Javier Solana (Madrid, 1942) fue secretario general de la OTAN (1995-1999) y Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad de la Unión Europea (1999-2009). Actualmente es presidente del Centro de Economía Global y Geopolítica EsadeGeo, donde recibe a El Periódico de España para repasar la actualidad internacional marcada por el conflicto entre Rusia y Ucrania. Cuenta que una de las lecturas que estos días recomienda a sus alumnos es la famosa alocución que pronunció en 1962 el presidente John Fitzgerald Kennedy en plena crisis de los misiles. Con sus palabras desactivó un polvorín nuclear. Estados Unidos no invadió Cuba y retiró sus misiles de Turquía mientras Moscú se comprometió a desmantelar los misiles de Cuba.

"Es un gran discurso sobre la guerra nuclear. Esa debe ser la filosofía. Cuando vemos el caos, la guerra en el ciberespacio, la pandemia o el cambio climático, si no somos capaces de reaccionar, luego tendremos que llorar sobre los errores cometidos", dice.

¿Cuál es su diagnóstico sobre el conflicto entre Rusia y Ucrania?

Lo primero que conviene recordar es que Rusia no solo tiene miedo de que haya misiles en Ucrania –que no los va a haber- sino que sea una parte económica de Europa, porque cuando se negociaba el acuerdo de asociación entre Ucrania y la Unión Europea, Rusia le pidió al entonces presidente, Víktor Yanukóvich, que no lo firmara. Eso abrió la caja de los truenos y las protestas pro-europeas de Maidán en 2014. Además, el noreste de Ucrania, donde está el Donbás, es muy importante para la economía rusa. Entonces el tema fundamental fue el económico. Se convirtió en un problema de seguridad cuando Rusia se anexionó Crimea. El factor energético también opera en la tensión con Rusia, porque estamos transitando hacia energías limpias y simultáneamente tenemos un conflicto que puede dificultar el transporte de gas.

¿En este contexto cómo debería plantearse la Unión Europea su relación con Rusia?

La Unión Europea y Rusia forman parte del mismo macizo geográfico. No tenemos que cruzar un Atlántico. Tenemos una frontera física, que debe de estar bien defendida, pero no hay kilómetros de agua que nos separan. Rusia y la Unión Europea son, entre comillas, el mismo territorio. Por lo tanto, creo que la relación debe ser buena. Y lo ha sido. Lo fue durante la reunificación alemana. Pero la ruptura de la Unión Soviética a finales del siglo XX fue una explosión. Cuando la URSS existía, la UE era muy débil, mientras que, a mitad del siglo XXI, la UE se unió y está compacta. Ese el gran cambio.

¿Cómo se gestionó ese cambio?

Cuando se negoció el histórico acuerdo entre Rusia y la Alianza en 1997 [Solana era entonces el secretario general de la OTAN] parecía que se iba a avanzar, pero se cometió un error en la Cumbre de la OTAN de abril de 2008 al caer en la tentación de hablar de manera que parecía que Ucrania y Georgia iban a entrar en la Alianza Atlántica. Ese año también es importante no solo porque hay una gran crisis económica sino porque es la presentación en sociedad de China a través de los Juegos Olímpicos de Pekín. Hay que recordar que la inauguración de los juegos fue el 8 de agosto y 24 horas antes Putin atacaba Georgia.

Javier Solana, durante la entrevista. JOSE LUIS ROCA

¿Rusia seguirá en Ucrania el mismo esquema que en 2008?

Rusia entonces reaccionó como si ya se hubiera tomado la decisión de que Ucrania y Georgia entraran en la OTAN a pesar de que solo se dejó abierta una posibilidad, porque muchos miembros de la Alianza creían que no se podía ir más lejos. Sin embargo Rusia se quedó con la copla de que Ucrania podía estar en la OTAN y ahora estamos viviendo en cierto modo las consecuencias.

¿En qué situación cree que estará el conflicto entre Rusia y Ucrania cuando se celebre la Cumbre de la OTAN en Madrid el próximo junio?

 A esa cita, en la que la OTAN tiene el mandato de revisar su concepto estratégico, espero que lleguemos con la crisis de Ucrania medianamente resuelta. No se habrá solucionado del todo, pero confío en que habrá una situación más distendida en la frontera.

España quiere que la Alianza mire también hacia su vecindad sur. ¿Comparte este planteamiento?

La región del Sahel está en una situación muy delicada por la presencia del terrorismo, el narcotráfico y fuerzas paramilitares. Rusia está presente con los mercenarios Wagner. Sin embargo, deberíamos tratar ese tema no desde la perspectiva de la OTAN sino desde la de la Unión Europea. Yo no sería partidario de redefinir unos objetivos muy lejanos para la OTAN. Lo que pide España tiene cierta racionalidad, pero no todos los países lo quieren. La OTAN podría llevar a cabo actividades que no fueran operaciones militares clásicas, por ejemplo, toda la batalla que se libra en el ciberespacio. Vivimos guerras híbridas.

"En un mundo global, con armas nucleares, con una crisis tremenda por el cambio climático, con una pandemia que nos ha tenido dos años paralizados, es absurdo que la tensión y la desconfianza sean la norma"

De salir adelante la idea de crear un Ejército europeo ¿Sería compatible con la pertenencia a la OTAN?

Europa no va a tener un Ejército que desfile detrás de la bandera de la UE. Europa es una estructura que se crea para la paz y por lo tanto no irá a la guerra. Irán los países. Lo que sí debe tener es capacidades militares supranacionales para poner en común, y eso es perfectamente compatible con la OTAN. Habrá lugares, como África, donde Europa quiera tener alguna operación de mantenimiento de la paz y sea ella y no la OTAN quien asuma esta responsabilidad.

¿Dónde ve usted las mayores tensiones por hacerse con la hegemonía mundial?

Sin duda ninguna, la tensión más importante es entre Estados Unidos y China, una potencia tecnológica que ha superado en PIB a Estados Unidos. De las universidades chinas salen hoy ocho veces más ingenieros, matemáticos y biólogos que del resto del mundo. Tiene una capacidad muy alta de formación de científicos y técnicos, y la está utilizando. Nunca en la historia ha habido un país que haya crecido económicamente tanto y en tan poco tiempo. Tendremos que ver cuál es la reacción de China con respecto a Rusia.

Aunque a veces se parezca, el mundo de hoy no es el que surgió tras la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo sigue guiado por las mismas normas e instituciones.

Deberíamos hacer un esfuerzo por cambiar. Por ejemplo, en el Banco Mundial y en Fondo Monetario Internacional China debería tener su peso real pero Estados Unidos sigue queriendo mantener su capacidad de veto. En un mundo global, con armas nucleares, con una crisis tremenda por el cambio climático, con una pandemia que nos ha tenido dos años paralizados, es absurdo que la tensión y la desconfianza sean la norma. China, Estados Unidos, Rusia y la Unión Europea tendrían que sentarse seriamente para avanzar más en el cambio climático. Si se viera claramente que hay voluntad de cooperar para resolver ese problema global lograríamos recuperar la confianza estratégica. La confianza táctica no puede existir sin la primera. El mundo tiene enormes problemas de desigualdad, nacional e internacional, y estamos peleándonos por algo que no nos puede tener a todos en vilo. Un conflicto que puede ser nuclear es una falta de sentido común enorme.

"Hay un nuevo esfuerzo en Naciones Unidas para encontrar una solución al conflicto del Sáhara"

El antiguo jefe de la diplomacia europea cree positivo que Naciones Unidas haya nombrado a un nuevo enviado especial para el Sáhara, un puesto vacante desde 2019, porque, a su juicio, es una muestra de que se hará un nuevo esfuerzo por encontrar una solución a un largo conflicto que contamina las relaciones entre España y Marruecos. Solana también ve cierta distensión en la crisis que vivieron Madrid y Rabat tras la acogida en España del líder del Frente Polisario y la masiva entrada irregular de inmigrantes a través de Ceuta el pasado mayo. “Esa crisis –señala- nace de un gran error del presidente Donald Trump, que en los últimos meses de su mandato quería dejar cerrado un acuerdo con Israel intentando que los países árabes reconocieran al estado de Israel”. “Desde hace años el paradigma era que el reconocimiento de Israel se haría a cambio de paz pero Trump convence a Arabia Saudita para que lo haga a cambio de nada rompiendo así un acuerdo fundamental. No contento con eso, quiso que otros países árabes también lo hicieran. Se acercó a Sudán y a Marruecos. Con Sudán llegó a un acuerdo económico, pero Marruecos, de manera inteligente, pidió que se le reconociera la soberanía sobre el Sáhara. Para España fue una situación de desconcierto. Biden no ha cambiado la posición de Trump, pero no hay un reconocimiento ‘de facto’ y con el nuevo enviado especial hay nuevo esfuerzo por parte de Naciones Unidas para encontrar una solución al problema del Sáhara”, apunta.