La inesperada foto de Felipe VI y Juan Carlos I en el funeral de la reina Isabel II en la Abadía de Westminster ha sido digerida a gran velocidad en España, sin el estruendo que acompaña a cada acontecimiento que tiene como protagonista al rey emérito. Pero ni el Gobierno ni la Zarzuela contemplaban que la imagen de los cuatro reyes -ellos dos junto a la reina Letizia y la reina Sofía- fuera a producirse.

Una vez que ha sucedido tanto Moncloa como la Casa del Rey se han afanado en asimilar el imprevisto. Nada ha cambiado en la tensa relación que mantienen padre e hijo. La imagen es sólo un apunte más en una larga historia de desavenencias. Y se ha asumido, básicamente, porque no se pudo evitar. Como publicó El Periódico, Zarzuela conoció ese mismo lunes, en el Chelsea Hospital, el lugar en que estaban concentrados los jefes y los ex jefes de Estado antes del funeral, que los cuatro se sentarían en el mismo lugar. Y, una vez que lo supo la Casa del Rey, lo conoció el Gobierno.

Para ambas instancias, según fuentes conocedoras, supuso una "sorpresa". Y ni el propio rey emérito, según las mismas fuentes, preveía que le situaran junto a su hijo. Pero con tan poco tiempo por delante no hubo margen de maniobra. La habitual "prudencia" de Zarzuela desaconsejó cualquier movimiento a esas horas. Y a esas alturas, el Ejecutivo ya estaba absolutamente fuera del operativo. Son conscientes de que ha sido algo totalmente ajeno a la previsión de la Casa del Rey.

Lo llamativo es el error de cálculo. Ambas instituciones daban por hecho que a Felipe VI y a Juan Carlos I no les colocarían juntos porque el protocolo británico distinguiría entre los reyes ejercientes y los no ejercientes y se alejaría al Rey de su padre, que continua en su exilio forzado en Abu Dabi para que los escándalos que se han producido en su reinado no dañen más a la monarquía española. Pero al final los británicos decidieron agrupar a los reyes todos juntos, por familias reales, sin que previamente se comunicara nada a Zarzuela y a Moncloa.

Más allá de las habituales críticas de Podemos y los partidos independentistas, el carácter casi accidental de la imagen juntos ha hecho que el 'ruido' generado en España sobre este reencuentro haya sido más residual. El Gobierno, en otras ocasiones más activo para distanciarse de Juan Carlos I y que criticó sin reparos su visita a Sanxenxo porque perdió "la oportunidad de dar explicaciones y de pedir perdón", ha pasado ahora de puntillas sobre el asunto de su presencia junto al Rey en la Abadía de Westminster.

Durante estos días la posición oficial ha sido que la representación de España la ostenta el Rey como jefe de Estado. Y esto es lo que el martes repitió la portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, que añadió que "no tengo nada que decir a cómo la Casa Real británica ha organizado el protocolo del funeral".

Ni un solo roce

Pese a lo imprevisto de esta fotografía de los cuatro reyes y a que han sido evidentes los esfuerzos de Felipe VI de no coincidir con su padre durante todos los actos celebrados estos días en Londres, a los que ambos han sido invitados, fuentes conocedoras aseguran a este diario que no ha existido ningún roce en la decisión de que Juan Carlos I asistiera al funeral.

Todo discurrió en un plano estrictamente institucional. El Foreign Office cursó la invitación para Felipe VI y la reina Letizia, a través de la embajada española en Londres, que la remitió al Ministerio de Exteriores y este a su vez a la Casa del Rey. La persona que hace de enlace entre Felipe VI y su padre fue quien se lo comunicó a Juan Carlos I y este inmediatamente aceptó.

No existió ninguna tensión en esta interlocución, según las fuentes consultadas, entre Madrid y Abu Dabi. Zarzuela no tuvo la tentación de pedirle al rey emérito que no acudiera y se limitó a trasladar la petición de la monarquía británica y Juan Carlos I tampoco jugó al gato y al ratón, sino que informó que acudiría, en cuanto se le transmitió la invitación.