El rearme español

El pájaro de la UCO: la Guardia Civil persigue al crimen organizado con un dron disfrazado de ave

Interior examina ofertas de firmas civiles y de armamento para extender el uso de drones en las Fuerzas de Seguridad del Estado

Dron de la UCO, de la Guardia Civil, con forma de pájaro, para vigilancia contra el crimen organizado, entre otras misiones.

Dron de la UCO, de la Guardia Civil, con forma de pájaro, para vigilancia contra el crimen organizado, entre otras misiones. / José Luis Roca

Juan José Fernández

Juan José Fernández

Madrid

Su nombre oficial, Gavizor, no dice tanto como los motes que los agentes del Servicio Aéreo de la Guardia Civil usan a veces: “Saca la gaviota”, o “trae el pájaro loco”. Últimamente no ha sobrevolado tanto escenarios del crimen como zonas catastróficas, porque el instituto armado usó el más curioso de sus drones en la dana de Valencia. Otros más potentes “no se podían usar con tanto helicóptero volando”, explica uno de sus operadores.

Gavizor funciona con baterías, con entre 15 y 30 minutos de autonomía en vuelo continuo, de metro y medio de envergadura… y con toda la apariencia de un águila culebrera.

Está pintado con las mismas motas negras sobre plumaje ventral blanco, y con las mismas plumas grises en las alas. El truco de hacerlo parecer un ave real se denomina, técnicamente, biomimetización. La Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil lleva diez años tirando de ese disfraz para hacer vigilancias -”adquirir inteligencia”, se le llama ahora- en operaciones contra el narcotráfico y otras relativas al crimen organizado.

Visión de águila

A 120 metros, su altura habitual de vuelo, las cámaras de este pájaro de fibra inyectada pueden identificar con o sin luz del día la matrícula de un coche, y a más distancia diferenciar la cara de un individuo.

La Guardia Civil no desvela en qué operaciones ha intervenido “por seguridad”, dice uno de los operadores del dron, lo que es lo mismo que decir “por no dar pistas a los malos”, aclara. El pájaro de la UCO conoce bien Madrid y la Costa del Sol, sabe de coches de mafiosos, reuniones en chalés, guarderías de droga, y crecimiento de plantaciones de marihuana ocultas en el bosque.

Al cacharro, gallego de nacimiento, le han cogido cariño en el SAER, el Servicio Aéreo, que cuenta con un área de drones que no se llama “de UAS” -la denominación habitual de las aeronaves no tripuladas- por no colisionar con los submarinistas del Cuerpo, que ya tienen ese nombre adjudicado para la Unidad de Actividades Subacuáticas.

Ciertamente, el pájaro de la UCO no vuela tanto tiempo, ni aguanta brisas duras, ni transmite datos a tanta distancia como el Dragon Fish, el aparato para vigilancia con el que se hizo la Guardia Civil a finales de 2023. Pero los pilotos del Gavizor aprovechan su envergadura de metro y medio y su ligereza para ahorrar batería y estirar su servicio.

El dron se lanza manualmente, sube hasta su techo de 120 metros para “vigilancia discreta”, o sea, que no se le pueda oír la hélice de su motor. Arriba es talmente un águila con las alas abiertas. Los guardias prolongan su vuelo apagándole el motor a distancia, y dejando que planee en círculos de varios kilómetros con ayuda del viento. Si baja o se sale de la zona operativa, el piloto enciende desde tierra de nuevo el rotor.

Así han le han sacado los pilotos a este dron largas patrullas sobre Paiporta y otras poblaciones arrasadas por la riada de octubre, o vigilancias sobre 72 tramos de vía del AVE por cada salida.

Drones nuevos

Otra empresa, Fobos, gallega como Aeromedia, su fabricante, comercializa este mismo dron-pájaro con otra funcionalidad: simular la visita un depredador y ahuyentar a las aves en zonas donde no conviene que estén, como sembrados o pistas de aeropuerto. Es el negocio de la cetrería robótica.

Puede que a partir de este mismo año los drones como el pájaro de la UCO aniden más en ese sector que en el policial. A las Fuerzas de Seguridad les siguen interesando los aparatos biomimetizados, pero el pájaro de la UCO se aproxima a su jubilación. Interior está mirando ofertas de drones más evolucionados, algunos de los cuales suponen pasar de los 30 minutos del águila a las 15 horas de autonomía en vuelo.

Los drones son una necesidad creciente en la Seguridad del Estado; se aproxima un goteo de contratas. Después de que Policía y Guardia Civil adquirieran máquinas para sus unidades centrales, de que en ambos cuerpos se hayan constituido unidades formadoras, y de que cada uno haya superado los 1.000 pilotos -o agentes con alguna capacidad de manejo de drones-, está en marcha la fase de generalización territorial de estas capacidades.

La Guardia Civil formalizó el pasado 9 de abril la compra al Grupo Paintec, de Zaragoza, de nueve drones con sus bases y pantallas de control, aeronaves de cuatro kilos capaces de volar a 23 metros por segundo y alcanzar alturas de 5.000 metros durante 41 minutos, con baterías de litio, visión zoom, gran angular, cámara térmica, infrarroja y láser. Son los primeros de una serie de contratos para las unidades provinciales.

De A Coruña a Lisboa

El Gavizor que hoy utiliza la UCO es una parábola de la industria de la seguridad en España, plagada de pymes con tecnologías de doble uso. Fue creado hace ya 13 años por Aeromedia UAV en sus instalaciones coruñesas de Bergondo. En 2012, cuando empollaba al pájaro, la firma era aún el proyecto de unos jóvenes a los que, antes de esta era de drones, les dio por ponerles cámaras a avioncillos de aeromodelismo.

Hoy la empresa gallega desarrolla discretamente importantes proyectos para la papelera ENCE -vigilando bosques-, la Xunta de Galicia -comprobando la extensión de semillas de mejillón- o Indra -en un programa de búsqueda de personas desaparecidas- y participa en líneas de I+D+i con drones que llevan salvavidas hinchables a náufragos, o con cámara para inspeccionar rincones estrechos.

La opción de Interior para drones de observación no pasa ahora por Galicia, sino más al sur. En Lisboa está Tekever, firma que también representa las cosas que pasan en la ósmosis entre universidad e industria de defensa en los últimos años.

La portuguesa es marca puntera en el negocio europeo de robots voladores desde que ha anunciado una línea de inversión de 400 millones de euros en el Reino Unido de cara a contratos con la RAF, su fuerza aérea. Hace 23 años, era un proyecto en una comida de antiguos alumnos del IST, Instituto Superior Técnico, la escuela de ingeniería de la Universidad de Lisboa.

Una de las bases de su éxito es el AR3, un dron espía moderno, que vuela con gasolina y, según lleve cámaras, radar o ambos, hasta 16 horas sin repostar. Puede despegar en vertical, y añade una base para análisis de sus datos con inteligencia artificial.

En diciembre pasado Interior decidió adquirir este modelo, que usan también los ejércitos de Portugal, Reino Unido, Ucrania y Nigeria. Han llegado dos a la Unidad Aérea de la Policía Nacional; a los pilotos de la Guardia Civil les aconsejan que se vayan familiarizando con el aparato.

AR3 no parece un ave, sino un moderno avión. Supera en capacidades a la veterana águila de la UCO. Pero también en precio: cuando Interior encargó el pájaro pagó 108.000 euros por dos ejemplares. Ahora, por su sucesor piden los portugueses, según las capacidades que lleve, entre 800.000 euros y un millón y medio.

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