El pasado 25 de junio Pedro Sánchez compareció en Moncloa para presentar un segundo paquete de medidas contra los efectos de la guerra de Ucrania con cambios muy perceptibles en su discurso. Sonaba distinto. Por primera vez apuntaba que el suyo es un Gobierno "molesto para determinados intereses económicos" y se erigía en protector de la "clase media trabajadora", tras toda una legislatura en que el Ejecutivo de coalición se había esforzado por mantener una interlocución privilegiada con los empresarios. Justo ese día fue cuando anunció el impuesto a los beneficios extraordinarios de las empresas energéticas y los bancos.

Menos de una semana antes el PP había propinado al PSOE una paliza histórica con la mayoría absoluta en Andalucía y en aquel entonces en Moncloa ya eran muy conscientes de la fortaleza como candidato del nuevo líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. Esa semana se tomaron dos decisiones trascendentales, tal y como recoge El Periódico de España. Una, anclar a los socialistas a la izquierda y defender sin ambages una respuesta socialdemócrata a la crisis. Y dos, empezar a despojar a Feijóo de la imagen de moderado y buen gestor. Para ambas cosas al Gobierno les está resultando muy útil un pretendido combate contra la 'casta' económica -"los poderosos"- cuyo brazo político es Feijóo.

Ahora, ni una sola de las intervenciones del presidente, obvia estas dos ideas. El relato se amplifica de manera proporcional a las veces que Sánchez aparece sin corbata. En Moncloa y en los ministerios niegan que esté pasando factura a la relación con los empresarios. "La interlocución con las empresas es buena", sostienen fuentes gubernamentales. Otra cosa, apuntan, es que "se esté pidiendo que no sean los mismos de siempre quienes costeen la crisis". Desde Asuntos Económicos la visión es parecida. Aseguran que la comunicación que la vicepresidenta Nadia Calviño mantiene con la patronal es "permanente".

Pero el Gobierno puede estar sufriendo un espejismo porque los grandes grupos empresariales no ocultan su malestar por el nuevo discurso de Moncloa, destinado a reanimar sus opciones electorales. “Molesta, escuece y preocupa”, sentencian desde uno de los grandes grupos energéticos. “Durante los últimos años la relación del presidente del Gobierno y los máximos ejecutivos de los grandes grupos ha sido muy buena y muy directa. Siempre se ha mostrado como un presidente próximo a las empresas, pero ahora somos los malos y lo que se trata de hacer ver es que Feijóo es el que es cercano a no sé qué poderes ocultos”. 

Durante varios años Sánchez ha abierto el curso político organizando encuentros con los primeros espadas de los grandes del Ibex y ha sido arropado por los máximos ejecutivos de las principales compañías en momentos clave como las presentaciones del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia o la de los megaproyectos PERTE, financiados por fondos europeos. “A esos actos iba todo el Ibex, y ahora ni nos convoca”, resume un directivo. Algunas de las compañías consultadas reconocen que han trasladado a Moncloa el malestar empresarial con un nuevo discurso que consideran demagógico.

Sembrar desconfianza

“Los ataques no han sentado nada bien y preocupa mucho la deriva”. Los grandes grupos temen que este giro discursivo contra las empresas se asiente y se prolongue durante el largo año preelectoral que queda por delante. “Es muy preocupante que vayamos a estar todo un año con intervenciones que tratan de enfrentar a la gente con las grandes empresas. Entendemos que es una estrategia electoral, pero no genera confianza ni a las empresas de aquí ni a la de otros países”, explica una de las grandes cotizadas.

“Si el Gobierno se dedica a atacar a las empresas es imposible que los inversores perciban paz social y seguridad jurídica en el país. Necesitamos que se genere confianza, no que se agite el fantasma de los poderes fácticos”, indican desde una asociación empresarial. “Las empresas no quieren entrar en el juego político, pero no nos use el presidente para hacer él política”.

Cauces abiertos

Desde las grandes empresas españolas, también desde las más directamente señaladas por los golpes del jefe del Ejecutivo, se habla de sorpresa, de malestar, de decepción y de preocupación por esta nueva narrativa. Pero no de ruptura. “La relación con el Gobierno se desarrolla en muchos niveles. Hay coordinación y contactos directamente con todos y cada uno de los ministerios, y esa relación sigue siendo fluida y de colaboración clara. No cambia”, explica un ejecutivo del sector financiero, que advierte, no obstante, de que “en otros niveles menos técnicos la relación con el Gobierno sí se ha enfriado”.

Algunas grandes corporaciones subrayan que tratan de separar los vaivenes del juego estrictamente político de la interlocución habitual sobre materias que requieren de coordinación entre la Administración y las compañías, pero advierten de que la decisión de ponerles en el foco por parte de Moncloa puede no resultar inocua a la larga. “Una cosa es el circo y otra la necesidad inevitable de seguir trabajando. Las reuniones con los ministerios e incluso con Moncloa continúan. No puede ser de otro modo”, resume un directivo. “Pero si sigue subiéndose el volumen y crece la intensidad de los ataques… ya veremos”.

Pacto de rentas

En el Gobierno se escudan en que siguen buscando la complicidad de la patronal para hacer frente a la crisis y que hay "contactos constantes" con los agentes sociales con quienes se quiere explorar un pacto de rentas y propiciar un acuerdo sobre los sueldos, que conjugue una bajada de los márgenes empresariales con la moderación salarial. "Vamos a intentar facilitarlo y continuaremos apelando a la responsabilidad", señalan fuentes del Ejecutivo.

Pero a pesar de ello, las sospechas de las grandes empresas del Ibex son absolutamente fundadas. En estos momentos, a la espera de conocer las encuestas de septiembre y octubre, el presidente no tiene ninguna intención de abandonar este viraje de su discurso a la izquierda. Según explica un miembro del Gobierno ya lo aplicó con el "no es no", ante la posibilidad de una abstención del PSOE en la investidura en 2016 de Mariano Rajoy y en la carrera interna para recuperar la secretaría general del PSOE en su segunda vida al frente del partido.

Este fue, razona esta fuente , el debate entonces "dar la batalla por el centro o proteger su flanco izquierdo" y Sánchez lo vio claro desde el principio. Esa misma "intuición", explica, es la que está operando ahora. Necesita transmitir que él está dando una respuesta mejor a la que se ofreció en la crisis de 2008. La gestión es lo que le debe situar en el centro. "¿O subir el Salario Mínimo Interprofesional, actualizar las pensiones o ayudar a las empresas con los ERTE no es de centro", se preguntan en el Ejecutivo.

Aunque moleste al Ibex, en Moncloa están convencidos de que con esta estrategia van a conseguir movilizar a su electorado, que en un porcentaje importante está situado en la abstención, y frenar también el trasvase de votos al PP, a base de "desmontar" a Feijóo.