La noche del 22 de octubre de 2008, dos diputados de Unión del Pueblo Navarro (UPN) salieron del hemiciclo y se encontraron con una multitud de cámaras y de periodistas. Acostumbrados a moverse por los pasillos del Congreso con calma y entre sonrisas, los focos les desconcertaron. Eran Carlos Salvador y Santiago Cervera.

Aquella noche de hace 13 años, Salvador y Cervera, Cervera y Salvador, fueron los artífices sin quererlo de la ruptura entre PP y UPN tras 17 años de relación y listas conjuntas en las elecciones navarras y generales. La idea, a pesar de que los estatutos de la formación foral permitían ciertas decisiones discrepantes, era que siempre mostraran sintonía. La ocurrencia del entonces presidente y líder del partido, Miguel Sanz, no fue bien recibida por Mariano Rajoy. Y se lio.

La expectación acechó a Salvador y a Cervera al salir del hemiciclo porque fueron los causantes de una convulsión en el Partido Popular, al que luego atacaron muchísimas más. Meses después explotó el caso Gürtel y a partir de entonces nada fue lo mismo en Génova. Pero esta es otra historia.

Los dos diputados navarros sabían que sus decisiones marcarían un punto de inflexión en la derecha navarra y en la derecha española. Horas después, la dirección nacional del PP emitió un comunicado para cortar los vínculos y anunciar que formaría una gestora en Navarra en caso de que UPN no se retractara. No llegó ningún síntoma de arrepentimiento y los populares se divorciaron, crearon la gestora, luego el partido, y así, autónomos, se presentaron a las siguientes elecciones. Cervera fue el candidato.

Lo que provocó el terremoto

El pasado 3 de febrero, Sergio Sayas y Carlos García Adanero salieron del hemiciclo tras la votación más estrambótica de la historia para confirmar que habían votado en contra de la convalidación del decreto de la reforma laboral. A pesar de que el líder del partido, Javier Esparza, les pidió que lo apoyaran, ambos se rebelaron. No se lo dijeron a nadie, salvo, quizá, a la dirección del PP y a la de Vox. Sayas negó que se lo confesara a alguien del partido de Pablo Casado en una entrevista en TVE, al día siguiente.

No obstante, un diputado cuenta a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, diario que pertenece a este grupo, Prensa Ibérica, que durante la mañana del jueves vio en la cafetería de la tercera planta del edificio junto al palacio del Congreso a Sayas y a Iván Espinosa de los Monteros. ¿Qué hablaron? No lo sabe. ¿Comentaron lo que sucedería horas más tarde? No se sabe.

Lo que está claro es que cuando alguien actúa con ese sigilo, trama asestar un golpe funesto a un adversario político. Sayas y Adanero sabían que si ellos votaban en contra del decreto, el Gobierno vería cómo el Congreso lo derogaba. Eso hubiera sido un varapalo tremendo a Pedro Sánchez y a Yolanda Díaz. O quizá contaban con que el PNV terminaría apoyando o absteniéndose y entonces les daban igual los votos. En cualquier caso, al no intervenir en los debates, claramente buscaban mantener en silencio sus actos de rebeldía y agrandar la contrariedad. Sayas lo confesó en la citada entrevista.

Pero ésta, también, es otra historia.

Como se estarán preguntando qué narices es lo que pasó con Carlos Salvador y Santiago Cervera, volvamos al 22 de octubre de 2008. O mejor: unos meses antes.

En marzo de ese año, elecciones generales, UPN y PP, como es habitual, se presentan conjuntamente. Cervera va de número uno y Salvador, de dos. En junio, Miguel Sanz, que es presidente de Navarra gracias al respaldo del PSN, declara en el congreso de los populares que Rajoy cuenta con todo su apoyo. En septiembre, el controvertido mandatario deja entrever que su partido podría dar el visto bueno a los presupuestos del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, aunque no sin pedir nada a cambio. La inversión para la llegada del AVE a Navarra sería su gran reclamo.

El PP, a través de María Dolores de Cospedal, Javier Arenas y Ana Mato, el entorno de máxima confianza de Rajoy por aquel entonces, recibe señales inequívocas de UPN. Sanz va en serio. La plana mayor de Génova intenta disuadirle y el líder del partido se llega a reunir en dos ocasiones con el presidente de la comunidad foral. En balde. Se sucedieron las advertencias por aquellos primeros días de octubre de 2022.

Mariano Rajoy, ex presidente del Gobierno. CATI CLADERA

Es entonces cuando UPN opta por la abstención. Sanz transmite a sus diputados en Madrid lo que tienen que votar. A Salvador no le hace gracia porque ha cosido lazos firmes de entendimiento con sus colegas populares, sobre todo con Guillermo Mariscal, diputado canario, actual secretario general del grupo que encabeza Cuca Gamarra. Siguen siendo muy amigos. A Cervera le sucede lo mismo; es más: ocupa un cargo en la dirección del grupo de aquel entonces, dirigido por Soraya Sáenz de Santamaría y José Luis Ayllón.

El primer examen es el debate y votación de las enmiendas a la totalidad del proyecto presupuestario. El ministro del ramo, Pedro Solbes, se encarga de defender los números de su Ejecutivo. El PP, CiU, ERC, etcétera lo atacan. La incertidumbre alrededor de las cuentas se podía palpar porque cuando el Gobierno presentó el proyecto no tenía mayoría en el Congreso garantizada, ni tampoco en el Senado, en donde el PP dominaba la escena. Los grupos clave entonces eran CiU y PNV. A los de Artur Mas y Josep Antoni Duran y Lleida no agradaron los números y anunciaron voto en contra. Los nacionalistas vascos, encabezados en Madrid por Josu Erkoreka, hicieron valer la importancia de sus seis diputados. Desde que el plan Ibarretxe fue truncado en el Congreso, las relaciones con el PSOE eran irregulares.

Los socialistas obtuvieron en las elecciones de marzo de 2008 un total de 169 escaños. Sin mayoría absoluta, sí, pero tan cerca de ella que el grupo que dirigió José Antonio Alonso se pudo permitir el lujo de elegir a sus aliados. Optó por el PNV y por el BNG (dos diputados) y les salió bien. Pero, como aconseja la política, conviene tener ases en la manga, y entonces Zapatero jugó la vía navarra amparado en un hecho: que UPN gobernaba gracias al PSN.

Sanz se dejó querer y movió en su partido la apuesta por la negociación. En vez del apoyo, se decantó por la abstención y ésa es justo la orden que dio. Llamó a Cervera y se lo pidió; llamó a Salvador y se lo pidió.

El terremoto y sus secuelas

A diferencia de los votos de Sayas y Adanero, los de Cervera y Salvador no eran tan decisivos. El PSOE ya había logrado la mayoría absoluta para rechazar las enmiendas a la totalidad, aunque, como ha quedado señalado, resultaba esencial ganar más holgura en la votación. La jugada, por otra parte, era tan astuta como arriesgada, políticamente hablando. No sólo quedaría cuestionada la unidad de la derecha en Navarra, sino que además Zapatero debilitaba al grupo del PP en el Congreso. En sus 154 escaños estaban Salvador y Cervera. Tras el 22 de octubre de 2008, aquél dejó de estar y se pasó al Mixto. En el segundo examen de los presupuestos en el Congreso, en diciembre, tras el veto exitoso del Senado, volvió a abstenerse.

Salvador era diputado desde 2004; Cervera acababa de llegar tras haber sido consejero de Sanidad y uno de los, en teoría, pesos pesados de UPN. La pretensión del presidente de Navarra y líder del partido no convenció a ninguno, pero el primero prefirió salvaguardar la disciplina de voto. Sus compañeros del PP, durante los días previos, le advirtieron de las consecuencias. Él se hizo a la idea de que si acataba las instrucciones que le llegaron desde Pamplona, le echarían del grupo popular. Asumió su destino.

Santiago Cervera, sin embargo, se negó. Votó en contra de los presupuestos al igual que el PP. Sus compañeros de partido le avisaron de lo que le sucedería si contravenía la orden de Sanz. No le intimidó el desenlace y también asumió su destino. Salvador pasó al grupo mixto en noviembre. Cervera fue expulsado de la formación.

Para ambos fueron días duros. El exconsejero habló de la defensa de los intereses de sus electores. Salvador se guareció en la disciplina de partido. A Salvador le dolió aquella ruptura porque tenía (y sigue teniendo) muy buenos amigos en el PP. Tanto él como Guillermo Mariscal, amigos personales, reconocerían tiempo más tarde que fue un lance muy desagradable. A Cervera le dolió la presión y le afectó haber terminado tan mal en la organización que le dio todo lo que era. Es éste, sin embargo, el comienzo de una asendereada trayectoria política: fue presidente del nuevo PP navarro, candidato a las elecciones, portavoz del grupo en el Parlamento foral, y tras ello, una trama muy extraña sobre Caja Navarra, por la que llegó a ser detenido, le enseñó la puerta de salida de la política. Allá que fue. Hoy es alto directivo de una consultora sanitaria.

Carlos Salvador siguió engrosando las listas electorales de UPN en puestos de salida hasta que el hoy líder, Javier Esparza, le dejó fuera. A él le hubiera gustado seguir. En marzo de 2019 este periodista le vio haciendo las cajas de su despacho del Congreso, a donde, según dijo, difícilmente volvería. Fue uno de sus días más tristes. Ha vuelto a su trabajo como abogado.

NOTA: Los presupuestos de 2009 fueron aprobados y UPN volvió a gobernar Navarra tras las elecciones de 2011. Los socialistas navarros lo hicieron posible.