Empecemos por la premisa más importante. Aunque esta crisis nos está permitiendo ver cosas que parecían imposibles e incluso desdecirse a los principales dirigente políticos y económicos, podemos decir que un corralito en España no es posible. En primer lugar por las características de nuestro sistema financiero, que aunque como hemos visto tenía unas cuantas manzanas podridas, en la "cesta" había otras sanas y que eran de mayor tamaño. Es decir, aunque Bankia, NovaGalicia Banco o Catalunya Banc, son entidades con una importante cuota de mercado, su peso global respecto a los bancos que no necesitaban ser rescatados permitía la opción utilizada del rescate parcial sin implicar al total del sistema. Mientras en Chipre, todas las entidades estaban en graves problemas, con el especial énfasis en la primera y segunda entidad del país (Laiki Bank) en la que ha optado en uno de los supuestos que ya establece nuestra Ley de "reestructuración y resolución de entidades de crédito", la liquidación. También tenemos a favor el peso del sector financiero respecto al PIB del país, muy lejos del chipriota por su consideración de "paraíso fiscal" y especialmente el tener aprobado un plan de rescate, que visto lo sucedido en Chipre, es más que beneficioso. Actualmente se han dispuesto de 40.000 millones de euros de este "préstamo" de la UE, pero queda un margen de 60.000 millones, un tope muy lejano a las necesidades futuras, que puede que las haya, pero que serían de una cuantía inferior. Además Bruselas ya ha advertido que esta nueva modalidad de rescate, que junto a otras medidas castiga los depósitos, posiblemente sea la que se aplique en el futuro.

Pero ¿Y si el rescate hubiera tenido que hacer sobre las principales entidades? Cambiamos las cartas, y en lugar del Banco de Chipre y el Laiki Bank, primer y segundo banco, pensemos en una situación de quiebra de la suma del Banco Santander, BBVA y Caixabank.

Las garantías de los depósitos y el papel del FROB

En este supuesto, todos los mecanismos de salvaguarda serían insuficientes, y ante el miedo de una retirada masiva de depósitos de todo el sistema, se llevaría al 'corralito' o limitaciones en la disposición de efectivo. Esta "insuficiencia" para poder contralar una quiebra de los principales bancos del sistema empezaría por el Fondo de Garantía de Depósitos de las Entidades de Crédito (FGD). Unificados en toda la Unión Europea en sus límites mínimos y máximos (100.000 euros) aunque pueden captar recursos externos para pagar las contingencias, la aportación principal que nutre estos fondos son las aportaciones obligatorias de los bancos, un 3 por mil de los depósitos gestionados, pero parando las aportaciones cuando este fondo cubre el 1% del total de los depósitos gestionados por el total de la banca. Si cayeran bancos que suponen casi la mitad del sistema, y aunque no todos los depósitos llegan al límite de los 100.000 euros, el FGD cubriría una mínima parte, lo que llevaría al pánico y que todo el mundo sacara su dinero.

En este punto nos quedaría el papel del FROB, creado justamente para por un lado prevenir (lo que se denomina actuación temprana) y si no es posible reestructurar o resolver (liquidar) las entidades financieras que no fueran factibles económicamente. La opción de la liquidación, es más sencilla en el caso de entidades de pequeño tamaño como ha pasado con el Laiki Bank, se separan sus activos "buenos" que pasan a otro banco y se crea un banco malo en el que intentar sanear la peor parte de su balance. En nuestra hipotética "catástrofe financiera" las opciones más plausibles por el tamaño de la entidad sería la de trocearlas para venderlas por "paquetes", y puede, que queden partes no interesantes para futuros compradores que si tendrían que liquidarse. Lo que sí sería seguro es que se necesitarían fondos en una cuantía muy superior a la actual y se tomarían soluciones "a la chipriota" con quitas en productos de deuda (no sólo la subordinada como ha sido el caso de las entidades intervenidas por el FROB), accionistas y depositantes, estableciendo límites que pueden estar por encima de los 100.000 euros, pero incluso, volviendo al planteamiento de hace una semana de que afectaran a todos los depósitos.

Implicaciones económicas

Las consecuencias de un corralito en un país de PIB elevado y más siendo dependientes del consumo interno como es el caso de España serían devastadoras, y obligarían a buscar una solución más rápida y mejor articulada que la chipriota. No sacar efectivo, limita todo tipo de transacciones y lleva a la parálisis del consumo y una elevación de los precios. Y es que igualmente, en medio de un entorno de incertidumbre, el euro se vería fuertemente afectado, ya que su pérdida de credibilidad llevaría a una depreciación frente a otras monedas refugio, especialmente el franco suizo y el dólar, encareciéndose productos básicos como el petróleo. En esta hipótesis la que se dispararía sería la prima de riesgo, batiendo todos los niveles vistos, no sólo por el mayor riesgo de impago, sino por la escasa liquidez que lleva a que tanto a nivel doméstico como empresarial, todas las economías busquen acaparar todo el dinero posible.

Y nos queda salir de la pesadilla. Si se hace sin salir del euro, nos queda una sociedad mucho más pobre por las aportaciones y quitas realizadas, y un sistema financiero muy tocado, por el grado de miedo e incertidumbre generado. La segunda opción es que no sea factible asumir el rescate y se vuelva a la peseta. En este escenario la conversión no sería de 166,386 pesetas por euros, la peseta se devaluaría respecto al euro y supondría de golpe una pérdida de poder adquisitivo para todos con los claros problemas a corto plazo (inflación, caída del consumo) que se intentarían paliar mejorando la competitividad con el exterior. Si una solución es mala, la otra se puede afirmar que es peor.

Todo ello señala que la importancia de un sistema financiero sano, diversificado en el número de entidades y riesgos (que no como en Chipre, dos entidades acaparen más de la mitad de la cuota de mercado y como en España los dos grandes bancos, que tengan inversiones y activos en otros países) y por supuesto, el papel de los reguladores. La sensación actual es que casi siempre se llega tarde, y hay que recurrir a medidas traumáticas y pocas veces de prevención. Los nuevos mecanismos de control y vigilancia establecidos, y las duras lecciones del pasado y del presente, deben evitar que en el futuro vuelva a ocurrir lo sucedido en Chipre en cualquier país de la zona euro.

Antonio Gallardo, iAhorro. Analizar simplifica.