción de la CNT. Se había hecho anarquista a base de frecuentar el Ateneo Libertario del barrio de Tetuán.

Emigración, adquisición de conciencia política, guerra, exilio, cautiverio, de nuevo emigración… Cree el abogado Eduardo Ranz, especialista en Memoria Histórica que lleva el caso, que “muy pocas historias como esta representan tan bien nuesro revuelto primer tercio del siglo XX”.

El combatiente republicano Luis Casas Ramos, con su esposa, Lorenza Castillo, a quien conoció en el exilio, y el resto de su familia en Argentina. El Periódico de Cataluña

Casas Ramos se movilizó contra la sublevación militar de julio de 1936 desde el primer día. Relata el escrito presentado al Gobierno que incluso acudió con grupos de civiles al primer tiroteo, el del Cuartel de la Montaña de Madrid, para derrotar a los militares.

Lleva fecha de siete días después una ficha militar, más bien miliciana, que apoya la petición. El joven Luis Casas Ramos, de 22 años, se alistó en las Milicias Confederales de la FAI. Administrativamente era un extranjero integrado en una brigada, pero no fue brigadista internacional: la guerra para él era muy civil.

Cuatro frentes de guerra

El destino lo paseó por cuatro frentes de guerra. La instancia que hoy le recuerda cuenta que lo adscribieron al pelotón 5, grupo 3, batallón 1 de la columna del teniente coronel Del Rosal. Por haber hecho la mili en el Regimiento de Artillería Ligera 4 de Granada sabía manejar el cañón del siete y medio que tenía su unidad.

En el frente de Somosierra, donde franquistas y republicanos se disputaban el agua de Madrid, se ganó la jefatura de la batería. Y al bajar a la ciudad ingresó en la Batería Sacco y Vanzetti, integrada en la Columna Tierra y Libertad para el bloqueo de los sublevados en la Ciudad Universitaria. Después la guerra le llevó a la V Brigada Mixta, su destino principal, y al Ejército de Levante.

En febrero de 1939, el argentino-español Luis Casas atravesó el Pirineo con otro medio millón de derrotados. Los franceses lo desarmaron e internaron en su improvisado sistema concentracionario, que él recorrió desde las playas heladas de Argelés y Barcarés hasta el húmedo campo de Gurs.

A los 71 años, aún sin reconocimiento como español, Casas escribió sus recuerdos de combatiente y exiliado en la autobiografía ‘Sangre y Tragedia’, y envió un ejemplar al entonces presidente Felipe González, “cuya contestación mi abuelo enmarcó, en un cuadro que hoy atesoro”, relata el nieto en su petición al Gobierno.

De la Línea Maginot a Argentina

Como a miles de republicanos españoles, Francia sacó al soldado Casas del campo de Gurs a cambio de empuñar pico y pala en las Compañías de Trabajo de la Armée. Y trabajó en la Línea Maginot en el prólogo de la II Guerra Mundial.

Cuando la invasión nazi derrumbó al ejército galo, Luis Casas huyó hacia atrás en el mapa, atrapado entre la España franquista y el avance alemán. Se refugió a la sombra del consulado argentino de Burdeos.

En 1942, los alemanes lo localizaron y reclutaron como obrero rotspanier (rojo español) para reforzar búnkeres y otras infraestructuras. Fue posteriormente internado en la cárcel de Fort du Há, centro de interrogatorios y torturas a miembros de la Resistencia Francesa, y militó en la organización clandestina en el final de la contienda.

Casas Ramos se movilizó contra la sublevación militar de julio de 1936 desde el primer día. Relata el escrito presentado al Gobierno que incluso acudió con grupos de civiles al primer tiroteo, el del Cuartel de la Montaña de Madrid, para derrotar a los militares.

Lleva fecha de siete días después una ficha militar, más bien miliciana, que apoya la petición. El joven Luis Casas Ramos, de 22 años, se alistó en las Milicias Confederales de la FAI. Administrativamente era un extranjero integrado en una brigada, pero no fue brigadista internacional: la guerra para él era muy civil.

Cuatro frentes de guerra

El destino lo paseó por cuatro frentes de guerra. La instancia que hoy le recuerda cuenta que lo adscribieron al pelotón 5, grupo 3, batallón 1 de la columna del teniente coronel Del Rosal. Por haber hecho la mili en el Regimiento de Artillería Ligera 4 de Granada sabía manejar el cañón del siete y medio que tenía su unidad.

En el frente de Somosierra, donde franquistas y republicanos se disputaban el agua de Madrid, se ganó la jefatura de la batería. Y al bajar a la ciudad ingresó en la Batería Sacco y Vanzetti, integrada en la Columna Tierra y Libertad para el bloqueo de los sublevados en la Ciudad Universitaria. Después la guerra le llevó a la V Brigada Mixta, su destino principal, y al Ejército de Levante.

En febrero de 1939, el argentino-español Luis Casas atravesó el Pirineo con otro medio millón de derrotados. Los franceses lo desarmaron e internaron en su improvisado sistema concentracionario, que él recorrió desde las playas heladas de Argelés y Barcarés hasta el húmedo campo de Gurs.

A los 71 años, aún sin reconocimiento como español, Casas escribió sus recuerdos de combatiente y exiliado en la autobiografía ‘Sangre y Tragedia’, y envió un ejemplar al entonces presidente Felipe González, “cuya contestación mi abuelo enmarcó, en un cuadro que hoy atesoro”, relata el nieto en su petición al Gobierno.

De la Línea Maginot a Argentina

Como a miles de republicanos españoles, Francia sacó al soldado Casas del campo de Gurs a cambio de empuñar pico y pala en las Compañías de Trabajo de la Armée. Y trabajó en la Línea Maginot en el prólogo de la II Guerra Mundial.

Cuando la invasión nazi derrumbó al ejército galo, Luis Casas huyó hacia atrás en el mapa, atrapado entre la España franquista y el avance alemán. Se refugió a la sombra del consulado argentino de Burdeos.

En 1942, los alemanes lo localizaron y reclutaron como obrero rotspanier (rojo español) para reforzar búnkeres y otras infraestructuras. Fue posteriormente internado en la cárcel de Fort du Há, centro de interrogatorios y torturas a miembros de la Resistencia Francesa, y militó en la organización clandestina en el final de la contienda.

En 1948, Luis Casas y su esposa, la cántabra Lorenza Castillo, a la que había conocido en el exilio, así como un hijo nacido en suelo francés, obtuvieron permiso para volver a Argentina. “Nunca pudieron arrancarles de su corazón el amor por su tierra”, dice el nieto en su escrito al Gobierno.

 “Si el anteproyecto del Gobierno pasa todos los semáforos en verde, es posible que José Antonio Casas obtenga su petición, de inspiración puramente simbólica, y adquiera la nacionalidad antes por la Ley de Memoria Democrática que por la Carta de Naturaleza”, aventura el letrado Ranz, y añade: “Nunca había estado tan marcada en la legislación la posibilidad para los hijos y nietos del exilio de recuperar su identidad española”.

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