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La ruta Marruecos-Tarragona

Planeadoras, fardos, porteadores... los narcos del Estrecho buscan nueva base en el delta del Ebro

La presión policial en Cádiz está obligando a los traficantes a buscar refugio en las playas y los arrozales de esa punta de costa de Tarragona

Alijo de hachís y bidones de gasolina en Tarragona. Febrero de 2022.

En la ida, a horcajadas sobre los bidones de gasolina; en la vuelta, cabalgando los fardos de hachís. No hay espacio para comodidades. A bordo, botellas de agua y algo de comida para las 1.000 millas de travesía hasta Marruecos y las otras tantas de vuelta a la costa catalana.

El trayecto que hacen los pilotos de las narcolanchas del delta del Ebro es el más largo de los del negocio del hachís en España. Y por la fuerza de las circunstancias: las unidades antidroga de la Guardia Civil creen que la presión policial en el Estrecho y el Campo de Gibraltar está obligando a los narcos a cambiar de base, y que su nuevo refugio son las playas y los arrozales que esperan a verdear en esa punta de costa de Tarragona.

En las últimas semanas, dos operaciones del instituto armado, Maius y Drift, han culminado una importante serie de golpes contra las tramas del hachís del delta. En este final de marzo y comienzo de abril han quedado desmanteladas dos redes tan importantes de logística, que una de las fuentes policiales consultadas augura que durante un tiempo “va a escasear el hachís en varios puntos del país y de Europa.”

Golpe a golpe

Han caído en conjunto dos líderes de banda, 51 peones, 8.000 kilos de hachís, dos flotas de cinco lanchas cada una, su parque de furgonetas y almacenes en los que guardar la droga a la espera de recogida por los clientes. Porque los dos grupos trabajaban no tanto para traficar como para prestar servicio a traficantes y colaboradores de Algeciras, Murcia, Castellón, Alicante, Ibiza, Galicia, Extremadura, Catalunya... con extensión en Francia y Portugal.

Este golpe a redes de transporte y alijo es el último paso de una sucesión que ha confirmado que el Delta es nueva base narco. Ya lo apuntaba la mayor incautación de los Mossos -con la Agencia Tributaria-, el 30 de abril de 2020. En pleno confinamiento cazaron un velero con 11 toneladas de hachís destino Tarragona.

Dos años después, el pasado día 5, la Guardia Civil atrapó a dos alijadores en la playa del Torrent del Pi de L’Ametlla (Tarragona) que habían descargado de una lancha 2,5 toneladas de droga.

Y entre medias, tres incautaciones que son capítulos clave: 810 kilos en un apartamento en Cambrils en abril de 2021. En octubre, 2.481 kilos en una playa de Vinarós (Castellón). En noviembre, 289 en la playa de la Pixerota de Mont-roig del Camp.

Acelerando en el mar

En los tres golpes policiales escapó un elemento clave: el piloto. En el caso de Mont-Roig, la patrullera de la Guardia Civil “casi revienta los motores, pero no pudo ser”, relata una fuente policial conocedora de la operación.

El piloto de narcolancha del delta hace como los del Estrecho: nunca baja a tierra en una descarga. Es importante preservar la carga, pero más la embarcación. Miden entre 12 y 15 metros las más grandes. Han sido modificadas para juntar motores detrás hasta sumar más de 1.000 caballos de potencia, y llevan los asientos en fila, uno para el piloto y dos para operarios de la red a la que sirve.

“Siempre zarpan de noche y arriban de noche. Sueltan los alijos poco antes de amanecer”, cuenta la misma fuente. Otro agente sitúa en 60.000 euros la media de lo que cobra el piloto del delta por el viaje Tarragona-Marruecos-Tarragona. Es una cantidad similar a la que perciben los que cruzan el Estrecho. “Son los mejor pagados de toda la organización: su viaje es peligroso y necesita mucha habilidad”, dice.

Se refiere a travesías nocturnas y revueltas en Alborán intentando no ser visto, y a tremendos acelerones en “un mar oscuro y con bidones y otros objetos flotando”.

Vigilantes en el arrozal

Los que cruzan el Mediterráneo cobran más, desde luego, que los peones que las dos redes apostaban para vigilar. Su misión: apostarse en el comienzo de una de las estrechas carreteras comarcales que discurren entre los huertos y arrozales y avisar si aparece alguna patrulla policial. El Delta del Ebro, sus playas, sus esteros y canales fluviales, el laberinto de sus plantíos… es el refugio para la actividad narco que el Estado intenta asfixiar en el sur con el Plan Especial del Estrecho de Gibraltar.

De hecho, en las dos operaciones recientes de la Guardia Civil en Tarragona ha participado no solo la comandancia de esa provincia, el mando en Barcelona y el Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (Citco): también el OCON Sur u Órgano de Coordinación contra el Narcotráfico.

La oficina de Análisis Criminal de la Guardia Civil en Tarragona evaluaba diversas informaciones sobre los latidos del narcotráfico en el Delta cuando se inició la investigación, en 2021, al principio creyendo que seguían a una sola red. El pasado martes se presentaron por fin diligencias en el juzgado de Instrucción 2 de Reus.

Parte de esa labor de inteligencia ha sido seguir los símbolos y claves –“Rolex”, “Ramos 4”, “AFC”- que identifican en cada fardo de hachís a la banda que encargó traerlo de Marruecos, a estibas de entre 3.000 y 4.000 kilos por lancha. “Algunas partidas traen algún pequeño dibujo marcado. Es la firma de calidad del cultivador marroquí, que quiere que su cliente sepa quiñen es”, relatan fuentes próximas a la operación.

Jefes discretos

El 3 de marzo, cuando la Guardia Civil se cruzó con la Policía y la Vigilancia Aduanera en la aprehensión de 2,4 toneladas de hachís a 80 millas al sur de Ibiza, el Citco terminó de atar algunas coincidencias, una vez que los tripulantes de la planeadora fueran atrapados en el Cabo de Palos, en Cartagena.

Habían conseguido huir durante 400 millas, bordeando la esquina sureste de España. Ellos son veloces, tanto como discretos se han vuelto los jefes.

Solo en Catalunya, se han producido detenciones en, entre otros puntos, Santa Coloma, Viladecans y Cambrils, donde una de las bandas tenía su taller de narcolanchas. Han caído un líder catalán y otro albanés. El catalán es tenido por la Guardia Civil como principal logista del hachís de Catalunya. Tiene su residencia en la playa de Riumar, en un chalé que no dewstaca demasiado, como tampoco los bienes que utilizaba: un buen coche, una buena moto, una lanchita para el ocio…

Al albanés fue más fácil marcarlo en los seguimientos porque, si visitaba a sus guardas marroquíes, estos lo rodeaban evidenciando que es el jefe. Su casa es un piso de clase media de un edificio nuevo pero sin pretensiones de Viladecans (Barcelona). Tampoco por su comportamiento evidenció el descarado derroche de jefes del tráfico de hachís del Estrecho.

Ni del catalán de Riumar ni del albanés de la ciudad dormitorio del Baix Llobregat podría apostarse que dirigían redes de servicios para narcos. Cobraban no solo por traer el hachís desde Marruecos: también por dar seguridad –siempre sin armas, salvo una pistola simulada- y techo a los clientes en sus viajes a la Costa Dorada. Pero siempre con discreción: nada de hoteles: en Riumar utilizaban una mobil-home transportable en trailer. Podían cambiar de dirección.

Dos juzgados de partidos principales del Delta acumulan ya trabajo de los distintos golpes policiales al narcotráfico en su nueva base catalana: el mencionado de Reus y también el de Instrucción 3 de Tortosa. Y quizá su trabajo no haya hecho más que comenzar. La Guardia Civil ha ido detectando un paulatino empapamiento de la sociedad circundante, de la misma forma que el narco infiltró poco a poco al vecindario del Campo de Gibraltar. No solo hay extranjeros en la red: también fueron seducidos chóferes, 'machacas' y porteadores de Cambrils, Deltebre, El Vendrell, Mont-Roig… cada vez más gente del Delta.

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